viernes, 19 de febrero de 2010

Martinelli paga con ingratitud bien hecho por la Operación Milagro al pueblo panameño


Hernán Mena Cifuentes

Un hombre cae por debajo del nivel de raciocinio de las criaturas inferiores cuando muerde la mano de quien en algún momento brindó apoyo a su pueblo, porque hasta un perro abandonado es leal y fiel a quien le da refugio, curación y alimento que no es el caso del presidente panameño, Ricardo Martinelli, quien en un acto imperdonable de ingratitud expulsó de su país a la Operación Milagro.

Su decisión sólo puede explicarse si se toma en cuenta su condición de lacayo del imperio, por cuanto sumiso y obediente decidió poner fin a la más humanitaria de las obras sociales de la historia emprendida el 5 de julio de 2004 por los gobiernos revolucionarios de Cuba y Venezuela al desplegar por América Latina, por el Caribe y por el resto del mundo un ejército de médicos que han devuelto la visión perdida o en riesgo de perderla a cerca de 2 millones de personas.

En un principio fueron decenas de miles los pacientes que viajaron desde Venezuela, Bolivia, Chile, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá, México, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Perú, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas, Surinam, Malí y Angola para ser intervenidos en Cuba sin costo alguno, incluyendo pasaje y permanencia en la isla junto con un familiar.

El traslado del paciente hacia Cuba tuvo un cambio de logística al instalarse en muchos de esos países más de medio centenar de centros oftalmológicos con un centenar de puntos quirúrgicos, dotados de los más avanzados equipos e instrumentos quirúrgicos en los que millares de enfermos de cataratas, glaucoma, tracoma, oncocercosis y retinopatía diabética han sido intervenidos sin costo alguno por miles de médicos cubanos.

La meta a cumplir por esos abnegados facultativos, de acuerdo con lo establecido por los presidentes Fidel Castro Ruz, de Cuba, y Hugo Chávez Frías, de Venezuela; en el marco del ambicioso Proyecto Sandino, en homenaje al mítico guerrillero nicaragüense Augusto César Sandino, es realizar 6 millones de intervenciones para el año 2014, la cual Martinelli, como vasallo del imperio, pretende obstaculizar con la suspensión del programa en su país.

Y es que Martinelli, dueño de Súper 99, la más grande cadena de supermercados del país, presidente de Importadora Ricamar, de la junta directiva de la central azucarera La Victoria, de la empresa ERA y de la fábrica de plásticos Plastigol; además de director de empresas como Gold Mills de Panamá, Global Bank, Panasal S.A., Televisora Nacional de Panamá, de Direct TV, Desarrollo Norte S.A, Molino de Oro, Avipac y Calox Panameña; miembro destacado de la rancia oligarquía panameña, es un lacayo al servicio de Estados Unidos (EEUU).

Como agente del capitalismo salvaje, de su modelo neoliberal y del libre mercado Martinelli decidió frenar el desarrollo de la Operación Milagro, porque atentaba contra las ganancias de las grandes farmacéuticas internacionales obtenidas por concepto de venta de medicamentos y la abultada facturación de las clínicas y médicos privados, incompatibles ética y moralmente con la atención gratuita que reciben los pacientes intervenidos por los médicos cubanos.

Porque las leyes de propiedad intelectual y las patentes, impuestas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), impiden en muchos casos el uso de medicamentos usados en la prevención y cura de enfermedades de la vista en los países pobres, donde más de 37 millones de personas están completamente ciegas y otros 200 millones más sufren de patologías curables que culminarán en ceguera permanente por carecer de los recursos necesarios para pagar costosas medicinas y una intervención quirúrgica.

Porque EEUU sólo realiza operaciones “gratuitas” cuando se trata de intervenciones militares, como la Operación Causa Justa, ejecutada por 26 mil soldados yanquis integrantes de unidades de elite de los marines, del ejército y de la tristemente célebre 82ª división aerotransportada que por tierra y a bordo de helicópteros artillados invadieron Panamá en la medianoche del 19 de diciembre de 1989, desatando un baño de sangre entre la indefensa población civil.

En el barrio de El Chorrillo perecieron cerca de 5 mil de sus moradores calcinados por las 422 bombas lanzadas por las aeronaves yanquis en aquella operación inscrita en la macabra cultura de la muerte impuesta por el imperio al mundo, la cual tenía como único propósito capturar a un solo hombre, el general Manuel Noriega, aunque para ello tuvieron que asesinar a todo un pueblo.

Martinelli olvida ese crimen de lesa humanidad que aún permanece cual puñal clavado en la memoria colectiva del pueblo panameño y se hizo apátrida cómplice de su amo que hace un siglo convirtió a Panamá en su colonia dividiéndola en dos para crear la Zona del Canal, un Estado yanqui en el corazón del país, y ahora se dispone a permitir la instalación de bases militares de donde un día el patriota y mártir Omar Torrijos los desalojó, y ahora él, en un acto antipatriótico y vergonzoso, hace lo mismo con la Operación Milagro.

Pero Martinelli no está solo en su misión de lacayo imperial, pues lo acompaña desde hace tiempo una caterva de canallas liderados por los medios mercenarios que silencian los logros de “la mayor iniciativa médica de la historia”, cuyo mensaje de solidaridad resulta incomprensible para la mezquina y egoísta mentalidad de quienes sólo albergan en sus corazones discriminación y odio hacia otros pueblos, imponiéndoles guerras donde las masacres son cotidianas.

Y mientras EEUU asesina en Irak, Afganistán, Pakistán y amenaza con hacerlo en países latinoamericanos y caribeños que como Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua se liberaron de su yugo, dibujando un nuevo mapa económico, político y social en la región; en esos medios se exaltan proyectos de instituciones financiadas por las farmacéuticas que ocasionalmente realizan programas de reducida atención médica dirigidos a opacar la obra incomparable de la Misión Milagro.

No faltan, como cómplices de esa conspiración, algunos médicos, afortunadamente una minoría, quienes a través de sus colegios, actuando en defensa de mezquinos intereses económicos, ejercen presiones sobre gobiernos de países donde actúa la Operación Milagro, exigiendo su expulsión sin detenerse a pensar en el inmenso daño que le harían a sus pueblos de llegarse a suspender, como ocurrió en Panamá, las actividades del programa médico.

Esas diabólicas maniobras, como afirma José Manzaneda en su artículo La Solidaridad Censurada, significan que la “Operación Milagro es un gran desafío para las elites latinoamericanas y para los grandes medios de comunicación del mundo. Es la demostración de que la ideología de la solidaridad puede vencer a la ideología del individualismo y del dinero, y que la solidaridad no es compatible con los intereses empresariales ni las grandes fortunas”.

“Es un proyecto profundamente subversivo, por ello las grandes empresas que controlan el flujo de información en el mundo han decidido censurar una de las más importantes y esperanzadoras noticias de este comienzo de siglo XXI: La Operación Milagro”, finaliza el artículo.

Y así como la censura no ha evitado que su acción solidaria sea reconocida en todo el mundo, la decisión de Martinelli de suspender su obra en Panamá tampoco impedirá que siga sanando enfermos hasta alcanzar en 2014 la meta fijada por Fidel y Chávez de devolverle la visión a 6 millones de pacientes en el marco del Compromiso de Sandino, designado así por ambos comandantes y sus pueblos en homenaje al “General de hombres libres” que derrotó a un imperio.

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