En el proyecto de Ley Orgánica de Contraloría Social en la exposición de motivos expresa que: “el uso ineficiente, el despilfarro y la corrupción en el uso de los recursos públicos, son males que debilitan fundamentalmente a la revolución y tienen como aliados al burocratismo, el lujo, la mentira y a la injusticia, por eso hay que crear mecanismos poderosos para extirpar estos males, es un problema de cultura política, de mentalidades y de falta de participación ciudadana” (Julio 2010)
En este artículo me centraré en la cultura política que tenemos los venezolanos y venezolanas actuemos o no directamente en el Estado/Gobierno o militemos o no en partidos políticos porque cuando hablamos de cultura es algo que arropa todas las esferas de la vida social, como la familia, la religión, la educación, lo económico, etc. La cultura política se produce de la dialéctica permanente entre los actores sociopolíticos, el factor económico-tecnológico y las condiciones históricas propias que van a permitir tarde o temprano develar los antagonismos y las contradicciones de los seres humanos y las estructuras y sistemas donde se desenvuelven sus acciones. De este fenómeno surge una producción cultural, en nuestro caso político.
Cuando se estudia la cultura política tiene muchos matices y aspectos por abordar, lo burocrático será el aspecto a resaltar en esta entrega. En principio es necesario situarnos en el concepto de burocracia y burocratismo. Ander Egg propone cuatro perspectivas donde se asume ambos conceptos: 1) Un sistema de organización definida por un conjunto de actividades precisas para la consecución de unos fines dentro de una estructura jerarquizada de funciones, no de personas, en el cual los derechos y deberes están fijados de manera impersonal y, en principio racional; 2) Un tipo de funcionamiento de los organismos marcado excesivamente por la letra de los reglamentos y por una rutina que resiste la transformación de esos reglamentos; 3) Influencia excesiva de los funcionarios y empleados de las grandes organizaciones, especialmente de la administración pública; y 4) Se utiliza peyorativamente para designar una capa social separada de la masa, que se dice al servicio del pueblo o de los afiliados, pero que se aprovecha de la situación de dominio. (1998:181). Debemos considerar que el primero se asume por la misma práctica del Estado, quien tiene fines públicos al cual debe organizarse para responder satisfactoriamente las demandas sociales. No así los otros, quienes tergiversan su razón de ser y se hacen ineficaces e ineficientes para responder a los retos y desafíos que comportan la función pública.
Para la mejor comprensión de estos últimos es bueno recordar al Che Guevara en su discurso El Burocratismo (1963) quién hace una crítica de los inicios de la Revolución al sistema gubernamental cubano que venían desarrollando donde se observa serios problemas burocráticos como: la falta de interés por resolver problemas dada la ausencia de convicciones revolucionarias o por el contrario, el libre arbitrio de los dirigentes en resolver cada uno a su manera los problemas concretos sin respetar principios y líneas de acción establecidos, las prebendas, los privilegios y el servilismo de algunos, el aumento de normas y procedimientos para evadir responsabilidades o defenderse de la irresponsabilidad de otros, la falta de método, organización y planificación, el freno en el flujo de información hacia arriba y hacia abajo, la distorsión de las órdenes, el aumento injustificado de personal hacia tareas que amerita mas método que gente, la duplicación de funciones y de recursos, la centralización excesiva sin la coordinación con otros entes descentralizados, la falta de visión macro de los problemas que los llevaba a focalizarlos sin vincularlos a otras realidades por lo que los resultados y soluciones en el tiempo no fueron del todo positiva. La falta de conocimiento técnicos propios del trabajo a realizar. Las tomas de decisiones a la carrera y sin un análisis profundo. Las reuniones y discusiones interminables, ausentes de perspectivas claras, sin tener nadie la autoridad suficiente para proponer un criterio válido. Todo esto llevaba a una parálisis del sistema y de las tomas de decisiones para la resolución de los problemas del pueblo.
