Carola Chávez
Suelo recibir mensajes recurrentes, decentes y pensantes de este país. Se trata de un caletre venenoso, con pretensiones de argumento, con el que muchos opositores justifican lo que, más que una postura política, parece ser un auto atentado.
El estilo delata a sus autores como muy clase media; muy cara común; de esos que, a falta de Louis Vuitton, vociferan su antichavismo a modo de símbolo de status, y en un alarde de arrogante ignorancia muestran el odio que, a gritos o en silencio cómplice, supura la oposición venezolana.
En un ataque de incontinencia, se desbocan con una perorata llena de generalidades sin fundamentos: “Los articulistas deberían ser ecuánimes, no dejarse llevar por las emociones, quizás no haya un gobierno más ineficiente y corrupto que éste.” -Y yo me pregunto si estas personas sufren de amnesia o de simple ignorancia, mientras sigo leyendo lo que repiten como loros- “Ha dilapidado un billón de dólares en 13 años creando misiones que lo que generan es miseria porque al venezolano lastimosamente no le gusta trabajar.” -Y es que, invariablemente, la gente decente y pensante de este país, a la hora de descalificar, se refiere a los venezolanos en tercera persona, así, como si esto los alejara de esa chusma fea y fo.-
Y en un grotesco derroche filosófico me escupen en la cara uno de los pilares del ¿pensamiento? opositor, la anestesia para la conciencia del explotador -si es que tal cosa existe-, la gasolina del explotado con aspiraciones a explotar: Los pobres son culpables de su propia miseria: “La pobreza no es la falta de bienes materiales, es la ineficiencia mental del individuo para crear bienestar, es irresponsabilidad, usted no se da cuenta de que los pájaros hacen su nido para procrearse? por qué el hombre no hace igual?, sino que se llena de hijos sin tener techo, eso es irresponsabilidad.” -La superficialidad argumentativa de la gente decente y pensante permite el simplismo de comparar nidos y pajaritos con seres humanos aplastados por las leyes del mercado. Visto lo visto, no me cuesta imaginarlos justificando lo injustificable con una encogida de hombros y un “Por eso es que los matan”.
Por no dejar nada en el tintero añaden cosas como esta: “…no producimos sino delincuentes y prostitutas…” -Olvidando esta vez conjugar en tercera persona, escupiendo para arriba, pues. Y es que su odio nace del desprecio a sí mismos.-
Y finalizan con triste intento de autoengaño, como si así se acercaran a los Machado, Zuloaga y Capriles, firmando con un nombre siempre común y corriente, de esos que nunca dejan entrar en el Caracas Country Club.
Leo, ya sin asombro, y estiro los brazos como quien se despereza, mientras me brota del alma un sabroso y convencido: ¡Soy chavista, carajo!
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