Lágrimas bajaron del cielo atormentado de tanta contaminación creada por el ser humano, lágrimas inundaron las calles contaminadas del sucio creado por el ser humano, ¡tantas lágrimas, tantas! que bañaron el rostro de viejos, adultos y niños.
Ríos de lágrimas destruyeron vidas humanas, sus bienes e inmuebles. Una vez más a causa de la tragedia los seres humanos se unen para darse abrigo, para darse apoyo. Los políticos por momentos se unen también y se olviden de sus propios intereses para sola pensar en el interés de todo un pueblo sufrido.
Emociones van y vienen, ideas van y vienen, unas acertadas otras no tanto, la visión está urgida, confundida y se piensa en apuro y como dice el refrán “del apuro sólo queda el cansancio”. El torrente de lágrimas cesó externamente pero permanece en el corazón de todos y el problema de muchos ahora es de todos, ya no son familias separadas en lugares distintos, ahora tantas familias conforman una sola.
En Venezuela sus habitantes se caracterizan por encontrar la alegría en medio de las tempestades, esa es nuestra fuerza. Ya viene la Navidad, la ilusión está debilitada, pero allí está, por allí suena una gaita, un aguinaldo, y de una fortaleza humana sale la invitación a vivir una bonita navidad y cada uno desde sus rincones, desde sus refugios pone un poquito de su parte, traspasando su tristeza y entre todos se va adornando su hábitat de amor, paz, alegría y navidad.
Ojala este sea el sentimiento que prevalezca y que aprendamos de todo lo que llevó a que el cielo expresara sus lágrimas, ojalá que en medio de este profundo sentimiento no se escapen egoísmos dados por la sobrevivencia. Ojalá que quienes tengan el poder de prestar la mayor asistencia para dar bienestar a todos los afectados no caigan en politiquerías, en pugnas y entonces no logren los proyectos prometidos. No es hora para participación partidista, es la hora de trabajar todos como hormiguitas y lograr resultados eficaces y por lo tanto duraderos. No es la hora de discutir lo que no se hizo, es hora del hacer y del buen hacer y esto nos concierne a cada uno de los habitantes de Venezuela, por no decir del mundo entero.
No queramos, por favor, más lágrimas, más dolor; no más mentiras y engaños, no más promesas que se las lleva el viento. No queramos hacernos los locos y no saber que todos tenemos culpa, de que torrentes de lágrimas enjuaguen nuestra vida social a causa de nuestra inconsciencia, porque cada uno sabe de lo que peca y sino lo saben se los señalo: tiramos basura de toda chuchería que comemos, de cigarros, latas, botellas de vidrio, plásticas, tiramos en los barrancos todo los bienes que no queremos, escuchamos música a todo volumen, tocamos la bocina con desesperación, talamos árboles a diestra y siniestra, construimos mal por ahorro y apuro. Por otro lado, vivimos en chismes, en rumores, en paranoias, en quítate tu pa poneme yo, en que tu eres pobre y yo soy rico, tu tienes poder y yo no; trabajamos más y nos miramos menos, grabamos más y nos vemos y escuchamos menos.
Mi Venezuela querida lo que necesita es de seres humanos vivos, anhelantes, amorosos, participativos, honestos; seres humanos que pongan su profesionalismo y habilidades al servicio de proporcionar el mejor bienestar a su familia pequeña y a la gran familia de Venezuela.
No necesitamos hacer una ciudad dentro de otra ciudad, esto podría ser el caos, no necesitamos quitar fuentes ecológicas que nos proporcionan mejor ambiente.
Lo que se necesita es que cada ciudad de cada Estado de Venezuela funcione lo mejor posible para sus habitantes (buen hogar, buenos negocios, empleos, escuelas, universidades, supermercados abastecidos con todo lo necesario, buenas vías, buenos transportes, y no tantos, mas bien pocos pero bien organizados por rutas, vehículos, los necesarios sin exagerar, etc.) y así entonces nadie tendrá que salir a buscar una mejor vida fuera de su ciudad o fuera de su país.
Hay que sentarse y desde la calma sentir amorosamente, pensar, proyectar y hacer lo más apropiado, lo más útil, y con mucho cuidado para no afectar más la convivencia, es decir no hacer de la ciudad un hacinamiento, una ciudad invivible y que siga trayendo lágrimas a nuestra existencia.
Mi Venezuela querida y sus habitantes merecemos todo el esfuerzo que cada uno pueda poner para lograr una mejor vida, nuestro país tiene con qué: tierras maravillosas, mares limpios y sabrosos, ríos deliciosos, alimento variado y exquisito y lo mejor de todo, gente bella, buena, trabajadora, amable, no perdamos nuestra idiosincrasia y ya decidámonos a VIVIR UNA BUENA VIDA que pa luego es tarde.
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