Esto nos ayuda a visualizar el problema del burocratismo, que a pesar del tiempo y contexto cubano de los años 60 que nos separa de la realidad venezolana a diez años del siglo XXI, este panorama caracteriza muchas formas de proceder de instituciones y funcionarios públicos estadales y gubernamentales en el ámbito nacional, regional, municipal y ahora, comunitario. Lo importante es destacar el costo económico y social de esta maraña burocrática. ¿Quién lo paga? Ya sabemos que nuestro erario público, gracias a la riqueza proveniente del petróleo, nuestro bien común que debe ser debidamente administrado, pero también, la ciudadanía cuando la acción del Estado/Gobierno no le garantiza un servicio de calidad eficiente y eficaz.
Necesitamos hacer contraloría social de nuestra forma cultural de hacer el Estado y administrar los recursos, gerenciar el personal y gestionar los procesos de la cosa pública. No debemos olvidar la historia reciente de la democracia representativa cuando sus protagonistas favorecieron el despilfarro, el robo, la corrupción, la arbitrariedad, el conformismo, la rutina negando y eliminando todo tipo de iniciativa y expresión creativa, el servilismo, la búsqueda de privilegios, el amiguismo y el compadrazgo, la impotencia y el parasitismo.
Subvertir este orden exige deconstruir el Estado que tenemos para construir el que queremos y necesitamos. Y esta tarea no se hará sin reconocer la cultura subyacente que tenemos como seres humanos, ciudadanos y profesionales venezolanos respecto al Estado mismo y nuestra manera de proceder cuando se trata de este.
Solo ciudadanos y ciudadanas que asuman los principios y valores de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela con ética social, con competencia tecno-política y con responsabilidad ante los destinos del país pueden ejercer critica y conscientemente el derecho y el deber de la contraloría social como una forma de participación individual o colectiva que llevan al cambio de los individuos y a la transformación de las estructuras.
Y para hacerlo es necesario el debate público de nuestras virtudes y vicios. Las virtudes para fortalecerlos y los vicios para superarlos dado el impacto negativo que tiene en nuestra cotidianidad y en las futuras generaciones. No olvidemos que hoy vivimos las consecuencias de los actos de otras generaciones que permisivas, ignorantes, apáticas e indiferentes dejaron que las cosas pasaran y se hicieran, estando ausentes la conciencia y la acción social para confrontarlas a tiempo y a destiempo. Necesitamos abrir caminos para que la Contraloría Social se promocione como un espacio de aprendizaje y se consolide en la práctica social pública y privada.
alicesocorro2000@yahoo.es
*Profesora de la UBV
En este artículo me centraré en la cultura política que tenemos los venezolanos y venezolanas actuemos o no directamente en el Estado/Gobierno o militemos o no en partidos políticos porque cuando hablamos de cultura es algo que arropa todas las esferas de la vida social, como la familia, la religión, la educación, lo económico, etc. La cultura política se produce de la dialéctica permanente entre los actores sociopolíticos, el factor económico-tecnológico y las condiciones históricas propias que van a permitir tarde o temprano develar los antagonismos y las contradicciones de los seres humanos y las estructuras y sistemas donde se desenvuelven sus acciones. De este fenómeno surge una producción cultural, en nuestro caso político.
Cuando se estudia la cultura política tiene muchos matices y aspectos por abordar, lo burocrático será el aspecto a resaltar en esta entrega. En principio es necesario situarnos en el concepto de burocracia y burocratismo. Ander Egg propone cuatro perspectivas donde se asume ambos conceptos: 1) Un sistema de organización definida por un conjunto de actividades precisas para la consecución de unos fines dentro de una estructura jerarquizada de funciones, no de personas, en el cual los derechos y deberes están fijados de manera impersonal y, en principio racional; 2) Un tipo de funcionamiento de los organismos marcado excesivamente por la letra de los reglamentos y por una rutina que resiste la transformación de esos reglamentos; 3) Influencia excesiva de los funcionarios y empleados de las grandes organizaciones, especialmente de la administración pública; y 4) Se utiliza peyorativamente para designar una capa social separada de la masa, que se dice al servicio del pueblo o de los afiliados, pero que se aprovecha de la situación de dominio. (1998:181). Debemos considerar que el primero se asume por la misma práctica del Estado, quien tiene fines públicos al cual debe organizarse para responder satisfactoriamente las demandas sociales. No así los otros, quienes tergiversan su razón de ser y se hacen ineficaces e ineficientes para responder a los retos y desafíos que comportan la función pública.
