jueves, 30 de diciembre de 2010

¿Es revolucionario el prejuicio?

Roberto Hernández Montoya 



Si te comportas como el enemigo, eres el enemigo.
  Luis Alberto Lamata
A nadie me perjudica que una persona sea gorda, flaca, alta, baja, narizona, india, negra, judía, tailandesa, moldava, árabe o húngara. Tampoco perjudica la preferencia sexual de nadie, ni si tiene la nariz larga o breve, ni si su edad es avanzada, si es joven, o si profesa cualquiera de las religiones en oferta o ninguna. Esos rasgos no me dicen nada bueno ni nada malo de esas personas. No son rasgos que se escogen, incluso la religión, pues se suele nacer en ellas, salvo los que eligen otra religión después de adultos, que es otro derecho que también se tiene. O no tener religión. Pero nadie elige ser de piel oscura o de cabello rubio. Ni es responsabilidad de nadie nacer mujer o nacer varón.
  Cada quien elige su profesión: barbería, contabilidad, música, o dedicarse al robo y/o el asesinato. Aunque a veces ni tanto, porque una sociedad injusta no tiene derecho moral a juzgar a quien roba. Puede que lo tenga legal, pero no moral. Otra cosa es estar en capacidad de elegir robar o no y decidir robar y asesinar, para hacerse de una fortuna descomedida. Hacer lo que hicieron los estafadores inmobiliarios, por ejemplo. Otra cosa es el ladronzuelo que se roba unas gallinas para comer o a la chica a quien la televisión convenció de que tener unas sandalias caras es chic y se las roba en una tienda o le asalta el Blackberry a una compañera de trabajo que lo dejó en el baño. Eso es diferente y tema para otro momento. Aquí quiero hablar del prejuicio, del pre-juicio, del juicio previo que uno se hace ante un gordo o una rubia antes de tratarla y conocerla.
  Veo en el discurso de muchas personas sinceramente comprometidas con la Revolución argumentaciones homofóbicas, por ejemplo. Hemos logrado desterrar el racismo, pero no hemos tenido la misma madurez para superar la homofobia, el sexismo y los prejuicios hacia gente que consideramos fea o vieja o de baja estatura, etc., que son asuntos que no vienen al caso a la hora de hacer un juicio moral o político sobre nadie.
  A mí me perjudica que alguien sea fascista, no que sea de baja estatura o de preferencia homosexual. Tampoco me perjudica el sobrepeso de nadie, ni si parece una morsa o si se peina horrible. Ni si se combina mal la ropa o se puso bótox o “se hizo las lolas”.
  De todo eso hay tanto en la oposición como en la Revolución. Puedo citar, y no cito, varias sifrinas que son revolucionarias probadas. Y no las cito porque eso no importa para nada. Han dado pruebas evidentes de su compromiso revolucionario y eso me basta. Y sifrinos también.
  Aprovechemos estos días de descanso para pensar en estas cosas y hasta para hacer una de esas promesas de fin de año, como dejar de fumar, terminar la tesis y dejar de condenar a alguien porque es lechuguino, petimetre o mariposita. Dejemos eso a la oposición, que execramos precisamente por su carácter prejuicioso, una de las formas más tristes de la imbecilidad.
durisimo@cantv.net


No hay comentarios: