Esa terrible sensación de un estornudo que amenaza, y uno arruga la nariz, se aparta por si acaso, busca el sol para apurar lo que parece inevitable y ahhh…. ahhh… ahhh… ¿Uh?. Y no pasa nada: el estornudo no llegó.
Eso es lo malo de los estornudos: que a veces, uno está convencido de que ya vienen, que ya están aquí pero no, nos dejan con piel de gallina y una morisqueta en la cara, y en cierta forma, haciendo el tonto ridículo de haber anunciado con certeza, y con mucha exageración, la inevitable llegada de algo que nunca llegó.
Como esos estornudus interruptus son las angustias opositoras: Que nos van a quitar a los niños, que ya vienen, que el año pasado no se atrevieron pero, después de las elecciones, sé y de muy buena fuente, que se los van a llevar... ahhh...ahhh...ahhh…¿Uh?. Que vienen por nuestra propiedad privada, que primero el apartamento en la playa y luego una familia cubana en cada cuarto de nuestra casa en la ciudad. Que los colegios privados se van a convertir en centros de adoctrinamiento con burundanga. Que van a prohibir la minifalda, el rimmel y el botox. Que van a prohibir el internet, que lo dijo Julio Borges en 2001 ahhh...ahhh...2002...ahhh...2006...ahhh...2007, 2008, 2009, 2010...ahhh…ahhh...ahhh… ¡twit! ¿Uh?
Y como estornudus interruptus son también sus deseos: “Bush help us, Chávez is a killer”, que vengan los marines y nos salven de este comunismo, que abajo la voluntad popular en nombre de nuestra democracia, que estrellen esos barcos petroleros contra el puente, que viva el sabotaje, que viva el paro que con esto sí que cae… Que hubo fraude, que ya viene Ramos Allup con la pruebas ahhh...ahhh...ahhh…¿Uh? Como no vienen los marines que vengan los paracos o en su defecto que nos invada Colombia, que el supercomputador de Reyes dice de todo, que la Eta, las FARC, qué lástima que Uribe se fue. Que se hunda el país conmigo a bordo, que no importa con tal de salir de esta pesadilla que nunca cuaja...ahhh...ahhh...ahhh...
Lograr uno de esos imposibles estornudos nos produce el pequeño y extraño placer de una tonta certeza cumplida. Ese “te lo dije” que nos hace sentir sabios, importantes, capaces de ver lo que creemos que nadie supo ver -aunque todo el mundo lo haya visto-.
Con esa ingenua arrogancia esperan nuestros opositores el terrible estornudo que antecede a una peste mortal. Lo desean porque creen que si sus miedos y deseos se cristalizan, si les quitaran a sus hijos llegarían los marines que tanto han invocado y se acabaría Chávez y la revolución. Lo desean sin que sus cabecitas de gente pensante de este país les adviertan que si sus estornudos interruptus dejaran de serlo y estornudaran, no habría placer porque no quedaría un alma a quien decirle: ¿Viste? Te lo dije.
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