Para la mejor comprensión de estos últimos es bueno recordar al Che Guevara en su discurso El Burocratismo (1963) quién hace una crítica de los inicios de la Revolución al sistema gubernamental cubano que venían desarrollando donde se observa serios problemas burocráticos como: la falta de interés por resolver problemas dada la ausencia de convicciones revolucionarias o por el contrario, el libre arbitrio de los dirigentes en resolver cada uno a su manera los problemas concretos sin respetar principios y líneas de acción establecidos, las prebendas, los privilegios y el servilismo de algunos, el aumento de normas y procedimientos para evadir responsabilidades o defenderse de la irresponsabilidad de otros, la falta de método, organización y planificación, el freno en el flujo de información hacia arriba y hacia abajo, la distorsión de las órdenes, el aumento injustificado de personal hacia tareas que amerita mas método que gente, la duplicación de funciones y de recursos, la centralización excesiva sin la coordinación con otros entes descentralizados, la falta de visión macro de los problemas que los llevaba a focalizarlos sin vincularlos a otras realidades por lo que los resultados y soluciones en el tiempo no fueron del todo positiva. La falta de conocimiento técnicos propios del trabajo a realizar. Las tomas de decisiones a la carrera y sin un análisis profundo. Las reuniones y discusiones interminables, ausentes de perspectivas claras, sin tener nadie la autoridad suficiente para proponer un criterio válido. Todo esto llevaba a una parálisis del sistema y de las tomas de decisiones para la resolución de los problemas del pueblo.
Esto nos ayuda a visualizar el problema del burocratismo, que a pesar del tiempo y contexto cubano de los años 60 que nos separa de la realidad venezolana a diez años del siglo XXI, este panorama caracteriza muchas formas de proceder de instituciones y funcionarios públicos estadales y gubernamentales en el ámbito nacional, regional, municipal y ahora, comunitario. Lo importante es destacar el costo económico y social de esta maraña burocrática. ¿Quién lo paga? Ya sabemos que nuestro erario público, gracias a la riqueza proveniente del petróleo, nuestro bien común que debe ser debidamente administrado, pero también, la ciudadanía cuando la acción del Estado/Gobierno no le garantiza un servicio de calidad eficiente y eficaz.
Necesitamos hacer contraloría social de nuestra forma cultural de hacer el Estado y administrar los recursos, gerenciar el personal y gestionar los procesos de la cosa pública. No debemos olvidar la historia reciente de la democracia representativa cuando sus protagonistas favorecieron el despilfarro, el robo, la corrupción, la arbitrariedad, el conformismo, la rutina negando y eliminando todo tipo de iniciativa y expresión creativa, el servilismo, la búsqueda de privilegios, el amiguismo y el compadrazgo, la impotencia y el parasitismo.
Subvertir este orden exige deconstruir el Estado que tenemos para construir el que queremos y necesitamos. Y esta tarea no se hará sin reconocer la cultura subyacente que tenemos como seres humanos, ciudadanos y profesionales venezolanos respecto al Estado mismo y nuestra manera de proceder cuando se trata de este.
Solo ciudadanos y ciudadanas que asuman los principios y valores de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela con ética social, con competencia tecno-política y con responsabilidad ante los destinos del país pueden ejercer critica y conscientemente el derecho y el deber de la contraloría social como una forma de participación individual o colectiva que llevan al cambio de los individuos y a la transformación de las estructuras.
Y para hacerlo es necesario el debate público de nuestras virtudes y vicios. Las virtudes para fortalecerlos y los vicios para superarlos dado el impacto negativo que tiene en nuestra cotidianidad y en las futuras generaciones. No olvidemos que hoy vivimos las consecuencias de los actos de otras generaciones que permisivas, ignorantes, apáticas e indiferentes dejaron que las cosas pasaran y se hicieran, estando ausentes la conciencia y la acción social para confrontarlas a tiempo y a destiempo. Necesitamos abrir caminos para que la Contraloría Social se promocione como un espacio de aprendizaje y se consolide en la práctica social pública y privada.
alicesocorro2000@yahoo.es
*Profesora de la UBV
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