Iraida Vargas Arenas
Hasta la explosión de la crisis sistémica-estructural del capitalismo globalizado a finales de 2008, todas las poblaciones del mundo en general habían naturalizado y por lo tanto aceptado en su imaginario que dicho sistema socio-económico-cultural era el mejor posible y por lo tanto el único que podía garantizarle a toda la humanidad una excelente “calidad de vida”. Dentro de ese imaginario el capitalismo era eterno: no existía un antes ni un después; era por tanto el horizonte a alcanzar, la utopía que movía a la humanidad. Poco importaba, o parecía no importar, que a pesar de los 200 años transcurridos desde la consolidación del capitalismo, las ¾ partes de esa humanidad no hubiese podido gozar de los supuestos beneficios materiales que le iba a conceder dicho sistema, del paraíso que los ideólog@s vaticinaban para todos y todas. Tampoco parecían importar que éste hubiese creado los más terribles males sociales, los más nocivos para el desarrollo socio-económico y espiritual de miles de millones de personas y, de paso, que hubiera devastado al planeta comprometiendo así la garantía de sobrevivencia de la misma especie humana. En los imaginarios colectivos mundiales esos males sociales, cuando aceptados como tales, eran vistos, como inevitables en tanto que se consideraba que su origen respondía a flaquezas y debilidades individuales, a la falta de iniciativa de las personas: “mejoraba” y se “desarrollaba” el o la que quería, el o la que tenía iniciativa para lograr sus aspiraciones; no eran (e infortunadamente todavía no lo son) visualizados como males y soluciones colectivas.
La actual crisis sistémica mundial del capitalismo ha puesto en cuestión esas “verdades” al poner sobre el tapete que ni el capitalismo es eterno, ni las soluciones a los males sociales que ha producido pueden ser individuales. Como señala Wallerstein no se trata de una crisis normal del sistema, lo cual implicaría su continuidad, sino una crisis extraordinaria (diríamos nosotras revolucionaria) que culminará –dice el autor-- con la aparición de una nueva formación histórico social.
Pero los historiador@s sabemos que las valoraciones asentadas en los imaginarios colectivos son tercas y muy difíciles de cambiar: adquieren –como decía Engels al referirse a la matemática—vida propia, por lo que su origen tiende a disociarse de la realidad que es su inspiración y causa originaria, de manera que la gente las considera como preexistentes a la vida social (ello explica que algunos pueblos –como el estadounidense o el británico se sigan percibiendo en la actualidad como elegido” e “imperial”, respectivamente, a pesar de estar sumidos ambos en la devastación que creó el capitalismo neoliberal y en pobreza y miseria). De manera que para cambiarlas, para hacer desaparecer esas “verdades-mentiras” que la humanidad ha aceptado como “verdades-verdades”, únicas e inamovibles es necesario que la nada fácil afectación política sobre la realidad las golpee y las haga desaparecer.
Las medidas anticrisis recientemente promulgadas por el gobierno bolivariano del Presidente Chávez, creemos, intentan lograr precisamente eso: destruir las “verdades-mentiras” asentadas en el imaginario colectivo. A todas esas medidas las anima el mantenimiento de las misiones y planes sociales, preservarlos en tanto que son soluciones democráticas e igualitarias para el colectivo nacional, sin discriminaciones y sin exclusión, y a la conservación y profundización de los logros obtenidos por la clase trabajadora a lo largo de centurias de luchas. Pero, otras, persiguen golpear fuertemente a las “desviaciones” dentro del chavismo: a todos aquellos y aquellas que siguen funcionando, al amparo del gobierno, movidos por su imaginario que no es otro que el del lucro y el del individualismo que, como ya hemos dicho, el capitalismo creó y popularizó a nivel mundial: robar los dineros públicos (la llamada corrupción), obtener ganancias exorbitantes personales dentro del gobierno, dispendiar los dineros de la nación en francachelas y prebendas, y similares.
Simultáneamente, debemos reiterar (ver Vargas Arenas, Aporrea 23-02-09) la necesidad que tiene la humanidad de realizar un cambio en su modo de vivir y de existir (como ya señalaron Marx y Engels en el siglo XIX) y asentar junto con Wallerstein que es necesario un cambio de modelo productivo y, más allá, civilizatorio, es decir socio-cultural. Debemos vivir de otra forma, aprovechar la transición hacia otro sistema para optar por algo diferente. Debemos luchar contra el modo de vida burgués con su desenfrenado consumismo e individualismo, valores que --infortunadamente—todavía siguen existiendo en el imaginario colectivo venezolano como el equivalente a una óptima “calidad de vida”.
Debemos aprovechar la crisis sistémica del capitalismo para deslastrarnos de ese modo de existencia, para lograr que los sectores populares se organicen en torno a metas socialistas, vale decir, animadas por la solidaridad, la reciprocidad y la cooperación. Es necesario que la colectividad venezolana sea realista: no nos será posible a los venezolan@s y para el caso a toda la humanidad, vivir en un mundo ecológicamente destruido, que hace peligrar la supervivencia humana. Nuestros colectivos deben aceptar que la supuesta mejora en la “calidad de sus vidas” no puede ser obtenida dentro de este sistema; que necesitamos construir un mundo nuevo con base a relaciones de reciprocidad y ayuda mutua, no para acumular capital ni poder, sino para crecer y fortalecernos como comunidades, y que, para ello necesitamos compartirnos entre sí, del modo más unitario posible. Finalmente, que ya es hora de que nuestro crecimiento no dependa del crecimiento del capital.
¿Cómo lograrlo? Señalamos ya en febrero la imperiosa necesidad de campañas educativas, usando los medios de comunicación masiva. El Presidente Chávez señaló la necesidad de educar a la población en las medidas anticrisis. Esta campaña educativa sugerida por el Presidente debe estar acompañada, creemos, con una destinada a que la población conozca el carácter externo y sistémico de la crisis.
De esa manera podemos entonces, abordar la tarea de crear nuevos contenidos en nuestro imaginario colectivo. Así pues que ¡bienvenida la crisis! en tanto que nos permite iniciar el proceso de saneamiento social y moral de Venezuela. Como dice el refrán ¡no hay mal que por bien no venga!
iraida.vargas@gmail.com
lunes, 23 de marzo de 2009
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