Catherine García Bazó
Me robaron mi teléfono ¡que arrechera! Ese bendito aparato multimediático que sólo hace un año me costó tres mil bolívares. No sé si mi mayor indignación fue que esos dos muchachos que no llegaban a los 18 se llevaran mi teléfono o imaginar enfrentar el momento en que los opositores de mi entorno cotidiano me dijeran el inevitable “culpa e’ Chávez”. En efecto, Lo primero que escuché de algunos de ellos, con ese tonito de “bien hecho” fue la sentencia: “Sigue votando por Chávez”, suavizada con unas cuantas risitas.
Que yo recuerde, las decenas de veces que me robaron a punta de pistola o cuchillo, antes de que llegara Chávez (incluso en la “bucólica” Mérida de los 90s) nadie me dijo “culpa de Caldera” o “culpa de CAP”. Pero la respuesta de la única chavista de la familia ante tal sentencia, argumento favorito del antichavismo, no podía ser tan simple.
Nadie puede negar que hay delincuencia, ¿Esos muchachos necesitaban robar mi teléfono para sobrevivir? ¿Acaso esos muchachos no tienen más opción que robar? Esos dos adolescentes me robaron porque les dio la gana, pero entiendo que quizá en los otros corresponsables de su destino, como la sociedad, el Estado, la familia y sin lugar a dudas los medios, algo esté fallando.
Yo, también preocupada por la delincuencia, me pregunto por qué quienes hoy me dicen fácilmente “culpa e’ Chávez” no dicen que gracias a Chávez muchos venezolanos recuperaron sus ahorros, luego de que delincuentes como Mezerhane, Zuloaga o Eligio Cedeño huyeran del país al quebrar sus bancos. Ahora, a diferencia de lo sucedido en la década de los 90s cuando la crisis bancaria dejó en la calle a muchas familias venezolanas, hay un Chávez que se hace responsable, no auxiliando a los bancos, sino a los ahorristas. Esto sin ahondar en las estafas inmobiliarias; el robo sistemático a las familias por parte de las clínicas privadas; los ilícitos cambiaros tan practicados por un sector (no precisamente el más necesitado de la sociedad) que le pagan a otros para que saquen un pasaporte, viajen una vez y así poder cogerse los dólares raspando tarjetas; los terrófagos que tienen 10.000 hectáreas ociosas y sólo les preocupa poseer; el que tiene un edificio y alquila los apartamentos a precios astronómicos y no conforme con eso no vacila para buscarse un juez que deje a las familias en la calle; casos como el de Juan Carlos Caldera quien se hizo de una buena plata vendiendo influencias. Entonces, ¿Por qué los delitos de quienes crecieron en una “buena” familia y poseen un “despampanante” apellido son socialmente aceptados y no son tema de las conversaciones quejumbrosas de cualquier sobremesa antichavista?
No sé cuánto tiempo pase para que jóvenes como los dos muchachos que me robaron sin necesidad, posean los valores que los alejen de estos malos hábitos; pero no dudo que sus hermanos más pequeños seguramente están asistiendo a una escuela bien dotada y tienen en sus manos los libros que necesitan para formarse y una canaimita que les enseña cómo es el mundo y cuál es su papel en la historia de su pueblo. Seguramente sus familias tienen un lugar dónde adquirir el mercado más barato y sus madres, a diferencia de las pobres de otras décadas, saben que hay leyes que las protegen de la violencia y serán dignificadas por una seguridad social que ahora piensa en las madres. Esos delincuentes callejeros que me robaron, tienen en esta sociedad, si quisieran, la opción de estudiar o aprender un oficio, ellos no están confinados a la criminalidad. El Estado viene asumiendo sus responsabilidades, que no se pueden limitar a poner un policía en cada cuadra para que custodie la propiedad privada y esté bien entrenada en atrapar ladrones; cosa que aunque parezca ridícula es la “seguridad” que muchos conciben.
Finalmente, necesitaba comprarme otro teléfono con urgencia y como no hay mal que por bien no venga, hoy soy la feliz usuaria de un teléfono mucho mejor que el que tenía y que increíblemente me costó la mitad del anterior. Un magnífico smarphone Evolución II diseñado en Venezuela y fabricado en cooperación con la empresa “Huawei”, también por culpa e’ Chávez.
