Yon Goicoechea no es, definitivamente, un hombre afortunado. Tanto que ha hecho por despuntar en el mundo de la política, (su tratado “¿Cómo quemar palmeras?” figura entre los clásicos de las Ciencias Sociales contemporáneas). Tanto que ha defendido la libertad de expresión (“hasta con la sangre de su nariz” –diría el médico que le colocó aquella curita un día de 2007) y, al final, la Mesa de la Unidad le paga excluyéndolo de las candidaturas a la Asamblea Nacional. “Si me trituran como pretenden, les incendio Caracas”- afirmó Yon, recordando sus buenos tiempos de pirómano.
La trayectoria de Yongo se inició en el año 2007, cuando el líder estudiantil salió en defensa del canal golpista RCTV y estuvo a punto de dar la vida por sus ideas (a riesgo de parecer redundantes, recordamos que las “profundas” fracturas sufridas por Yon en medio de las marchas opositoras fueron resueltas con un simple adhesivo).
Desde entonces, Yongo quedó como lelo y empezó a confundir sus teorías para explicar el mundo. Él, que vivió en México por varios meses, que se convirtió en Yon Medio Millón tras ser premiado con 500 mil dólares, que se gastó un realero en la boda más célebre de Venezuela, de pronto fue a Estados Unidos a hablar de cómo combatir la pobreza, mientras recibía el premio Milton Friedman.
Según fuentes bien informadas, su discurso en Yanquilandia iba bien hasta un punto en que, de pronto, el auditorio en pleno se levantó y huyó de la sala despavoridamente. Horas después se supo que Yongo había prendido un fósforo, sin que nadie entendiera que el muchacho, en ese momento, solo pretendía fumar.
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