Iraida Vargas-Arenas (*)
Hace poco nos comentaban varios familiares, nacidos a comienzos de los años setenta del siglo pasado y por tanto persona jóvenes, que desde que ellas nacieron han oído reiteradamente la frase “estamos en crisis”. Y nos preguntaban ¿si es así, qué tiene de particular y qué de diferente esta nueva crisis? Este comentario, que por cierto hemos escuchado reiteradamente en otras personas, refleja lo poco que sabe la población venezolana sobre todo la joven sobre la forma como opera el capitalismo como sistema socio-económico-cultural, y lo traemos a colación para destacar la necesidad –a nuestro juicio extremadamente urgente—de informar y educar de manera objetiva y llana a los venezolan@s sobre la actual crisis que vive el sistema, especialmente si consideramos que por poco que nos afecte –como se nos ha dicho—nos impactará fuertemente. A pesar de que la crisis está golpeando de manera feroz al resto del mundo, la población venezolana actúa como si ello no existiera. En la actualidad (sobre todo desde 2004) se encuentra sumergida en un desenfrenado consumismo, especialmente la clase media, pero también grandes porciones de los sectores populares. La demanda de automóviles nuevos se ha incrementado de una manera que es casi imposible poder adquirir un vehículo, nuevo o usado; las posadas y hoteles siempre están llenos; para comprar un boleto de avión hacia cualquier destino, ya sea nacional o internacional, debe hacerse con semanas o meses de anticipación, lo mismo que los pasajes en autobuses; los centros comerciales están siempre atiborrados de comprador@s; cualquier persona usa uno o dos celulares; no es posible encontrar una vivienda que esté libre para alquilar o comprar a pesar de estar sobre-preciadas por la especulación; en los supermercados los carros se desbordan con las compras de alimentos y chucherías; peluquerías y centros de belleza en barriadas y urbanizaciones permanecen llenos todas las semanas; en las farmacias se acaban las medicinas y cosméticos. Todo esto sucede a pesar de la especulación de los comerciantes quienes día a día incrementan los precios de los artículos y diseñan nuevas tácticas para evadir los controles estatales. Los antivalores capitalistas (el individualismo y el consumismo) están –para decirlo coloquialmente—“vivitos y coleando”. Y no estamos hablando del consumo gratuito que generan los planes sociales del gobierno bolivariano, quien reiteradamente ha señalado que posee las reservas de dinero para garantizar la continuidad de dichos planes durante, al menos, año y medio más. Nos preguntamos ¿qué hará la población venezolana cuando la crisis nos golpee de una manera que ese consumismo dispendioso disminuya o tenga que desaparecer? ¿Qué harán los “empresarios venezolanos” (en realidad son comerciantes), incluso los que usan el nombre sin sentido de “empresarios socialistas” cuando decrezca el consumo de los productos que importan, importaciones que también se verán sensiblemente disminuidas. Que desaparezca el consumismo no es malo, sino muy bueno, pero ¿cuáles serán las implicaciones políticas y sociales de esa desaparición como producto de la crisis mundial para la revolución bolivariana? Como se colige, estamos aludiendo a una manera de vivir, al modo de vida burgués que ha existido en Venezuela desde –al menos—los últimos 150 años, fuertemente estimulado y estructuralmente alimentado por las políticas culturales de la IV república por lo cual sigue existiendo en el imaginario colectivo como el equivalente a una óptima “calidad de vida”. Si considerables sectores de la población venezolana no vinculan la pérdida del modo de vida consumista que continúan cultivando con las verdaderas causas de la crisis mundial, si no se les informa sobre el origen externo de esa crisis, si no conocen los agentes sociales que la han producido y el papel que han jugado para su gestación y desarrollo ciertos sectores del Capital en los centros imperiales, si no se les instruye sobre las crisis cíclicas del capitalismo y las características devastadoras de la actual entonces es muy posible que busquen culpables en su entorno cotidiano nacional. Esta última opción será, sin lugar a dudas, estimulada por la derecha venezolana usando distintos medios, especialmente a través de su hegemonía mediática como manera de continuar generando desestabilización en el proceso bolivariano, sobre todo porque los valores socialistas no han permeado todavía a toda la población venezolana, sino que se encuentran en pleno proceso de construcción. Todos los medios de comunicación del Estado que usan el espectro radioeléctrico nacional, y cuando decimos todos nos referimos también a los comerciales los cuales poseen concesiones dadas por el Estado a nuestro nombre, deben abocarse de manera sistemática y agresiva –en el buen sentido-- a la tarea de preparar la población para lo que se avecina. Se trata de un asunto de “seguridad nacional”, como suelen decir los gringos. El Estado venezolano está facultado por Ley para proteger a la población en materias que comprometan su seguridad. Lo mismo debe ocurrir en todos los centros educativos, de cualquier nivel, donde los educador@s deben iniciar esa labor que ya ha debido comenzar. Los tímidos y escasos programas de entrevistas que han transmitido Telesur, Venezolana de Televisión y Radio Nacional no nos han parecido muy eficientes, en parte porque se trata de programas aislados y donde, por lo demás, los entrevistad@s --salvo excepciones-- usan generalmente un lenguaje especializado, a veces críptico que la población general no capta cabalmente. La derecha venezolana sí se ha dado cuenta de que ella será la más afectada por la crisis mundial, por eso propugna –con el apoyo del Imperio y la complicidad de la derecha incrustada en el chavismo —un regreso a la social democracia como manera de tratar sobrevivir en las mejores condiciones y poder apropiarse de nuestra renta petrolera.
(*) Dra.
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