jueves, 18 de noviembre de 2010

Aafia Siddiqui: Una mujer víctima del brutal sistema judicial yanqui.

Hernán Mena Cifuentes


Las cárceles de EE UU están repletas de presos, la mayoría,  autores  de todo tipo de delitos, pero en sus celdas también se hallan recluidos miles de seres inocentes como Aafia Siddiqui, víctima de un brutal sistema judicial al servicio del stablisment,  históricamente utilizado por el Imperio como arma ideológica y política para destruir a todo aquel que a su juicio constituya una amenaza para su existencia.

Siddiqui, talentosa científica paquistaní, doctora en genética egresada del Instituto Tecnológico de Massachusettss, fue secuestrada y mantenida en secreto prisionera junto con uno de su pequeños hijos en la base militar y centro de tortura del Ejercito de EE UU en Bagram, Afganistán durante cinco años y luego llevada a Paquistán de donde fue extraditada a EE UU, donde fue  juzgada y condenada a 86 años de prisión, acusada de intentar asesinar a dos agentes secretos y dos militares yanquis que la interrogaban.

El drama  vivido por  esa mujer, cuya inocencia defiende el pueblo paquistaní realizando frecuentes masivas marchas de protesta al igual que destacadas personalidades, medios y organizaciones defensoras de DD HH del mundo que exigen su libertad, comenzó a partir del 11-S, al desatarse la “cacería de brujas” decretada por George W. Bush en su país contra todo lo que significara Islamismo, y Aafia era una islamista que vivía en Boston, con su familia, conformada por su esposo y dos hijos.    

Temerosa de que la espiral de odio religioso patriotero promovido por el mandatario y los “halcones” de Washington  los alcanzara, la familia se trasladó a su país de origen y meses después, su nombre sin razón aparente o prueba  alguna, el Departamento de Justicia elaboró una lista publicada por los medios en la que aparecía  su nombre y fotografía, solicitada  como uno de “los siete terroristas más buscados” ofreciendo una recompensa millonaria por su captura.

El 3 de marzo de 2003, la científica desapareció misteriosamente  de su residencia de Karachi junto con sus hijos, y desde entonces no se supo más de ella, hasta que una prisionera británica, Moazzam Begg la mencionara en su libro, El Combatiente enemigo, y cinco años mas tarde, el 6 de julio de 2008, otra mujer, la periodista también británica, Yvonne Ridley, hizo a través de un reportaje u llamado “para ayudar a una mujer que se cree que los estadounidenses mantienen en aislamiento en Bagram.”

Las torturas, violaciones y demás actos infamantes perpetrados contra esa delgada y frágil dama de apenas 5 pies 3 pulgadas de estatura a lo largo de su cautiverio, se enmarca en el brutal proceso de  sufrimiento padecido por miles de prisioneros islamistas como ella en esos antros de horror indescriptible como Guantánamo, Abu Ghraby, Bagram, las cárceles secretas de la CIA en Europa, Egipto y la base militar yanqui de la isla Diego García, donde muchos barcos fueron convertidos en cárceles flotantes.

Los captores de la genetista, tal vez temerosos de que explotara un escándolo similar al de Abu Ghrabi, liberaron al hijo mayor de Aafia devolviéndolo a la familia luego de permanecer cinco años cautivo junto con su madre y lo mismo hicieron con una niña llamada Fátima, criatura que portaba en su vientre cuando fue detenida y cuyo ADN una vez examinado coincidió con el del primogénito de la científica, a la que dejaron abandonada frente a la casa de su hermana en Pakistán.

Pero, de  la suerte de la doctora no se supo más hasta que en 2008,  se publicó la noticia, a todas luces absurda y ridícula de que Aafia Saddiqui había resultado gravemente herida por uno de los dos agentes FBI que junto con dos oficiales yanquis la interrogaban en un cuartel de la provincia afgana de Ghazni, quienes afirmaron -sin pruebas ni testigos- haber disparado en defensa propia, luego que  la mujer les disparara con un fusil M-4 que había robado a un militar yanqui, sin lograr herir a ninguno de ellos.”

