por Kaos. laboral y Economía
La huelga ha tenido un seguimiento masivo en la industria –especialmente evidente en las grandes empresas-- y en el transporte. Cientos de miles de personas han secundado las protestas en las principales ciudades de todo el Estado, que han quedado colapsadas por la marea de manifestantes.
Las organizaciones sindicales han culminado la jornada de huelga general con manifestaciones multitudinarias. Cientos de miles de personas han secundado las protestas en las principales ciudades de todo el Estado, que han quedado colapsadas por la marea de manifestantes. La huelga ha tenido un seguimiento masivo en la industria –evidente en las grandes empresas-- y el transporte, y menor en el comercio y el sector público, con una notable caída del consumo eléctrico.
No vamos a dar datos de participación, porque no queremos entrar en el absurdo juego de cifras en el que se mueven siempre en este tipo de convocatorias el gobierno y los sindicatos, simplemente nos queremos quedar con la percepción que cada uno de los militantes de izquierdas que ayer salimos a las calles pudimos desarrollar por nosotros mismos, y esas sensaciones, además de los datos objetivos que nos proporcionan las mediciones no manipuladas ni sesgadas de la caída de la demanda eléctrica, demuestran que la jornada de ayer estuvo a la altura de, como poco, la huelga de 2002 contra el gobierno de José María Aznar. ¿Qué mal da si ha tenido un seguimiento del 77%, como dicen los sindicatos, o de un 80 o un 60%? Lo importante es que ayer, como se esperaba pese a los agoreros, la clase trabajadora volvió a ponerse en pie contra la reforma laboral, y, en general, contra las políticas de recortes antiobreras impulsadas por este gobierno al servicio del capital. Mención especial merece Euskal Herria, nación donde el seguimiento a la huelga tuvo un mayor éxito, y, donde, allí sí, el apoyo a la convocatoria fue prácticamente del 100%, sin ningún lugar para la manipulación de las cifras o para sembrar la duda por parte de nadie.
Dicho gobierno por su parte, como era de esperar, ha minimizado la huelga y se ha reafirmado en su política antisocial, por boca de la directora general de Política Interior y de la ministra Báñez, que ha afirmado que "La senda reformista es imparable” y ha insisto en que la reforma laboral "no se va a cambiar", porque ya recibió el respaldo mayoritario del Congreso, que es "donde reside la soberanía nacional". La calle dice una cosa y el parlamento, supuestamente democrático, otra: una demostración más, la enésima, de que “lo llaman democracia y no lo es”. No obstante, lo reconozca o no lo reconozca públicamente, seguramente que, a nivel interno, Rajoy y sus secuaces tomaron ayer buena nota de todo lo acontecido, y se fueron a la cama con un hondo convencimiento: sus políticas al sevicio del poder económico no le van a salir gratis ni les va a ser tan fácil doblegar a las clases trabajadoras como pudieran haber creído por el apoyo electoral que venían teniendo. Incluso contando con todos los esquiroles que ayer no secundaron la huelga, y los muchos trabajadores traidores de su propia clase, votantes del PP, que los seguirán apoyando pase lo que pase, así fuese el mismo Rajoy en persona a quitarle directamente el pan de sus bocas o de las bocas de sus hijos.
La respuesta de los dirigentes de CCOO y UGT, como también era previsible y tras reivindicar el éxito de la huelga, es volver a exigir la negociación, advirtiendo al Ejecutivo de que tiene hasta el próximo 1 de mayo para hacer un gesto o recrudecerán la protesta social. Pero de momento todo lo que anuncian es que llevarán la reforma laboral al Defensor del Pueblo y a la Oficina Internacional del Trabajo y que se dirigirán a los grupos parlamentarios del Congreso para que agilicen la tramitación de la Iniciativa Legislativa contra la anterior reforma laboral, la de Zapatero. Es decir, exigencias de negociación de una ley que el gobierno afirma categóricamente que piensa mantener y medidas simbólicas que tampoco le harán cambiar de parecer, escudado tras una cómoda mayoría parlamentaria, mientras endurecerá los recortes de derechos sociales con, como mínimo, los presupuestos de este año y los del próximo, sometido a los dictados de la dictadura del capital financiero europeo. Toxo y Méndez hablan incluso de que "Hay que buscar un compromiso con el Gobierno para remar unidos en la misma dirección”, disculpando a la Unión Europea de la política del gobierno (“no cabe la excusa de Bruselas”).
De momento Toxo y Méndez sólo advierten de que “alguna idea” tienen sobre qué pasos dar después del Primero de Mayo si el gobierno sigue en sus trece. Y las ideas de las que hablan, según indica el País, se planean como horizonte ¡los Presupuestos de 2013! No los que se presentan hoy, los de 2012, sino los del próximo año, cuando el déficit tiene que llegar al 3% del PIB.
Por lo tanto, nada de continuidad de la huelga general o algo parecido, ante un gobierno envalentonado que se reafirma en sus planes. El éxito de la huelga general, sin embargo, ha abierto una nueva y poderosa perspectiva: ha desatado un potente movimiento de protesta de la clase trabajadora que difícilmente podrá ser encorsetado por la burocracia dirigente de CCOO y UGT, menos todavía con la que se avecina. Esa es la apuesta y la esperanza.
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