sábado, 28 de febrero de 2009

El 27F mantiene su vigencia en la memoria del venezolano


Roger Merchán


Como toda crisis origina nuevas posibilidades, el 27 de Febrero despertó el espíritu y la conciencia del pueblo venezolano para retomar las luchas por sus derechos, además, abrió camino a otros procesos como la rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992 El lunes 27 de Febrero de 1989 empezó una etapa de la historia venezolana que aún no culmina. Ese día el pueblo respondió con energía y claridad a los atropellos e injusticias de los gobiernos de la IV República. La explosión social, que posteriormente fue denominada 'El Caracazo”, tuvo como protagonista el espíritu combativo de los venezolanos. Con el paso del tiempo los abusos parecían consolidarse como elementos naturales y normales de la realidad de los venezolanos, hasta que la rabia se desbordó por las calles. El conformismo y el temor a la represión fueron dejados de lado para confrontar los mecanismos que intentaban contener las luchas del pueblo por una vida digna. Los mandatos del neoliberalismo El empobrecimiento acelerado del país durante los gobiernos de Luis Herrera Campins y de Jaime Lusinchi, junto al recuerdo de los tiempos de las “vacas gordas” del primer período presidencial de Carlos Andrés Pérez, crearon las condiciones para que este último regresara al poder. Durante la gestión de Campins, el país acentuó la valoración de “hipotecado” que éste le diera, para transitar hacia la primera gran devaluación de la moneda con el famoso “viernes negro”. La candidez de Lusinchi (registrada con la ingenua frase “la banca internacional me engañó”) profundizó la crisis y, sin más distracciones gobierneras, el país se encontró encerrado entre el desplome de la economía y los paquetes de organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM). El 16 de febrero de 1989, un día después asumir el mando durante una ostentosa ceremonia que popularmente se le llamó “la coronación”, Pérez anunció el “paquete económico”, o “paquetazo”, diseñado con el objetivo de recuperar la economía del país. El programa de ajustes macroeconómicos contemplaba: solicitar un préstamo de 4 mil 500 millones de dólares al FMI en los siguientes 3 años; liberar las tasas de interés, activa y pasiva, en todo el sistema financiero, hasta un tope de 30% (temporalmente); eliminar la tasa de cambio preferencial con la unificación de la tasa cambiaria; dejar que el mercado libre fijara el precio de las divisas y efectuar las transacciones internacionales con ese precio. Asimismo, el “paquetazo” establecía, entre otras cosas, la liberación de precios de los productos (menos 18 considerados de la canasta básica); aumento progresivo de la gasolina y de los servicios públicos como agua, gas doméstico, electricidad, y además, del transporte público. La protesta popular como respuesta El incremento del costo del pasaje, como consecuencia directa del aumento del precio de la gasolina, fue la mecha que comenzó a arder los días 25 y 26 y sirvió de detonante de “El Caracazo”. Sólo quedaba esperar el cumplimiento de la estrategia gubernamental de usar el fin de semana como colchón que amortiguara la entrada en vigencia del “paquetazo” y, al mismo tiempo, allanara el camino para darle inicio a “El Gran Viraje”. La historia contemporánea de Venezuela empezó a cambiar desde la misma madrugada del lunes 27 de febrero de 1989. Los responsables del transporte público iniciaron su jornada cobrando el doble de las tarifas y desconocieron el pasaje estudiantil. Antes de la 6 de la mañana, estudiantes y trabajadores que acudían a sus actividades rutinarias, se negaron a pagar el aumento de los precios y protestaron violentamente contra el atropello. Guarenas se convirtió rápidamente en el hervidero más importante de la protesta por su condición de ciudad dormitorio, que alojaba a una gran cantidad de gente humilde que estudiaba y trabajaba en Caracas. A las 7:30 a.m. ya se reportaban la quema de vehículos y los primeros saqueos de establecimientos comerciales. El sacudón se extendió al otro lado de la ruta Guarenas-Caracas y el terminal de pasajeros del Nuevo Circo fue ocupado por estudiantes que denunciaban a los choferes. De manera espontánea y sin liderazgos visibles, la protesta se regó por toda la ciudad. Aparecieron barricadas que bloquearon el tráfico en las avenidas Bolívar, Fuerzas Armadas; Plaza Venezuela y la autopista Francisco Fajardo. El desborde popular alcanzó el interior del país cuando San Cristóbal, Barquisimeto, Maracay, Barcelona, Puerto La Cruz, Mérida, Maracaibo y Valencia se incorporaron a la protesta. Inicialmente los saqueos se centraron en artículos de primera necesidad, especialmente alimentos y productos para el hogar. Luego serían artefactos y muebles. Finalmente le tocaría el turno a productos de lujo, ente ellos licores costosos y alimentos selectos. Fuerza del Gobierno vs Furia del Pueblo La respuesta del Gobierno fue la represión desmedida. En algunas zonas la policía disparaba de manera indiscriminada sus armas automáticas contra la gente que participaba en los saqueos. En otros lugares, los funcionarios policiales permitieron un saqueo controlado. El primer intento de represión fue un fracaso rotundo del Gobierno que tuvo como imagen emblemática el desfallecimiento ante las cámaras de televisión del ministro de Relaciones Interiores, Alejandro Izaguirre, cuando pedía calma a la población enardecida. Al final de la tarde, el presidente Pérez apareció en televisión para anunciar la suspensión de las garantías constitucionales y el establecimiento del Estado de Emergencia. La orden fue que la Guardia Nacional y el Ejército reprimieran los disturbios y con ella se desató la segunda gran arremetida contra la población. Sectores populares con alta densidad de habitantes como Catia, Petare y El Valle fueron sometidos al fuego de militares que, aparte de no estar entrenados para atender problemas de orden público, tomaron la decisión de disparar contra el pueblo. Un final abierto Un balance general de “El Caracazo” muestra que el enfrentamiento disparejo dejó, entre otras cosas: más de 3 mil muertos, y no 300 como reportó el Gobierno; los rostros visibles de Carlos Andrés Pérez y de Italo del Valle Alliegro como responsables intelectuales de la masacre; la defensa del dinero ante que de las personas por parte de los organismos multilaterales; el duelo en miles de familias venezolanas; miles de desaparecidos y la economía en peor situación que cuando arrancó el “paquetazo” de Pérez. Pero como toda crisis origina nuevas posibilidades, el 27 de Febrero despertó el espíritu y la conciencia del pueblo venezolano para retomar las luchas por sus derechos, además, abrió camino a otros procesos como la rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992. Así lo ha confirmado el presidente Chávez, líder indiscutible de la rebelión del 4F. “Lo del 27 y el 28 de febrero fue la insurgencia de un pueblo explotado y masacrado. La revolución profunda de un pueblo que se cansó de ser vejado y fue un disparador del 4 de febrero, fue un acelerador del proceso que ya venía cocinándose, que ya había sido engendrado en lo más profundo de las entrañas del Ejército”, afirmó en 2008 cuando se conmemoraban 16 años de la insurgencia cívico-militar. Este 27 de febrero de 2009, cuando se cumplen 20 años de “El Caracazo” y a tan sólo doce días de la aprobación de la enmienda constitucional -otro logro democrático de la Revolución Bolivariana- se puede asegurar con certeza que el lunes 27 de Febrero de 1989 empezó una etapa de la historia venezolana que aún no culmina.

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