Carola Chávez
Como en una de esas malas películas que tienen catorce secuelas malas, vuelve el Coco a aterrar a la gente decente y pensante de este país. Un terror sin sorpresas, el mismo Coco que acecha, el mismo ¡bu! en el mismo rincón oscuro, esperado, conocido, desmentido mil veces vuelve el Coco, sinvergüenza, irrespetuoso de la inteligencia ajena que se irrespeta a sí misma asustándose otra vez con un Coco que ya no asusta.
Vuelve el Coco tras nuestros hijos, aunque muchos de ellos ya crecieron desde la primera vez que vino a anunciarnos que se los llevaría. Pero siempre hay hijos, ahora tal vez nietos, al alcance del Coco adoctrinador de mentecitas inocentes, vulnerables. Vuelve por nuestras escuelas, tras sus carteleras decoradas de fiestas nacionales de otras naciones. Vuelve el Coco con sus hordas chavistas a invadir espacios pagados con el sudor de la frente angustiada, endeudada, explotada, dispuesta a reventar sus finanzas con tal no de rendirse a la insoportable esclavitud que garantiza un gobierno protector de derechos.
Vuelve el Coco, disfrazado de Julio Borges en halloween, a prohibir el internet, la tele por cable, el Disney Chanel y MTV… ¿Qué será de nuestras hijas sin Hanna Montana y Paris Hilton? ¿Qué será de nuestros muchachos sin Jack Ass? “No, mamá, esos programas ya no están de moda, esos son los que el Coco se iba a llevar hace más de dos años y no se llevó”…
Pero vuelve el Coco a destruir un país en ruinas que padece una epidemia de centros comerciales repletos de pobres infelices, cargados de bolsas de compras porque este comunismo los está matando. Vuelve el Coco en medio de la tradicional estampida navideña a cualquier destino internacional, donde la navidad sea blanca y no la vayan a prohibir.
Regresa el Coco con sus familias cubanas buscando un hogar en tu hogar, una en el baño, otra en el cuarto del niño. Vuelve el Coco a convertir tu cocina italiana en una cocina comunal con congrí, ajiaco y helados, Copelia de postre obligatorio, Coco malvado, comunista desalmado.
En fin, ¿qué les voy a contar de este recurrente retorno que ustedes conocen mejor que yo? ¿Qué voy a decirles yo que los voceros del pánico infundado no les hayan dicho ya?… Una y mil veces, año tras año, vuelve el Coco y regresa la locura, se estacionan las neuronas y empieza la neurosis aceptada, casi anhelada: “Que sí, que nos iban quitar a los hijos, la casa, los colegios, y el internet, que era verdad, que no era entonces, que es ahora… ¡Qué alivio! No estábamos locos. Nitu no nos mintió. Ahora sí llegó el Coco, ahora sí nos vamos a joder, ¡Ja!. ¿Vieron, chaburros, que teníamos razón?”
Vuelve el Coco hasta que se vaya para volver, volver, volver…
carolachavez.wordpress.com
Vuelve el Coco tras nuestros hijos, aunque muchos de ellos ya crecieron desde la primera vez que vino a anunciarnos que se los llevaría. Pero siempre hay hijos, ahora tal vez nietos, al alcance del Coco adoctrinador de mentecitas inocentes, vulnerables. Vuelve por nuestras escuelas, tras sus carteleras decoradas de fiestas nacionales de otras naciones. Vuelve el Coco con sus hordas chavistas a invadir espacios pagados con el sudor de la frente angustiada, endeudada, explotada, dispuesta a reventar sus finanzas con tal no de rendirse a la insoportable esclavitud que garantiza un gobierno protector de derechos.
Vuelve el Coco, disfrazado de Julio Borges en halloween, a prohibir el internet, la tele por cable, el Disney Chanel y MTV… ¿Qué será de nuestras hijas sin Hanna Montana y Paris Hilton? ¿Qué será de nuestros muchachos sin Jack Ass? “No, mamá, esos programas ya no están de moda, esos son los que el Coco se iba a llevar hace más de dos años y no se llevó”…
Pero vuelve el Coco a destruir un país en ruinas que padece una epidemia de centros comerciales repletos de pobres infelices, cargados de bolsas de compras porque este comunismo los está matando. Vuelve el Coco en medio de la tradicional estampida navideña a cualquier destino internacional, donde la navidad sea blanca y no la vayan a prohibir.
Regresa el Coco con sus familias cubanas buscando un hogar en tu hogar, una en el baño, otra en el cuarto del niño. Vuelve el Coco a convertir tu cocina italiana en una cocina comunal con congrí, ajiaco y helados, Copelia de postre obligatorio, Coco malvado, comunista desalmado.
En fin, ¿qué les voy a contar de este recurrente retorno que ustedes conocen mejor que yo? ¿Qué voy a decirles yo que los voceros del pánico infundado no les hayan dicho ya?… Una y mil veces, año tras año, vuelve el Coco y regresa la locura, se estacionan las neuronas y empieza la neurosis aceptada, casi anhelada: “Que sí, que nos iban quitar a los hijos, la casa, los colegios, y el internet, que era verdad, que no era entonces, que es ahora… ¡Qué alivio! No estábamos locos. Nitu no nos mintió. Ahora sí llegó el Coco, ahora sí nos vamos a joder, ¡Ja!. ¿Vieron, chaburros, que teníamos razón?”
Vuelve el Coco hasta que se vaya para volver, volver, volver…
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