José Vicente Rangel
Todavía hay gente aturdida. Que no entiende lo que pasó en el referendo aprobatorio de la enmienda constitucional. El otro día, por ejemplo, el Herald de Miami tenía en primera página una patética foto de mujeres llorando por el resultado que le dio mayoría, por un millón largo de votos, al Sí sobre el No.
En cambio, se multiplican las fotos con escenas de júbilo de los chavistas. Al mismo tiempo, uno se encuentra con analistas opositores explicando la derrota casi en términos de victoria, y a chavistas que consideran que los votos obtenidos representan una victoria que, prácticamente, acaba con la oposición. Ni tan calvo ni con dos pelucas, dice el refrán popular.
Si uno se acoge a los guarismos el resultado es claro y no hay tutía. Ganó el Sí y punto.
El chavismo es mayoría -lo sigue siendo- en Venezuela. Y la oposición es una fuerza importante. Un 54,86% rojo rojito es contundente. Un 45,13% de la oposición también lo es.
Ambas cantidades revelan, una vez más, que el país está dividido en dos toletes. Unas veces crece un sector y decrece otro y otras pasa lo contrario. Si comparamos, por ejemplo, el resultado de la enmienda del domingo 15 con el resultado del 2D de 2007 sobre la reforma, encontramos que el chavismo creció casi dos millones de votos, mientras que la oposición aumentó seiscientos mil y pico. Pero este resultado hay que interpretarlo.
Porque hay lecturas de lecturas. No todas confiables, por cierto. Si uno se empeña en sesgar el análisis hacia la oposición -como lo hace la gente de El Nacional-, basta con escoger con pinzas el resultado en ciertas regiones donde creció el No y silenciar datos de signo contrario en otros lugares del país. Igual puede ocurrir en los medios chavistas con una operación publicitaria del mismo signo. La trampa es obvia y hay tramposos en ambos lados. Es por eso que para mí la única lectura válida, no contaminada, es que el resultado del domingo 15 confirma la existencia en Venezuela de dos bloques políticos y sociales consolidados, y que hay que actuar atendiendo a esa realidad. No hay otra verdad y otra realidad. Forzar las interpretaciones, manipular análisis, banalizar el esfuerzo de unos y de otros, es inútil. Es un truco que a nadie engaña.
Porque si algo demuestran los numeritos del 15F es que tenemos un pueblo que no sucumbe a presiones, ni a las del Estado ni a las de los empresarios, y menos aún a las de los medios. El pueblo habló de manera categórica: confirmó la mayoría bolivariana y, al mismo tiempo, ratificó la existencia de una oposición imposible de ignorar.
Desde mi punto de vista el 15F ratificó la condición plural del país. Un país afortunadamente diverso, multiforme, proteico. Rasgo característico del venezolano que se observa a través de la historia. La polarización es confirmatoria de ese rasgo, dejando de lado factores sociales, ideológicos, políticos que anidan en su seno. Por eso que el reconocimiento civilizado y democrático de esa realidad, es fundamental en la lectura de lo sucedido con motivo de la enmienda constitucional. Y si a ese país bifronte, de definidas posturas, no se le da tratamiento adecuado terminará reventando.
Hemos conjurado, no cabe duda, ese peligro gracias a la existencia de un liderazgo fuerte, dinámico, con amplia sensibilidad social y capacidad para moverse con habilidad en situaciones críticas. Pero la persistencia del fenómeno, su estratificación y la crispación que a diario se observa, es inquietante y nadie más que Chávez lo sabe.
martes, 24 de febrero de 2009
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