viernes, 24 de abril de 2009

Vino nuevo en odre viejo.

Gustavo Márquez Marín.

“…Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; pues de otro modo, los odres revientan, el vino se derrama, y los odres se echan a perder…” Mateo 9, 14-17 La cita evangélica expresa lo ocurrido en el G-20. En lugar de plantear salidas estructurales a la crisis, la declaración del grupo siguió la ruta trazada por principal responsable, Jorge W Bush, quien en la cena que ofreció el 14.11.2008 en la Casa Blanca a los líderes de los estados miembros, hizo una defensa ardorosa del sistema de libre mercado calificándolo como “el camino más seguro hacia el crecimiento económico”, añadiendo luego: “es cierto que esta crisis incluye fallas de líderes y prestatarios, de compañías financieras, de gobiernos y de reguladores independientes; pero esta crisis no es una falla del sistema de libre mercado, y la respuesta no es tratar de reinventar ese sistema”. El G-20 concluyó otorgándole USD 1.1 billones al FMI y BM. Le dio un espaldarazo a éstos organismos controlados por EEUU y sus aliados, los cuales han operado como instrumentos generadores de las crisis, al promover la mundialización del modelo neoliberal neocolonial, en cuya base ideológica se sustenta un sistema financiero global que estimula la desviación del proceso de acumulación de capital hacia la especulación, en lugar de orientarlo hacia el desarrollo de la economía real y hacia la superación de las grandes asimetrías socioeconómicas existentes entre dichas potencias y los países periféricos. Ese modelo, como en los juegos de azar, estimula la inversión a partir del riesgo. Cuando éste sube, también sube la remuneración al capital dinero. Si en verdad se restringiera el libre movimiento de los capitales, se regularan los mercados y las calificadoras de riesgo, se afectaría la dinámica de acumulación capitalista basada en el lucro y ello, teóricamente haría colapsar el sistema debido al estancamiento y caída de la tasa de ganancia. Esa expectativa tendencial va en dirección opuesta a la superación de las crisis recurrentes del capitalismo.

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