miércoles, 31 de enero de 2024

Causa Malvinas: David Cameron le ofreció a Milei “ventajas comerciales” a cambio de renunciar a los “reclamos de soberanía” según la prensa británica

 


La prensa británica afirmó que tras el encuentro que mantuvieron el presidente de Argentina, Javier Milei, y el canciller de Reino Unido, David Cameron, en el Foro Económico Mundial de Davos, el funcionario inglés le ofreció al mandatario “términos comerciales más favorables” a cambio de mermar el reclamo argentino por la soberanía de las Islas Malvinas.

“Durante casi dos décadas, las relaciones diplomáticas entre Gran Bretaña y Argentina han sido tensas, luego de que una sucesión de gobiernos peronistas de izquierda intentaran aplicar presión sobre la cuestión de las Malvinas. Ahora Londres se prepara para ofrecer a Buenos Aires términos comerciales más favorables, mientras un nuevo gobierno de derecha bajo el presidente Javier Milei presagia el comienzo de una nueva era”, relató el portal Daily Express.

Dicho medio de comunicación destacó que se habla de una “promesa” por parte del exprimer ministro británico para evitar que Milei “presione el botón de las Malvinas”. El Daily Express remarcó que Milei “no apoya a China, retiró a Argentina de las negociaciones para unirse a los BRICS, y prometió durante su campaña que ‘no se alinearía con comunistas'”. Y en esta línea, el medio británico admitió que “Gran Bretaña ve al incipiente gobierno de Milei como uno de los principales baluartes del continente contra la influencia china”.

Además, el portal inglés advirtió: “Si bien tanto Cameron como Milei ‘acordaron públicamente no estar de acuerdo’ sobre las islas, en privado se espera que el presidente argentino deje el asunto hirviendo a fuego lento mientras aborda dolorosos desafíos económicos”.

“El objetivo ahora es que Gran Bretaña haga todo lo posible para ayudar a Milei a alcanzar sus objetivos económicos, dándole menos motivos para ‘presionar el botón de las Malvinas'”, aseguró el medio tras haber consultado con fuentes de Whitehall.

Desde el Daily Express aseguraron que “hay margen para apostar”, contemplando que el gobierno británico “está interesado en abrir mercados, reducir las barreras comerciales y encontrar nuevas oportunidades”. Al mismo tiempo, enfatizó que Argentina es el 66° socio comercial del Reino Unido y que el comercio entre ambos países alcanzó un valor récord de £2.200 millones en 2023, de los cuales £1,300 millones fueron importaciones como alimentos para animales, bebidas y tabaco.

Israel y EEUU arrastran a otros países en su pulso contra la protección del derecho internacional en Gaza

 Por Olga Rodríguez 

Las Viejas Mañas de Cierta Oposición

 

22 de enero de 2024

Cuatro temas: Las viejas mañas de cierta oposición

Hacer planes violentos (y luego negarlos)

Ha comenzado 2024 y en apenas sus primeros días ya cierta oposición ha mostrado que viene dispuesta a repetir sus viejas mañas.

Una de las más recurrentes es llevar a cabo planes violentos para la toma del poder y luego, cuando se descubren dichas tramas, negarlos empecinadamente y contra toda evidencia.

El presidente Nicolás Maduro informó sobre cuatro de esas maquinaciones desarrolladas y desmontadas en 2023, todas ellas con participantes detenidos y confesos. Pero el sector opositor que estaba detrás de esas conspiraciones niega su participación y dice que son “calumnias del régimen”.

Una simple revisión de los antecedentes de la derecha y ultraderecha venezolana prueba que llevan más de dos décadas intentando esas vías violentas: golpes de Estado, deserción militar por goteo, sabotaje petrolero y patronal, operación paramilitar, guarimbas, intento de magnicidio, blackout eléctrico, autoproclamación de un gobierno, invasión con “concierto humanitario”, invasión por contrato con mercenarios, y sublevaciones con participación de megabandas son apenas una parte del repertorio utilizado hasta ahora. Así que nada tiene de extraño que en apenas un año lo hayan intentado cuatro veces porque, como dice el refrán criollo: perro que come manteca mete la lengua en tapara.

Llamar a votar y cantar fraude anticipado

Otra viejísima manía opositora es llamar intensamente a su militancia a votar y, después, cuando han logrado algunos avances en esa dirección, lanzar anticipadas e infundadas acusaciones de fraude.

No hace falta ser un gran analista político para entender que tales denuncias corren en sentido contrario a la participación masiva, pues las personas que las den por buenas pensarán que no tiene sentido acudir a los centros de votación, si creen que el proceso estará viciado.

Los esfuerzos que otros sectores del antichavismo han realizado para que su gente retome la fe en el sufragio quedan anulados cuando un personaje como Andrés Caleca, quien fue rector y presidente del Consejo Nacional Electoral, siembra dudas acerca de la limpieza de las elecciones presidenciales.

Lo peor de este caso en particular es que Caleca afirme que el fraude se va a ejecutar mediante un aumento en el número de mesas de votación. Sería, definitivamente, mucho más creíble la denuncia si dijera que el CNE planea eliminar centros electorales, es decir, restringir las posibilidades de ejercer el derecho al voto. Pero resulta que es lo contrario. Cosas que sólo entienden los muy ilustres opositores.

Reciclar alianzas con nuevo empaque

Una de las costumbres repetidas de la oposición es presentarse como si fuesen una coalición sólida cuando, en realidad, se trata de alianzas pegadas con alfileres a las que se le ponen nuevos empaques cada cierto tiempo.

La vieja Coordinadora Democrática, la del golpe de Estado de abril de 2002 y del paro-sabotaje petrolero y patronal de 2002-2003, implosionó luego de sus grandes fracasos y resurgió años después como Mesa de la Unidad Democrática. Esta última, a pesar de haber logrado una victoria importante, en 2015, se desbarató y degeneró en algo llamado G4 y más tarde devino en Plataforma Unitaria Democrática (PUD), el ente que llevó a cabo las elecciones primarias en 2023.

Se supone que la PUD debe dirigir la campaña electoral de quien sea su candidato o candidata presidencial, pero comenzó en falso al permitir que en las primarias participaran personas que están inhabilitadas para ejercer cargos públicos. Ahora se encuentran con el hecho de que la ganadora de dicho proceso interno, María Corina Machado, es una de esas personas.

Machado sabe que si se mantiene la inhabilitación (actualmente en consulta en el Tribunal Supremo de Justicia), no podrá ser la abanderada de la PUD, así que se ha inventado una nueva supuesta alianza opositora o, mejor dicho, ha conseguido un empaque publicitario para envolver a una asociación de fuerzas políticas bajo su mando. Veremos si los capitostes de la PUD se dejan meter en ese paquete.

Reciclar el significado del 23 de enero

Una cuarta treta opositora que algunos partidos y dirigentes se empeñan en usar (aunque nunca les da resultados) es la del reciclaje del significado del 23 de enero.

Es algo que los viejos partidos desplazados en 1998 (Acción Democrática, Copei y sus derivados) comenzaron a hacer desde el primer año de gobierno revolucionario. El montaje siempre es el mismo: acusar al gobierno de ser una dictadura, como era la de Marcos Pérez Jiménez, y presentarse ellos como las fuerzas democráticas perseguidas y oprimidas, las mismas que en 1958 lograron poner en huida al tirano.

Año tras año repitieron la misma letanía contra el comandante Hugo Chávez, tratando de que el 23 de enero fuese el punto de partida de alguna revuelta popular. En algún momento, esa invocación perdió fuerza, pero de vez en cuando recurren a ella. Este año lo hicieron de nuevo.

La efeméride nunca ha tenido la potencia esperada por los partidos opositores, entre otras razones porque Chávez, en su momento, y la dirigencia revolucionaria desde entonces, han generado debate en torno a lo que realmente ocurrió el 23 de enero de 1958. Y ya es considerable el sector de la población que ha entendido que ese día se produjo una deplorable traición a los factores populares que lucharon contra la dictadura.

