Fabiola Di Mare
Cada vez sorprende más cómo las águilas del Departamento de Estado contradicen sus propios postulados neoliberales, entre ellos la famosa y tan cacareada máxima de prohibir al Estado entrometerse en los asuntos económicos o garantizar el estado de bienestar de sus ciudadanos a través de subvenciones y programas sociales. La elite hegemónica, para garantizar su status quo, difundió ampliamente el mito de que las leyes libres del mercado lo podían todo y resolvían cualquier situación. Hoy en día, ante la debacle financiera y bancaria que vive Estados Unidos, es el Estado el primero que sale en defensa de los intereses de los poderosos del capitalismo mundial. Aquel Estado que no se involucraba en la economía, hoy aprueba más de 780 mil millones de dólares (cifra equivalente al presupuesto de unos 6 países latinoamericanos), para auxiliar a las grandes corporaciones asfixiadas y en quiebra. Por supuesto, toda esta gran cantidad de dinero que se inyectará al mercado vía Departamento del Tesoro estadounidense, la terminarán pagando la clase media y los pobres de Estados Unidos a través de onerosos impuestos. Se percibe aquí cómo el capitalismo financia y auxilia a los grandes magnates y a las corporaciones, mientras obvia a las familias que perdieron sus hogares y sus ahorros. Es decir, la máxima neoliberal sufre ahora una pequeña modificación: el Estado no se entromete en la economía, salvo que los grandes capitalistas así lo requieran. El caso Stanford es una muestra más de cómo se tejen los obscuros manejos de esa elite económica estadounidense que hoy en día pide auxilio al Estado. Con la crisis mundial muchos negocios obscuros se han derrumbado como castillos de naipes, entre ellas las famosas pirámides donde cayeron importantes figuras del mercado financiero como Bernand Madoff y Allen Stanford. Se demuestra con esto la profunda debilidad del sistema capitalista, que se termina aniquilando a sí mismo. Quienes tenían depósitos y cuentas en el Stanford Bank en el exterior, atraídos por el alto rendimiento que ofrecía y por temor al Gobierno venezolano, muy probablemente jamás recuperarán sus ahorros. Ahora, es interesante destacar la actuación del Gobierno revolucionario, que intervino el banco para posteriormente venderlo y garantizar con ello los depósitos de sus clientes. Paradójicamente, quienes depositaron su dinero en el exterior por temor a Hugo Chávez, se convirtieron en víctimas de la estafa capitalista, y quienes tenían dineros depositados en el Stanford venezolano, se salvaron gracias a las políticas socialistas del “régimen”. Lo más cumbre del caso es que con esta medida de intervención por parte de la Sudeban y de las autoridades venezolanas, se está beneficiando a buena parte de la burguesía venezolana, que adversa al Gobierno y que repite continuamente en sus medios de desinformación que el presidente Chávez no gobierna para todos los sectores.
fdimare@gmail.com
martes, 24 de febrero de 2009
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