Embajador Roy Chaderton Matos
Durante una de las legítimas y necesarias protestas frente a la Embajada de Israel en Caracas, observé en la transmisión televisada un cartel solitario y bien elaborado con una consigna que me golpeó el alma y la razón, decía algo así como: “Condenamos a Hitler por no haber concluido su obra de exterminio…”. El espantoso mensaje, totalmente ajeno al proceso bolivariano y al compromiso chavista por la libertad, la democracia, la igualdad y la justicia social, pone en evidencia que de vez en cuando en nuestras luchas y protestas se nos “colean” “balas perdidas” que tenemos que detectar para neutralizar y expulsar como a todo cuerpo extraño. Estos antisemitas agazapados se parecen mucho a otras “balas perdidas” como son los anticlericales profesionales que gritan “¡vade retro Satanás!” cuando se topan con un creyente, azuzados por el hecho innegable de que la mayoría de la alta jerarquía católica venezolana renunció a su condición potencial de puente entre venezolanos adversarios para abrazar a la ultra derecha criolla y a la inmoral dictadura mediática; sólo que a los infiltrados pseudochavistas se les olvidó la profunda fundamentación cristiana de nuestro proceso socialista y el hecho social de que la mayoría de los católicos venezolanos, incluyendo a curas y monjas de base, estamos comprometidos con la revolución bolivariana. Los recurrentes crímenes contra la humanidad cometidos por la mediocre y sanguinaria elite militarista del Estado de Israel jamás podrán justificar que la justa rebelión y solidaridad con los palestinos pueda derivar en aberraciones antisemitas. Ningún izquierdista tiene el derecho a ignorar que los judíos, perseguidos históricos, no por los musulmanes que por siglos les abrieron sus puertas, sino por los cristianos cruzados primero, inquisidores después y finalmente nazis, tienen una tradición histórica de solidaridad precursora con rebeliones sociales y pensamiento de avanzada. Jamás olvidar a judíos ilustres como Carlos Marx, Rosa Luxemburgo, León Trostky, Albert Einstein, Sigmund Freud y Bob Dylan. Jamás ignorar la participación de los judíos, hasta el precio de su vida, en las luchas civiles, sindicales, sociales y contra la guerra en los Estados Unidos o contra dictaduras militares ultra católicas en el Cono Sur. Jamás pasar por alto que en los Estados Unidos ante la organizada campaña antichavista apoyada por el llamado “lobby israelita” en este país, se levanta la voz del intelectual más reconocido en el mundo, el judío Noam Chomsky, tantas veces citado por el Presidente Chávez, y la del Premio Nobel de Economía, el estadounidense judío Joseph Stiglitz, quien nos ha apoyado en nuestras luchas contra la dictadura neoliberal. Pero aún en el supuesto negado de que no hubiese habido en la historia ningún judío progresista, seguiría siendo un pecado mortal la pretensión de acallarlos o llamar a su exterminio. Lo que sí tenemos que hacer es debatir abiertamente y frente a frente las desviaciones sionistas y las sistemáticas violaciones de los derechos humanos del pueblo palestino. La matanza de inocentes o de luchadores justos en Gaza no se soluciona aplicando la Ley del Talión radicalizada que es precisamente la aventura bárbara, emprendida con saña de criminales y oportunistas electorales, por las cohortes israelitas. Repetidas veces durante la Cuarta República se constituyeron en Venezuela pequeños grupos cripto nazis que ocasionalmente embadurnaban Sinagogas y edificaciones judías con consignas o símbolos antisemitas (por ejemplo “MSN”, “Tradición, Familia y Propiedad”, etc.). En general católicos ultra radicales, como católico fue Hitler, de clase media alta, quienes en lugar de tener en un espacio de sus casas un cursi rinconcito taurino con tasca, optaron por un rinconcito nazi con banderas y cruces gamadas, ediciones viejas de Mein Kampf, cascos de la Wehrmacht o gorras de la Gestapo y alguna que otra bella Luger en espera de una oportunidad para matar un judío. Para mi sorpresa por cierto, algunos compatriotas de la comunidad judía venezolana, de puro inadvertidos o antichavistas, han terminado marchando en protesta contra nuestro Gobierno Bolivariano junto a esos cripto nazis, exacerbados con los venenos de la dictadura mediática. También en aquellos tiempos, los diplomáticos venezolanos apoyábamos en Naciones Unidas y otros foros internacionales la gran mayoría de las resoluciones a favor de la causa palestina. Sólo nos absteníamos, como en efecto más de una vez lo hice personalmente, en aquellos proyectos de resolución que contenían proposiciones ultrarradicales insostenibles. Recuerdo especialmente que en mis tiempos de Consejero de la Misión de Venezuela ante la ONU en 1978 organicé un encuentro en el Hotel Tudor de Nueva York entre un grupo de diplomáticos venezolanos recién graduados dirigidos por el Director de nuestra Escuela de Estudios Internacionales, el venezolano judío Carlos Guerón y el Jefe de la Oficina de la Organización para la Liberación de Palestina en Washington, Hassan Rahman. En medio de esta batalla política internacional, quienes tenemos una actitud equilibrada frente al problema pero comprometidos con el pueblo palestino, nos encontramos con dos visiones manipuladoras que no debemos aceptar. Una, los que insisten en la negación del Holocausto como si fuese un asunto de estadística. Uno se pregunta, ¿a partir de cuál cifra comienza un holocausto?, ¿seis millones?, ¿cuatro millones?, ¿dos millones?, ¿un millón?, ¿medio millón?. La polémica sería ridícula si no fuese trágica. Para mí no hay duda de que hubo una política de exterminio de los judíos en la Europa cristiana. Banalizarlo es una falta de respeto a la memoria de las víctimas y a la verdad, como también lo sería negar el genocidio en Armenia, en Ruanda-Burundi, Hiroshima-Nagasaki o en Palestina, sin olvidar el genocidio de la población indígena en Hispanoamérica. Otra, es el chantaje que se nos quiere imponer, a través de la dictadura mediática internacional, cuando se nos acusa de antisemitas a cualesquiera personas u organizaciones que levantamos nuestra voz a favor de la causa palestina y denunciamos a los ghettos y campos de concentración en Palestina, donde se extermina a sus habitantes en procura de una solución final, con apoyo “cristiano” primer mundista y de manera deliberada se asesina masivamente a los niños árabes para eliminar a los “terroristas” del futuro. Familiarizado como había estado desde niño con el sufrimiento del pueblo judío, por mis conversaciones de familia y mis lecturas, al llegar a mi primer destino diplomático en Varsovia lo primero que percibí fue el clima de terror sembrado entre la ya diezmada comunidad judía de Polonia por las purgas antisemitas diseñadas por el entonces ministro del Interior Mieczylaw Moczar en 1968, que alcanzaron incluso a cuadros judíos importantes dentro del Partido Comunista polaco. Familiarizado como estoy desde mi adolescencia, por mis interlocuciones personales y lecturas con el sufrimiento del pueblo árabe-palestino a quien se ha obligado a pagar por los crímenes cometidos por los nazis, no puedo sino identificar como política de genocidio lo que ha ocurrido en el ghetto de Gaza. Hay mucho más que decir sobre esto, pero por ahora basta que nos llenemos de oxígeno espiritual y nos proclamemos hermanos de los musulmanes, de los judíos, de los cristianos, de los hinduistas, de los budistas, de los ateos y de todos cuantos creen y oran y de todos cuantos no creen y no oran. Mientras tanto, los fantasmas del antisemitismo histórico, especialmente en Europa, incluyendo el Vaticano, vuelven a alborotarse…
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