sábado, 13 de febrero de 2010

Los pueblos dijeron “No” a las fascistas “revoluciones” de colores.


Hernán Mena Cifuentes

A 20 años de de su salida de los laboratorios de la guerra sucia del Imperio, como arma diseñada para destruir auténticos procesos revolucionarios, las “revoluciones” de colores, tras algunas victorias iniciales, han fracasado, derrotadas por los pueblos que desinflaron sus globos de tonos rosa, azafrán, naranja, verde y manitas blancas, nombres con que adornaban y aún adornan sus fiestas desestabilizadoras.

Y es que el mortífero y descomunal poder de fuego de sus ejércitos como el desencadenado por las guerras sobre Irak y Afganistán en los últimos años, no es el único método utilizado por EEUU en su proyecto de conquista, ya que a veces recurre a otro menos violento pero no por ello menos letal, como el de las revoluciones de colores en las que usa idiotas útiles como peones para adueñarse de poder.

Fue así como lo hicieron primero en Yugoslavia -2000- que como todas las demás, no fue una revolución, sino una contrarrevolución que, de acuerdo con Stendhal, debió llamarse “Negra”; “la Rosa”, en Georgia -2003-; la “Naranja”, en Ucrania -2004-; la de “Los Tulipanes”, en Kirguizistán -2005-; la “Blanca” en Biolorrusia -2006-; las “Azafrán en Birmania -2007 y Tibet -2008-; y las “Manitas Blancas” en Venezuela -2007- que junto con la “Verde” en Irán -2009-, están siendo reeditadas luego de su estruendoso fracaso inicial.

Uno de los mayores descalabros de las revoluciones de colores, tuvo lugar este domingo con la derrota sufrida por el Imperio y sus vasallos en Ucrania, donde el pueblo reconquistó el poder que le había sido arrebatado hace 16 años a Victor Yanukovich, legítimo presidente del país, mediante una sórdida y maquiavélica conspiración liderada por un grupo de traidores al servicio de EEUU, liderados por Viktor Yushchenko y Yulia Timoshenko.

En Ucrania, los conspiradores siguieron la agenda diseñada y financiada desde Washington para esas conspiraciones conocidas también como “golpes suaves” en los que los políticos golpistas no participan en las marchas de protesta, sino que envían a estudiantes de las clases media y alta previamente adoctrinados, que provocan disturbios, destrozos e incendios planificados por sus mentores que esperan que haya muertos y lesionados para culpar de ello al gobierno.

En ese país sucedió lo que tenía que suceder. Los golpistas incumplieron las promesas engañosas con las que confundieron a los ingenuos que creyeron en sus mentiras que prometían un bienestar económico y social que jamás llegó a materializarse.

En vez de generar el desarrollo y la riqueza a través de una gestión eficiente y cristalina, hundieron al país en abismos de pobreza y desesperanza propiciados por la corrupción y el desorden administrativo que desencadenó una reacción de las mayorías que los castigaron con su voto, devolviéndole el poder a Yanukovich, y lo hicieron otros pueblos cuando intentaron someterlos y como lo hace hoy los que luchan contra esas mal llamadas revoluciones.

En Bielorrusia, Birmania, Tibet, Irán y Venezuela fueron derribadas las trincheras del golpismo cuando trataban de desestabilizar a sus gobiernos, pero mientras en los tres primeros países se les aplastó definitivamente, en Irán y Venezuela han vuelto a conspirar con más furia que antes, lanzando sendas ofensivas desestabilizadoras, como siempre diseñadas y financiadas por Washington, que en alarde de soberbia y prepotencia se niega a aceptar el fracaso y prosigue con su demencial proyecto conspirativo.

En el país persa, los golpistas desataron en junio de 2009 una ola de violencia por las calles de Teherán y otras ciudades iraníes, denunciando fraude en las elecciones en que venció por abrumadora mayoría Ahmoud Ahmadinejad, pretexto que esgrimen los fascistas cada vez que son vencidos por un candidato revolucionario en los comicios, no importa que su victoria sea certificada por el organismos comiciales nacional y ratificada por los observadores internacionales.

Lo mismo ha ocurrido en Venezuela, no una sola vez, sino cada vez que el presidente Hugo Chávez Frías ha alcanzado una de las tantas victorias conquistadas en todas las elecciones presidenciales y referendos celebrados en los últimos once años, con excepción de la consulta de diciembre de 2007 realizada con el fin introducir una enmienda en el texto constitucional

Aquella derrota transitoria fue asumida con dignidad y respeto por el mandatario y por todos los revolucionarios que le apoyan, y que volvieron a triunfar, cuando el pueblo, en histórico Referéndum que este domingo 15 de febrero cumplirá exactamente un año, aprobó la enmienda de una serie de artículos de la Carta Magna que permite la postulación de cualquier cargo de elección popular, de manera continua, incluyendo el de Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

Pero, Irán y Venezuela son dos botines cuyas riquezas, además de comprender inmensas reservas de petróleo, gas, agua y minerales, se ubican en zonas de gran valor geoestratégico para los planes hegemónicos del Imperio, por lo que Washington no escatima en gastos materiales, costo en vidas humanas, ni respeta principios, leyes o derecho alguno y, obcecado por su ambición desenfrenada, apuesta al triunfo de las falsas Revoluciones de colores en esos dos auténticos bastiones revolucionarios.

