Iraida Vargas Arenas*
Aquellos y aquellas, como nosotras, que hemos pertenecido a la comunidad universitaria y científica nacional por más de cuarenta años, nos vemos confrontados en la actualidad con una situación que compromete el actual proceso de cambios conocido como Revolución Bolivariana y, todavía más, que es extremadamente peligrosa para el logro de una patria socialista. En los actuales momentos, una parte importante de la comunidad académica venezolana, se trate de universidades nacionales o privadas, ha perdido su sentido del deber hacia el pueblo venezolano, la coherencia de su responsabilidad como universitari@s en el destino de la nación. Se han formado cual comunidades autistas que confunden su alta misión formadora y educativa con el de los politicastros de oficio que –impotentes para elaborar siquiera un proyecto original de país, alternativo al contenido en la Constitución Bolivariana- se refugian en sórdidos planes de conspiración y fomento de la violencia contra nuestra vida democrática que van en detrimento de la calidad científica y educativa de las propias universidades y centros de investigación. Hemos sido testigo en oportunidades de lamentables ejemplos donde, aprovechándose de la libertad y el respeto a los derechos que existen actualmente en nuestro país, las mismas autoridades académicas violan las leyes y atentan contra el respeto debido a la investidura de otras personas e instituciones universitarias. La situación anteriormente esbozada explica por qué las instituciones y centros de investigación científica venezolanos se encuentran plagados hoy día por una mayoría de individuos –la llamada comunidad científica-- que sin recato ni pudor actúan abiertamente en contra de los preceptos fundamentales consagrados en el Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (igualdad, protagonismo, participación, solidaridad), practicando –por otro lado-- una investigación científica y tecnológica donde no deja de manifestarse la articulación de la ciencia actual venezolana como integrante de las relaciones sociales de producción capitalistas, funcionando como mecanismo de imitación, lo que le confiere un papel secundario en el marco internacional de producción de conocimientos. En tal sentido, consideramos que se trata de una ciencia y una tecnología opresoras pues están al servicio de los intereses de las clases dominantes y suponen franquicias locales de los centros imperiales, estén o no conscientes los científic@s nacionales de ello. La mayor parte de la comunidad científica venezolana se ha resistido a ceder a la visión que tiene de sí misma como aislada, ajena y autónoma con respecto la sociedad nacional. Así mismo, se niega a aceptar que sus objetivos de conocimiento no son ni nunca han sido pensados en términos exclusivos de la propia política de investigación de la comunidad científica, que siempre ha sido la sociedad –a través de grupos de poder--la que ha incidido directa o indirectamente en su definición La comunidad científica venezolana debe entender y aceptar que el Estado Bolivariano está en todo su derecho de exigirle que la ciencia y la tecnología que él financia –en representación del Soberano-- tengan relevancia social, que propicien el cuidado del ambiente y de la salud moral y física de todo el cuerpo social. La sociedad venezolana demanda legítimamente de su comunidad científica, hoy más que nunca, resultados y beneficios distintos a las solas publicaciones en revistas especializadas; le conmina –asimismo y fundamentalmente— a tener sensibilidad y responsabilidad hacia lo social; a realizar una investigación científica liberadora. Necesitamos que la comunidad científica venezolana entienda y acepte que los resultados de sus investigaciones deben permitir la existencia de una Venezuela donde el desarrollo social se base en el conocimiento y en la preservación de su medio ambiente y donde haya una mejor y óptima atención de las necesidades sociales. Que esos resultados ayuden a crear un país con un perfil productivo donde destaquen las capacidades tecnológicas en sectores estratégicos –agua, energía, biotecnología—pero también en sectores que atiendan las necesidades básicas. Un país donde exista un sector productivo que verdaderamente produzca para contribuir de manera real al desarrollo nacional. Que se trate de una sociedad donde se satisfagan las necesidades fundamentales de alimentación, salud, educación y vivienda de su población, y en el cual se integren las potencialidades de su diversidad cultural; en suma, un país donde se incremente la investigación científica y tecnológica de las instituciones de Educación Superior y Centros Públicos de Investigación, pero orientada a la atención de las necesidades nacionales y donde se promueva la difusión del conocimiento creado. Una ciencia liberadora como la que hemos esbozado permitiría que nuestro país favorezca la colaboración y cooperación entre los agentes a nivel nacional e internacional y que simultáneamente sea plenamente soberano y se plantee ser solidario con otros países. Si el socialismo es la meta, la comunidad científica venezolana necesita repensar sus actuales relaciones con la sociedad nacional para lo cual debe eliminar los sesgos elitistas que existen dentro de su seno. La República Bolivariana de Venezuela necesita una Ciencia Liberadora lo cual exige el abandono de las prácticas científicas opresoras.
*Profesora Titular Jubilada UCV. Profesora de IDEA. Investigadora Emérita FONACIT-PPI. Premio Nacional de Cultura.
iraida.vargas@gmail.com
sábado, 21 de marzo de 2009
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