Reciclar el 23 de enero es, entonces, como reciclar la infame deslealtad de los líderes partidistas de la derecha que excluyeron a las fuerzas progresistas y establecieron un sistema a la medida del poder imperial y que fue, en muchos sentidos, tan represivo como la dictadura derrocada.

FUENTE 4F

ENERO, 2024

Hay razones que matan

 NERLINY CARUCÍ

El poeta dadaísta Francis Picabia asomó una tesis interesante y dolorosa, durante la Primera Guerra Mundial: «Lo indispensable es inútil». Esta denuncia fue recuperada, casi un siglo después, por el filósofo alemán-latinoamericano Franz Hinkelammert, en un libro donde argumenta cómo lo indispensable —que es la convivencia, el bien común, la paz, el cuidado de la Tierra— no entra y no puede entrar en el cálculo de utilidad hecho por el sistema-mundo moderno, pues este se basa en la maximización de la tasa ganancia y la tasa de crecimiento de una economía de mercado.

Desde una profunda reflexión, el connotado maestro descolonial señala que ningún cálculo de utilidad propia (como interés meramente individual) revela lo útil e indispensable de lo «inútil». Por ejemplo, preservar la vida en la Tierra es algo indispensable; pero, al hacer el cálculo de utilidad propia, casi todos los Estados deciden «muy racionalmente» seguir aplicando el modelo económico que permite usar la naturaleza al antojo, porque lo importante es garantizar el «progreso» de la «humanidad». Más alarmante todavía: cuando alguien o algún Estado decide que hay que buscar alternativas económicas se le declara «loco e irracional». ¡El mundo al revés! Es decir: la política actúa como servidora de la razón dominante, sin mirar los efectos negativos. Lamentablemente, «los economistas de la economía dominante (señala Hinkelammert) sueñan que son los dueños absolutos de la racionalidad: destruyen la naturaleza, destruyen las relaciones humanas; nos llevan al abismo. Pero jamás van a dudar de que todo eso es sumamente racional».

En su libro Lo indispensable es inútil. Hacia una espiritualidad de la liberación, Hinkelammert nos hace notar que la racionalidad dominante que alimenta las pretensiones de «desarrollo» en las sociedades actuales tiene su referencia «en el valor central del cálculo de la utilidad propia». Para Hinkelammert, ¡sí!, vivimos un tiempo de locura; pero, para esta locura, vale lo que dice Hamlet: «Aunque sea una locura, hay método en ella». Desnudar los juegos de esta locura es fundamental para dejar al descubierto cómo detrás de toda política y detrás de toda producción, hay utopías, hay modelos ideales, que determinan nuestra existencia.

Hinkelammert —valorado como el filósofo más prominente del siglo XXI en América Latina— afirma que, en el sistema-mundo moderno, la naturaleza es inútil, a no ser que sea transformada en capital natural para explotarla; el ser humano es inútil, y hasta «desechable», a no ser que sea transformado en capital humano por explotar en función de su utilidad propia o por otros, que lo quieren explotar en función de sus respectivas utilidades propias.

Esa racionalidad dominante, con su constelación de antivalores, impregna el sentimiento, el pensamiento, la fe de individuos y de colectivos, y en cuanto estos tienden a actuar y a sentipensar «siempre (refiere Hinkelammert) lo indispensable —el ser humano en cuanto ser humano y la naturaleza en cuanto naturaleza— es inútil». Por eso vemos que los actores pueden cambiar, pero, aun así, la racionalidad sigue siendo la misma. De hecho, nunca nos cuestionamos por qué nuestro mayor horizonte de sentido es «crecer», «ser desarrollados», «alcanzar el progreso» y «modernizarnos», aunque este anhelo entre en contradicción con nuestras culturas originarias.

Desde esta perspectiva de los modelos ideales interiorizados, entendemos lo que dice el maestro boliviano Rafael Bautista: «Una cosa es creer en el indio y otra, distinta, es creer en lo que cree el indio». Uno puede creer en lo indígena, hasta ser devoto de la necesidad de ir a nuestras raíces ancestrales para buscar otros caminos, pero como individuo —a quien el sistema-mundo moderno/colonial/capitalista le impone como proyecto único de vida, el «modernizarse», para que haga, del «desarrollo» y el «progreso», su razón de existencia—, bajo la máscara progresista, puede consagrar el horizonte de creencias, prejuicios y valores de la modernidad/colonialidad, como el único posible, y hasta como el más racional. He allí la contradicción.

