AUGUSTO HERNÁNDEZ
Nos guste o no, estamos en campaña electoral. Si queremos decirlo de manera más apropiada o verídica, seguimos en la misma campaña que se inició con motivo de elegir al Presidente de la República.
Las campañas electorales venezolanas se rigen por normas que aplica o dicta el Consejo Nacional Electoral. Este organismo reposa en total inmovilidad, en una especie de hibernación remunerada, hasta que le toca convertirse en factótum de la actividad nacional.
A todas estas, debemos advertir que, en Venezuela, la manía electoral es una especie de pasatiempo, por no llamarlo un vicio, que involucra a los sectores más influyentes de la sociedad.
Desde los sindicatos, las asociaciones de buhoneros o los activistas de consejos comunales hasta los cogollos de los partidos tradicionales, los miembros de la jerarquía roja rojita y los mismísimos prelados de la Conferencia Episcopal, todos están involucrados hasta el tuétano en el tejemaneje eleccionario.
Las mayorías se imponen en las juntas de condominio, asociaciones de padres y representantes, usuarios de los servicios públicos y pare usted de contar. Para todo hay una elección y si usted no se postula lo hará otro menos timorato o con el afán poco piadoso de detentar un cargo que le permita abusar un poquitín.
En este preciso momento el país se encuentra en una especie de intermedio entre la elección presidencial que se llevó a cabo el 7 de octubre y la de gobernadores que tendrá lugar el 16 de diciembre.
Las mismas maquinarias electorales están involucradas en las contiendas regionales y han seguido trabajando sin descansar un minuto, pues no hay mejor aliciente para despertar entusiasmo que la imagen del poder con todo su esplendor.
A todas estas, debe haber un sádico en el CNE empeñado en desconocer la realidad e imponer una tregua absolutamente inejecutable en la campaña electoral. Según la absurda versión oficial, los partidos y sus candidatos deben hacerse los pendejos, pues la campaña electoral no se reinicia sino el primero de noviembre. Mientras tanto, no se puede hacer publicidad ni nada que se parezca.
Hay leyes que las hacen para violarlas o para ser acatadas solo por ingenuos.
augusther@cantv.net
A todas estas, debemos advertir que, en Venezuela, la manía electoral es una especie de pasatiempo, por no llamarlo un vicio, que involucra a los sectores más influyentes de la sociedad.
Desde los sindicatos, las asociaciones de buhoneros o los activistas de consejos comunales hasta los cogollos de los partidos tradicionales, los miembros de la jerarquía roja rojita y los mismísimos prelados de la Conferencia Episcopal, todos están involucrados hasta el tuétano en el tejemaneje eleccionario.
Las mayorías se imponen en las juntas de condominio, asociaciones de padres y representantes, usuarios de los servicios públicos y pare usted de contar. Para todo hay una elección y si usted no se postula lo hará otro menos timorato o con el afán poco piadoso de detentar un cargo que le permita abusar un poquitín.
En este preciso momento el país se encuentra en una especie de intermedio entre la elección presidencial que se llevó a cabo el 7 de octubre y la de gobernadores que tendrá lugar el 16 de diciembre.
Las mismas maquinarias electorales están involucradas en las contiendas regionales y han seguido trabajando sin descansar un minuto, pues no hay mejor aliciente para despertar entusiasmo que la imagen del poder con todo su esplendor.
A todas estas, debe haber un sádico en el CNE empeñado en desconocer la realidad e imponer una tregua absolutamente inejecutable en la campaña electoral. Según la absurda versión oficial, los partidos y sus candidatos deben hacerse los pendejos, pues la campaña electoral no se reinicia sino el primero de noviembre. Mientras tanto, no se puede hacer publicidad ni nada que se parezca.
Hay leyes que las hacen para violarlas o para ser acatadas solo por ingenuos.
augusther@cantv.net
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