Christiam Mirelles
Estamos en el mes donde se conmemora la abolición de la esclavitud no solo en Venezuela sino en parte de los Estados Unidos de Norte América. El 24 de marzo es una fecha que, en mi opinión, se puede considerar tan patria como la declaración o la firma del acta de independencia; fecha que también coinciden en ambas naciones. Pero mi intención no es alabar las decisiones del Congreso de ese entonces o al presidente Monagas por haber estampado su firma en el decreto que confería la libertad a los esclavos de la época. Tampoco tengo como intención fusilar años de historias en una cuartilla inconclusa, sino colocar a disposición de muchos una síntesis desde una óptica diferente a la historia “linda y justa” que nos brindó la educación oficial de nuestro país.
Esta declaración – la de la abolición de la esclavitud – sirvió para demostrar al mundo que se estaban dando grandes pasos en el reconocimiento de los derechos del “hombre”. Ahora los negros eran libres y no podían ser obligados a trabajar: debían ser tratados como iguales. Pero ¿cómo se puede hablar de igualdad cuando no se prepararon, ni antes ni después, las condiciones para que todos pudieran desenvolverse y participar con el mismo grado de equidad en una sociedad llena de desigualdades? Y es que luego de la abolición, los propietarios de las tierras seguían siendo los antiguos amos; los que mantenían el poder económico seguían siendo los antiguos amos; los comerciantes y vendedores seguían siendo los antiguos amos; los que tenían el poder adquisitivo y mantenían el poder político eran los antiguos amos; los que manejaban, o mejor dicho manipulaban, el conocimiento eran los antiguos amos; en fin, los antiguos amos seguían siendo amos luego de la abolición.
En ese momento la declaración de la libertad no trajo consigo ni propiedades de tierras, ni dinero, ni conocimiento, ni nada; ni siquiera la posibilidad a mediado o largo plazo de adquirirlos. Los que ya no se llamaban esclavos no tenían ningún tipo de bienes para sustentarse, mucho menos para vender, canjear o intercambiar. Y los antiguos amos, no tenían deberes ni obligaciones de mantener, alimentar o dar techo a los que anteriormente formaban parte de sus propiedades; se ganaron el derecho de trabajarle a la misma gente sin la posibilidad de protestar o crear insurrecciones: pasaron de esclavos a sirvientes sumisos y des-preciados.
Y es que la abolición fue un negocio redondo para los amos no solo porque serían indemnizados por la “pérdida” de sus propiedades y los intereses (%) generados por la demora de los pagos, sino porque ahora podían fijar a su libre y entera disposición el salario por el trabajo de la ahora abundante mano de obra libre y barata, lo cual a nivel de gastos siempre estaría muy por debajo de lo que costaría la manutención de los esclavos. En realidad a los amos se les despojó no de una parte de su propiedad, sino de los gastos que acarreaba el mantenimiento de la misma.
La abolición para los esclavos no fue más que una firma en un papel redactado por necesidad y a conveniencia de la oligarquía del siglo XIX. Pero es bueno preguntarnos a esta altura de la historia: ¿si éstos oligarcas hubieran impulsado la abolición si se hubiesen enterado que en un futuro no tan lejano - siglo y medio después – el país que ellos manejaban a sus anchas iba a ser presidido por un hombre de descendencia negra, heredero de la libertad que se otorgó por querer ganar y ahorrar un puñado de pesos? Y si aparte se hubiesen enterado que otro descendiente de la Madre África iba a ganar la presidencia de las tierras norteñas?
De seguro hubieran fraguado, con sus pares del norte, algún plan para erradicar todo intento de emancipación y creado algún plan antecesor de los que ahora se aplica a quienes se les ocurre opinar y pensar diferente: los negros - y los indios por ser igual de diferentes y alzaos - serían considerados terroristas o hasta armas biológicas y sometidos a la esclavitud perpetua por leyes internacionales promulgada por quizás algún KKKlan de las Naciones Unidas que entrarían en sesión con el pensamiento único de la igualdad entre todos... los amos blancos descendientes de europeos.
Pero como dicen “lo mejor es lo que pasa”. Ya luego de este tiempo – 155 años de la abolición y 10 construyendo el socialismo – el mundo ha dado no sólo muchas vueltas, sino muchos cambios, “los de arriba” han tenido que frenar el atropello macabro y descontrolado que cometían contra los que consideraban como “los de abajo” y estos - “los de abajo”, “los diferentes” - se han estado preparando con el mejor recurso del mundo: el conocimiento y la consciencia social. Con ellas terminarán de frenar todo acto terrorista cometido en nombre de la libertad supermánica en contra de la humanidad. Porque no hay peor arma de destrucción masiva que el capitalismo y casi nos aniquilan con ella.
ciamirell@cantv.net
miércoles, 25 de marzo de 2009
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