Es fácil enunciar que queremos preservar la vida en el planeta, pero… qué pasa cuando, al mismo tiempo, nos proponemos «crecer» y alcanzar la producción de un país potencia. Proponernos «crecer» obliga a la importación o al desarrollo de tecnología de punta. Esta tecnología significa, a su vez, una gran cantidad de recursos, humanos, financieros; pero, sobre todo, materias primas y recursos energéticos; es decir: más naturaleza no humana.

El imaginario de «desarrollo» implica una configuración sociocultural en torno al «progreso infinito», que se plantea una sociedad bajo un crecimiento económico ilimitado. De hecho, el mayor triunfo de la racionalidad moderna/colonial es tener congregadas a todas las instancias de la sociedad en función de un supuesto progreso técnico-científico, que siempre promete más para el futuro. La producción ilimitada de bienes materiales es su manifestación más elocuente ―apunta Rafael Bautista, en su libro Del mito del desarrollo al horizonte del «vivir bien». ¿Por qué fracasa el socialismo en el largo siglo XX?―, y a ello le llaman «salto tecnológico». El ideal de izquierdas y de derechas pareciera tener un punto común: «ser desarrollados», «crecer»; a pesar de que esto signifique el sacrificio de varios planetas Tierra.

¡Urge revisar cuál es la razón y la utopía que están detrás de nuestras acciones y nuestras aspiraciones! Tenemos el compromiso de revisar cuál es el modelo ideal que encarnamos en nuestros procesos de lucha. De ahí, la importancia de la transformación político-cultural. Como insisten los filósofos de la liberación, nuestro concepto de riqueza, como acumulación cuantificada de cosas, debe transformarse; pero también nuestro concepto de pobreza. Cambiar estos conceptos exige, a la vez, otro concepto de ciencia y tecnología, que no responda a la irracionalidad de la sociedad del tener, ni a las coordenadas de interpretación colonial.

Al crecimiento, al «progreso», al vivir mejor, hay que anteponerle el vivir bien. El paradigma del vivir bien encierra satisfacción, plenitud, y el estar en paz. En el vivir bien, el estar juntos es el bien supremo. En cambio, el «desarrollo» (que es el desarrollo infinito de la modernidad, y pre-supone vivir mejor) es vacío en sí mismo, porque conlleva la contradicción de la inviabilidad, por estar en guerra contra la naturaleza no humana. Si tenemos un planeta finito, no podemos ni debemos plantearnos un crecimiento infinito. ¡Basta de seguir atrapados en el paradigma de la modernidad y su modelo de crecimiento y «progreso»! Crecer de manera infinita no solo es inviable, sino que es irracional: trae consigo la supresión de la vida.

Pensar lo «inútil» es parte de la transformación. Pensar la transformación es pensar una ética de un indispensable «inútil», el bien común; pero que no sea solo un eslogan, sino una ética concreta del bien común (en palabras de Hinkelammert), que parta de lo real de la realidad para seguir haciendo posible la reproducción y el desarrollo de la vida toda: «Se trata más bien de una ética cuya necesidad la experimentamos todos los días… [Porque la relación mercantil que produce el mercado moderno] no puede discernir entre la vida y la muerte, sino que resulta ser una gran máquina aplanadora que elimina toda vida que se ponga en su camino […] La ética del bien común surge como consecuencia de esta experiencia de los afectados por las distorsiones que el mercado produce en la vida humana y en la vida de la naturaleza […] En cambio, quien no es afectado por estas distorsiones no percibe ninguna necesidad de recurrir al bien común. Puede decir: “Los negocios van bien, ¿por qué hablar de una crisis?”».