Los proyectiles  supuestamente disparados por Aafia nunca se encontraron en las paredes ni en el techo de la habitación, como tampoco sus huellas digitales en el fusil, pero sí las dos balas que se alojaron en el abdomen de la científica, quien nunca fue acusada oficialmente de “terrorismo”, como lo hicieron los medios mercenarios al bautizarla “Lady-Al Qaeda”, y la condena de 86 años a la que se le sentenció, fue precisamente por haber atentado contra las vidas de sus interrogadores.

Fue una farsa, un mal  montaje sin ninguna prueba que probara el intento de asesinato que el juez le atribuyó a una mujer a  la que envió a uno de los tétricos calabozos de una cárcel estadounidense, donde se hallan recluidos otros miles de seres humanos inocentes como ella, condenados injustamente por un sistema judicial, diseñado como herramienta del Imperio para castigar con penas de prisión o de muerte a quienes consideren enemigos del Stablisment.

Así lo considera Cindy Sheehan, la famosa activista estadounidense cuyo hijo murió en Iraq,  convertida en símbolo de rechazo y repudio a las guerras como la desatada también por el Imperio en Afganistán, rechazada por la inmensa mayoría de pueblo estadounidense, al  ver  cómo sus hijos mueren   absurdamente en esa guerra que EE UU está  perdiendo, y que sólo la tozudez y  soberbia  de sus militares la están prolongando.

Cindy publicó el 16 de octubre, un  revelador y conmovedor artículo titulado la Injusticia en la Era de Obama,  en el que desmantela con argumentos sólidos y precisos el andamiaje de calumnias, falsedades y mentiras  que llevaron a la detención de Siddiqui durante el gobierno de George  W. Bush, criminal conducta  seguida por la actual administración yanqui, al ser juzgada y sentenciada a una pena tan alta por un tribunal, sin ninguna duda al servicio del Stablisment. 

La historia de EE UU registra otros actos tan abominables como ese, cometidos en los últimos 125 años  por el sistema judicial estadounidense, a través de sus verdugos, jueces implacables e inconcientes,  autores de sentencias, criminales aberraciones jurídicas  que hasta nuestras días permanecen impunes, pero que más temprano que tarde serán revisados y condenados y como dijo Horacio: La justicia, aunque anda cojeando, rara vez deja de alcanzar al criminal en su carrera.”

A espera de ese día está una legión de héroes y mártires, victimas de las más crueles e injustas sentencias que los  llevaron a morir en la horca, la silla eléctrica, o esa muerte lenta que significa una pena de 86 años de prisión como sucedió con Aafia Siddiqui, inocente mujer quien fue condenada a salir muerta de su celda.

Allí están, como fantasmas cuyo dedo acusador debieron provocar horribles pesadillas en el sueño de los jueces que los condenaron y llevaron a la horca, siendo inocentes, a los “Mártires de Chicago el 11 de noviembre de 1886,  cuya memoria es honrada por el mundo con el Día Internacional del Trabajador ( menos en EE UU) por defender los derechos de la clase humilde y trabajadora.

Allí está también, el recuerdo convertido en pesadilla para la justicia yanqui, la condena a prisión decretada en 1920 contra Eugene Debs, fundador del partido socialista de EE UU y promotor del movimiento obrero en el país;  el vergonzoso y criminal juicio contra los inmigrantes italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, acusados falsamente de asalto y homicidio y ejecutados en la silla eléctrica en 1927.

Y más recientemente, el proceso adelantado contra los cinco luchadores cubanos contra el terrorismo, recluidos en prisión desde hace doce años, acusados de espionaje y conspiración para cometer asesinato,  calumnia  vil que ha levantado  una ola de protesta mundial protagonizada por gobiernos, estadistas, premios Nobel y otras relevantes personalidades y organizaciones internacionales defensoras de los DD HH que exigen su liberación.

Por eso es que la Humanidad, en nombre de Aafia Siddiqui, de los cinco héroes cubanos y demás víctimas de sus infamantes e condenas, seguirán denunciando a un sistema judicial diseñado para destruir a quien juzgue como enemigo de un Imperio condenado a perecer como todos los que un día pretendieron conquistar al mundo por encima de la Justicia, valor universal e imperecedero que aun que tarda, al final siempre triunfa sobre el crimen.

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