Alguien me dijo que la culpa fue mía, por andar caminando en la calle con el teléfono en la mano. Otro me dijo que a lo mejor ni siquiera eran “choros profesionales” sino que se las puse facilita porque “la ocasión hace al ladrón”. Pero yo creo en cambio que el nuevo ciudadano, necesariamente, se hace en Revolución.
Profesora UBV-Comunicación Social
cathebaz@gmail.com
Que yo recuerde, las decenas de veces que me robaron a punta de pistola o cuchillo, antes de que llegara Chávez (incluso en la “bucólica” Mérida de los 90s) nadie me dijo “culpa de Caldera” o “culpa de CAP”. Pero la respuesta de la única chavista de la familia ante tal sentencia, argumento favorito del antichavismo, no podía ser tan simple.
Nadie puede negar que hay delincuencia, ¿Esos muchachos necesitaban robar mi teléfono para sobrevivir? ¿Acaso esos muchachos no tienen más opción que robar? Esos dos adolescentes me robaron porque les dio la gana, pero entiendo que quizá en los otros corresponsables de su destino, como la sociedad, el Estado, la familia y sin lugar a dudas los medios, algo esté fallando.
Yo, también preocupada por la delincuencia, me pregunto por qué quienes hoy me dicen fácilmente “culpa e’ Chávez” no dicen que gracias a Chávez muchos venezolanos recuperaron sus ahorros, luego de que delincuentes como Mezerhane, Zuloaga o Eligio Cedeño huyeran del país al quebrar sus bancos. Ahora, a diferencia de lo sucedido en la década de los 90s cuando la crisis bancaria dejó en la calle a muchas familias venezolanas, hay un Chávez que se hace responsable, no auxiliando a los bancos, sino a los ahorristas. Esto sin ahondar en las estafas inmobiliarias; el robo sistemático a las familias por parte de las clínicas privadas; los ilícitos cambiaros tan practicados por un sector (no precisamente el más necesitado de la sociedad) que le pagan a otros para que saquen un pasaporte, viajen una vez y así poder cogerse los dólares raspando tarjetas; los terrófagos que tienen 10.000 hectáreas ociosas y sólo les preocupa poseer; el que tiene un edificio y alquila los apartamentos a precios astronómicos y no conforme con eso no vacila para buscarse un juez que deje a las familias en la calle; casos como el de Juan Carlos Caldera quien se hizo de una buena plata vendiendo influencias. Entonces, ¿Por qué los delitos de quienes crecieron en una “buena” familia y poseen un “despampanante” apellido son socialmente aceptados y no son tema de las conversaciones quejumbrosas de cualquier sobremesa antichavista?
No sé cuánto tiempo pase para que jóvenes como los dos muchachos que me robaron sin necesidad, posean los valores que los alejen de estos malos hábitos; pero no dudo que sus hermanos más pequeños seguramente están asistiendo a una escuela bien dotada y tienen en sus manos los libros que necesitan para formarse y una canaimita que les enseña cómo es el mundo y cuál es su papel en la historia de su pueblo. Seguramente sus familias tienen un lugar dónde adquirir el mercado más barato y sus madres, a diferencia de las pobres de otras décadas, saben que hay leyes que las protegen de la violencia y serán dignificadas por una seguridad social que ahora piensa en las madres. Esos delincuentes callejeros que me robaron, tienen en esta sociedad, si quisieran, la opción de estudiar o aprender un oficio, ellos no están confinados a la criminalidad. El Estado viene asumiendo sus responsabilidades, que no se pueden limitar a poner un policía en cada cuadra para que custodie la propiedad privada y esté bien entrenada en atrapar ladrones; cosa que aunque parezca ridícula es la “seguridad” que muchos conciben.
Finalmente, necesitaba comprarme otro teléfono con urgencia y como no hay mal que por bien no venga, hoy soy la feliz usuaria de un teléfono mucho mejor que el que tenía y que increíblemente me costó la mitad del anterior. Un magnífico smarphone Evolución II diseñado en Venezuela y fabricado en cooperación con la empresa “Huawei”, también por culpa e’ Chávez.
Alguien me dijo que la culpa fue mía, por andar caminando en la calle con el teléfono en la mano. Otro me dijo que a lo mejor ni siquiera eran “choros profesionales” sino que se las puse facilita porque “la ocasión hace al ladrón”. Pero yo creo en cambio que el nuevo ciudadano, necesariamente, se hace en Revolución.
Profesora UBV-Comunicación Social
cathebaz@gmail.com
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