Mariadela Linares
Nadie debería sorprenderse, ni mucho menos alarmarse, con las desviaciones que de tanto en tanto atacan a algunos militantes que dicen llamarse revolucionarios.
Es comprensible que a un proceso que nació sin partido político, sin estructura, sin trayectoria, sin otros liderazgos que no fueran el de su impulsor, se hayan plegado, como sanguijuelas, un montón de oportunistas que no buscan otra cosa que su propio provecho.
A Chávez no sólo se le ha arrimado un chiripero y un nido de alacranes, sino que un montón de vagabundos con agenda particular, algunos resentidos, otros fracasados y otros más que ni siquiera se han puesto nunca una franela roja pero han engrosado sus cuentas bancarias, creyeron encontrar en el chavismo su caja chica personal.
A lo largo de estos años se han caído unas cuantas caretas. Primero se desprendieron los especímenes de la derecha que se habían metido coleados para no perderse la oportunidad histórica de sobrevivir a pesar de la muerte del puntofijismo. El primer desmadre ocurrió temprano, en el mismísimo 1999, a propósito del referendo constituyente.
Poco después, en 2002, se produjo la fractura militar, cuando salió en desbandada un grupo de oficiales de alta jerarquía que hasta meses atrás le rendían pleitesía a Chávez. Desde entonces, los deslindes han continuado, incluyendo partidos políticos sin vida propia.
Ese proceso de decantación es tan natural, como natural ha sido también la definición ideológica que poco a poco ha delineado el proyecto que lidera Chávez. La palabra socialismo le inspira temor a algunos que no se detienen a analizar si su aversión es razonada o producto de la manipulación mediática.
De manera que si un gobernador sale del closet y expresa abiertamente sus discrepancias, no lo vemos como algo motivo de alarma. Lo que sí es sorprendente es que, invariablemente, todos terminan en la acera de enfrente, es decir, negándose a sí mismos y a lo que hasta hace poco pregonaban. Ninguno opta por la discreta retirada, como sería lo honesto, sino simplemente cruzan la calle y van a declararse amigos del enemigo. Esa es la verdadera noticia: la fragilidad de sus conciencias.
Mlinar2004@yahoo.es
Nadie debería sorprenderse, ni mucho menos alarmarse, con las desviaciones que de tanto en tanto atacan a algunos militantes que dicen llamarse revolucionarios.
Es comprensible que a un proceso que nació sin partido político, sin estructura, sin trayectoria, sin otros liderazgos que no fueran el de su impulsor, se hayan plegado, como sanguijuelas, un montón de oportunistas que no buscan otra cosa que su propio provecho.
A Chávez no sólo se le ha arrimado un chiripero y un nido de alacranes, sino que un montón de vagabundos con agenda particular, algunos resentidos, otros fracasados y otros más que ni siquiera se han puesto nunca una franela roja pero han engrosado sus cuentas bancarias, creyeron encontrar en el chavismo su caja chica personal.
A lo largo de estos años se han caído unas cuantas caretas. Primero se desprendieron los especímenes de la derecha que se habían metido coleados para no perderse la oportunidad histórica de sobrevivir a pesar de la muerte del puntofijismo. El primer desmadre ocurrió temprano, en el mismísimo 1999, a propósito del referendo constituyente.
Poco después, en 2002, se produjo la fractura militar, cuando salió en desbandada un grupo de oficiales de alta jerarquía que hasta meses atrás le rendían pleitesía a Chávez. Desde entonces, los deslindes han continuado, incluyendo partidos políticos sin vida propia.
Ese proceso de decantación es tan natural, como natural ha sido también la definición ideológica que poco a poco ha delineado el proyecto que lidera Chávez. La palabra socialismo le inspira temor a algunos que no se detienen a analizar si su aversión es razonada o producto de la manipulación mediática.
De manera que si un gobernador sale del closet y expresa abiertamente sus discrepancias, no lo vemos como algo motivo de alarma. Lo que sí es sorprendente es que, invariablemente, todos terminan en la acera de enfrente, es decir, negándose a sí mismos y a lo que hasta hace poco pregonaban. Ninguno opta por la discreta retirada, como sería lo honesto, sino simplemente cruzan la calle y van a declararse amigos del enemigo. Esa es la verdadera noticia: la fragilidad de sus conciencias.
Mlinar2004@yahoo.es
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