Esta ética de la resistencia, de la interpelación, de la transformación, de la revolución es una ética de la responsabilidad por el bien común, en cuanto condición de posibilidad de la vida humana. A juicio del filósofo boliviano Juan José Bautista, «lo que se trata es de recuperar la ética en estos otros términos radicales que Hinkelammert está descubriendo; es decir, ya no basta con hablar solamente de una ética del bien común, es más, ya “no se trata de formular una ética sobre la vida buena”, sino a la condición de posibilidad de concebir cualquier forma de vida humana». He allí el fundamento: la ética necesaria para que podamos vivir. Para ello, J. J. nos deja una pregunta: «¿Cómo tenemos que comportarnos para que la vida humana sea posible, independientemente de lo que pensemos que ha de ser la “vida buena”?». De esta ética se trata: una ética comprometida con lo comunitario, porque la vida es comunitaria.

Pensar, a fondo, la transformación es asumirnos naturaleza consciente para hacernos responsables de la reproducción de la vida: entender que la naturaleza no está ni al frente ni debajo de nosotros/as: está en nosotros/as… es comprender que nosotros somos naturaleza; no hacerlo es continuar entrampados en la lógica moderna/colonial de ver a la naturaleza no humana como un objeto para nuestro «bienestar». Pensar, a fondo, es reconocer que una transformación que no sea ecológica no tendría la capacidad de responder a los retos actuales, del momento histórico presente. He ahí la ética comunitaria, una ética política que luche por el postulado dusseliano de la vida perpetua… que redima la vida de los oprimidos, incluyendo la de la madre tierra. Una ética que nos permita entender que asesinato es suicidio. Una ética que apunte a una transformación de las relaciones de producción y de los modelos de consumo dominantes, así como de las relaciones humanas. «Se trata de la ética de la convivencia que hace falta promover ―detalla Hinkelammert―. Se trata de la convivencia a todos los niveles: de la humanidad y de cada uno de los grupos humanos que, al constituirse, se institucionalizan y desarrollan la ley y el cálculo de utilidad propia con sus respectivas maldiciones. […] Es la transformación de la sociedad entera, pero siempre pensada en función del enfrentamiento con la maldición que pesa sobre la ley y el cálculo de la utilidad propia. Se trata de una sociedad en la que quepan todas y todos, y toda la naturaleza también».

Pensar la transformación, en tanto transmutación, no como reforma (el reformismo, como advierte Enrique Dussel, se basa en un aparente cambio, que perpetúa una institución o sistema particular), solo es posible si parte desde otro modelo ideal. Dicho de otra manera: pensar la transformación es dejar de ver el «progreso» como el estandarte del avance de la humanidad y asumir mediaciones de culturas ancestrales, hasta ahora despreciadas, que pueden significarnos, realmente, una importante brújula para hacer caminos de supervivencia en el planeta; no hacerlo implicaría recaer en el mismo horizonte de lo cuestionado y no trascenderíamos hacia lo distinto.

Hoy, más que nunca, tenemos el compromiso con el presente, con los que lucharon y soñaron antes que nosotros/as, así como con las generaciones futuras, de repensar la espiritualidad de la revolución que queremos. Recordemos que lo que permanece en el tiempo es lo que tiene raíz; ¡la comunidad tiene raíz! «Sin esta dimensión ética y espiritual, cualquier acción política se transforma en un trampolín para el poder (reitera Hinkelammert), lo que corrompe desde adentro la participación en los movimientos de liberación. Aparece un cálculo de utilidad propia, que corrompe cualquier compromiso con un proyecto de liberación».

Quizá a algunos les parece que este enfoque es un poco «comeflor» o «inútil». Pero, en medio de la encrucijada de hoy, «hogaño está planteando seriamente (diría el historiador venezolano Luis Cortés Riera) un “reencantamiento del mundo”, pues la diosa razón solo ha traído atrocidades» —yo añadiría—: y la crisis global de nuestro tiempo. La pedagogía de la transformación para la liberación plena de los pueblos requiere conciencia de la realidad de la dominación de la totalidad del orden actual, para que las victorias en un campo de lucha no tiendan a coexistir con derrotas en otros campos. ¡Es imposible hacer transformaciones con la racionalidad (léase: irracionalidad) dominante! ¡Es imposible hacer revolución desde una razón que mata!  



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