miércoles, 3 de octubre de 2012

Por cuánto ganará Hugo Chávez.


Modesto Emilio Guerrero
De la respuesta a esta pregunta dependen dos perspectivas relacionadas, pero distintas en sus alcances. La primera es su continuidad en el poder político, de lo que deriva, a su vez, buena parte de la nueva arquitectónica latinoamericana. La segunda es el destino del proceso conocido como “revolución bolivariana”.Ambas perspectivas serán afectadas en cualidades diferentes según el resultado. La clave estará el monto de la diferencia. Para algunas cosas, el tamaño importa. El 7 de octubre será el síntoma del fenómeno bolivariano.
Una engorrosa y escurridiza masa de guarismos estadísticos de 124 muestras de opinión hechas por nueve encuestadoras entre febrero y el 21 de septiembre, convirtieron en difuso e irreal lo que pretendían dar como “escenarios probables”. No existe en la población venezolana del año 2012, luego de casi 13 años de gobierno, una base social que sostenga 22 o 25 puntos de ventaja, que serían, unos 5 millones de votos del candidato bolivariano sobre el otro. Y es una mentira evidente que están “cabeza a cabeza” con uno o dos puntos a favor del primero.
El único valor de esas proyecciones ha sido evidenciar por anticipado que Chávez ganará por cuarta vez, y que, en cualquiera de esos dos escenarios polares, en Venezuela se abrirá un período de alta tensión política con imponderables resultados sociales y continentales.
La compleja dinámica electoral, social y política venezolana, en un contexto internacional riesgoso para el chavismo y opciones similares en América latina, obligan a cuantificar y cualificar las fuerzas sociales en marcha, para no ser asaltados por sorpresas irremediables, como las de Nicaragua en 1989, o las de Honduras y Paraguay .
El mapa más probable del voto el 7 de octubre será de 5 a 8 puntos a favor del líder bolivariano contra su opositor neoliberal. Esto resulta de una combinación de procesos dinámicos desiguales en por lo menos siete parámetros.
Usamos como base el padrón electoral, o sea, la gente real que siente, piensa y vota, La masa de quienes lo hicieron por el chavismo cayó en 14,51 puntos promedio entre 2006 y 2010. En sentido opuesto, la oposiciòn logró reponerse de su inanición de 2005 y comenzó a dar muestras de un nuevo posicionamiento desde 2007. El promedio de recuperaciòn de nuestros enemigos, en ese mismo período, fue del 7,6%, nos recuerda Camero con mucha seriedad analítica.
Este y otros resultados pueden mirarse en la página web del CNE, pero fueron rescatados para este proceso, por algunos de los mejores nuevosintelectuales producidos por la revolución bolivariana: Oscar Camero, Nicmer Evans, Reinaldo Iturriza o Javier Bardieu.
Esta tendencia decreciente fue llamada en Venezuela “congelaciòn del voto chavista”, es decir, que no quiere, pero no migra en masa a la derecha. Sus causas suman los cuatro reveses electorales en ese período, el malestar con el burocratismo estatal y partidario, la corrupción de algunos funcionarios de alto rango, la inseguridad y la especulación incontroladas y una relativa saturación con la excesiva centralidad del discurso y la imagen presidencial.
En ese mismo lapso, la oposición se recuperó y consolidó un peso electoral propio en cuatro de los seis Estados que deciden el voto nacional. Capriles Radonski surgió Diputado en el Zulia, y en Miranda le ganó al jefe chavista Diosdado Cabello por varias de esas causas. La tendencia decreciente continuó porque aumentò el malestar con la mala gestión en otro bastiòn chavista, la zona poblacional de los Estados Aragua y Carabobo.
Esto ha sido contrarrestado por el factor potenciador de las Misiones Sociales, sobre todo las de Vivienda, Amor Mayor (para pensionados y jubilados) y las educativas, porque afectan el voto juvenil nuevo, que es el más inestable. Pero en estos años se consolidó otro fenómeno social: el ánimo militante, sobre todo en los cuadros del movimiento bolivariano, bajó. Esto último se convierte en riesgo porque los indecisos son como el 30% del padrón y en esos casos, la diferencia la deciden las maquinarias y esta depende de los cuadros.
El presidente Hugo Chávez fue, en si mismo, un factor potenciador del reánimo militante desde junio de este año, por dos razones. La primera, que se presentó como candidato. La segunda, su correcto programa político de campaña.
El último parámetro dilemático del 7 de octubre es el voto femenino, que ha sido desde 2002 el sostén social de la “revolución bolivariana” en las principales Misiones. No hay señales claras de su opción mayoritaria por Hugo Chávez. Si las hay de que Capriles enfocó su campaña en ellas, y en el voto nuevo juvenil.
Salvo imponderables, esta es la perspectiva que emerge de la dinámica social. Nadie en su sano juicio abriga dudas sobre el triunfo del comandante Chávez, la mejor opción para votar el 7 de octubre.
El mismo buen juicio arroja la previsión de que el triunfo presidencial podría dejar una gobernabilidad debilitada, si la masa de votos no es suficiente para mostrar un fuerte poder social detrás después del 7 de octubre. Ganar las elecciones no es sinónimo de más revolución bolivariana, esta depende de combinaciones más complejas, donde las políticas gubernamentales se confuden con la capacidad social para desarrollarla.

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