Y es que EEUU no les perdona a los pueblos ni a los líderes de ambas naciones el haberse liberado de sus garras predadoras con dos revoluciones que marcaron un hito histórico, haciéndoles perder con las revoluciones que allí se dieron, el dominio absoluto que mantenían en dos regiones claves del planeta y menos aún, acepta los lazos de amistad y de cooperación bilateral que ambos procesos han establecido en áreas de la economía, finanzas, industria e intercambio comercial y cultural.

Por eso surgen los nuevos intentos desestabilizadores que EEUU y de sus socios europeos que, a través de sus lacayos de las oligarquías criollas han vuelto a desatar sobre Irán y Venezuela, lanzando a las calles a los idiotas útiles, que protestan sin saber muchos de ellos la razón de su protesta, y cual borregos, siguen las directrices de políticos y empresarios burgueses que, como sus amos imperiales sueñan con recuperar algún día los mezquinos y obscenos privilegios e intereses que allí perdieron.

Algo imposible, porque deberán enfrentar a los verdaderos estudiantes, los hijos del pueblo que hoy, cuando celebraban el Día de la Juventud, designado en homenaje a los seminaristas que hace 196 años ofrendaron sus vidas en la Batalla de la Victoria defendiendo la patria contra el imperio español, Chávez se dirigió a ellos, como herederos de aquellos héroes y mártires, y marcando con sus palabras la abismal diferencia que existe entre ellos y los estudiantes de “manitas blancas”, les dijo:

“Ustedes son el producto del parto de la patria nueva, son la verdadera juventud, los verdaderos estudiantes, y ahora les toca a ustedes en el nuevo ciclo bicentenario comenzar a tomar la vanguardia de la Revolución, porque ya ustedes han venido madurando”, palabras que han sido interpretas por los muchachos que le escuchaban, como el compromiso y el reto que la historia les ha asignado, de guardianes responsables del futuro de la Venezuela que está construyendo la Revolución Bolivariana.

Y su misión es hoy, como será mañana la de velar por la dignidad y soberanía de la patria, como lo hicieron los padres libertadores, Bolívar, Miranda, Sucre, Urdaneta, y el resto de esa pléyade de héroes y mártires como los jóvenes que combatieron y murieron en La Victoria, por lo que uno de sus deberes prioritarios será el de enfrentar al Imperio y sus lacayos que pretenden retrotraer a Venezuela a épocas de servidumbre ya superadas con las falsas revoluciones de colores.

En Irán esa conspiración es Verde y en Venezuela, tiene “Manitas blancas”, y aunque difieren de color y nombre, su propósito es el mismo: crear caos con disturbios, incendios y guarimbas y, mientras insultan y lanzan piedras, surge de vez en cuando un infiltrado armado sembrando muerte entre quienes se oponen a sus desmanes y hasta llegan a matar a uno de ellos mismos, pues lo que cuenta para sus jefes que se ocultan cobardemente, es que haya una o varias víctimas para culpar de ello al gobierno.

Cuentan con el apoyo servil de la prensa mercenaria que manipula y distorsiona la realidad, acusando de dictaduras a los gobiernos y de tiranos a los presidentes democráticos de ambos países, cuyos pueblos los apoyan incondicionalmente, dispuestos a defenderlos hasta con sus propias vida como ya lo han demostrado en más de una ocasión, cada vez que el Imperio y sus lacayos han intentado destruir ambos procesos revolucionarios.

Nada importa lo que hagan: marchar, lanzar piedras, quemar cauchos, cerrar vías, matar pueblo y hasta a sus propia gente, porque las revoluciones, de Irán y Venezuela y las del resto del planeta como las de América Latina y el Caribe, en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Paraguay y sus hermanos de lucha, los palestinos, iraquíes y libaneses en el Medio Oriente y los de Afganistán y Pakistán en Asia Central, no los dejarán pasar.

Porque las falsas Revoluciones de colores, como engendros diabólicos de un Imperio en decadencia que lanza sus últimos coletazos y dentelladas están condenadas a fracasar como fracasó este domingo la color naranja en Ucrania donde la victoria de Victor Yanukovich selló su fin, como ya fracasaron en Asia las de color Azafrán en Birmania y Tibet.

Como sucedió con la Verde en Biolorrusia, y como ocurre hoy con “las viudas del Sha” en Irán, y en Venezuela con las Manitas blancas “los hijos de papá”, manipulados por los cadáveres insepultos de la IV República que desorientados como robots, muchos de ellos marchan sin saber siquiera por qué protestan, mientras los pueblos y sus líderes Chávez y Ahmadinejad dicen como el Quijote: “Ladran Sancho, señal de que avanzamos.”

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