Amy Goodman y Denis Moynihan
Esta semana, la expertocracia ha puesto el foco de atención en la comparecencia del exdirector del FBI James Comey, quien fue despedido del cargo por Trump el mes pasado, ante el Comité de Inteligencia del Senado. En los medios se considera que no ha habido testimonio de tamaña importancia desde el escándalo Watergate. La expectativa, que no ha sido declarada explícitamente pero sí insinuada, es que Comey de comienzo a un largo y caluroso verano de revelaciones perjudiciales que conducirán a la renuncia o destitución del presidente Donald Trump. Gran parte de las principales figuras de las cadenas de noticias, muchas de las cuales fueron difamadas personalmente por Trump en algún momento desde que lanzó su campaña para la presidencia el 16 de junio de 2015, quedarán satisfechas si su trabajo contribuye a que Trump deje su cargo, voluntariamente o no. Comey se ha convertido en una especie de caballero blanco, cabalgando para salvar a la república con sus numerosos memorandos y sus refinadas habilidades retóricas.
Por asociación, el propio FBI se ha convertido en el favorito de los opositores de Trump. Pero esta fuerza policial federal, poderosa y hermética, esta agencia de espionaje interno, tiene una larga, oscura y, a menudo, violenta historia de represión de la disidencia en Estados Unidos. Sería una lástima tener a Comey testificando bajo juramento y no hacerle preguntas importantes acerca de la mala conducta profesional del FBI, tanto histórica como actual.
Los senadores podrían considerar hacerle al señor Comey, por ejemplo, algunas de estas cuatro preguntas:
Número uno. ¿Cuál es el alcance de la vigilancia de periodistas que realiza el FBI?
Las grandilocuentes arremetidas de Donald Trump contra la prensa son, al menos, realizadas abiertamente. Por lo general se dan en el contexto de sus actos políticos o a través de Twitter. Sus ataques son viles y deben ser cuestionados para que dejen de suceder. Pero el FBI, en cambio, detenta un enorme poder para vigilar y censurar periodistas mediante la emisión de las Cartas de Seguridad Nacional (NSL, por su sigla en inglés). La Fundación Frontera Electrónica calificó a las Cartas de Seguridad Nacional como “uno de los poderes más aterradores e invasivos” de la Ley Patriota estadounidense. El periodista ganador del Premio Pulitzer James Risen escribió en el periódico The New York Times: “Durante [el gobierno de] Obama, el Departamento de Justicia y el FBI han espiado a periodistas”. Risen sabe de lo que habla: fue uno de los perseguidos. Ahora le preocupa que Trump tenga los mismos poderes. Trump, presuntamente, le habría sugerido a Comey que los periodistas que filtraran información debían ser encarcelados.
Número dos. ¿Por qué el FBI calificó de posibles terroristas a los pacíficos protectores del agua de la tribu Sioux de Standing Rock, en Dakota del Norte? ¿Y por qué hubo una infiltración similar del FBI en los movimientos Occupy Wall Street y Black Lives Matter (en español: Las vidas afroestadounidenses importan y Ocupa Wall Street)?
Una de las protestas públicas más importantes en décadas ocurrió a lo largo de un tramo solitario de una carretera que atraviesa el territorio sioux de Standing Rock, que fue confiscado por el gobierno estadounidense violando tratados firmados en el pasado. En febrero, el periódico The Guardian informó que “varios oficiales de las fuerzas especiales conjuntas contra el terrorismo del FBI [JTTF, por su sigla en inglés] intentaron contactar a por lo menos tres personas vinculadas al movimiento de ‘protectores del agua’ de Standing Rock”. El informe agregó que “los tres contactos se hicieron pocas semanas después de la asunción de Trump”, mientras Comey estaba a cargo del FBI. Información filtrada posteriormente publicada por el medio The Intercept reveló que la empresa paramilitar privada TigerSwan había sido contratada para infiltrarse y perjudicar al movimiento contra el oleoducto, etiquetando a los activistas pacíficos de “insurgentes”. Comey y el FBI deben responder por esta actividad que constituye una violación de la de la Primera Enmienda y por otras intrusiones similares en los movimientos Black Lives Matter y Occupy Wall Street.
Pregunta número tres. En cuanto al programa de contrainteligencia del FBI que reprimió ilegalmente a los disidentes en las décadas de 1950, 1960 y 1970, el COINTELPRO, ¿cuántas de las personas que fueron blanco del programa y siguen encarceladas, como el activista del Movimiento Indígena Estadounidense Leonard Peltier y los numerosos ex miembros de las Panteras Negras, fueron encarceladas como consecuencia de la mala conducta profesional del FBI?
El FBI realizó una sofisticada campaña contra la disidencia en Estados Unidos bajo la dirección corrupta de J. Edgar Hoover. Activistas por la paz, dirigentes sindicales y grupos radicales como Panteras Negras, Young Lords y el Movimiento Indígena Estadounidense fueron blanco de arresto y encarcelamiento bajo pretextos falsos, infiltrados y afectados por informantes contratados y, en casos como el del líder de las Panteras Negras en Chicago, Fred Hampton, asesinato. Muchas víctimas del COINTELPRO siguen languideciendo en la cárcel. El FBI ha pasado décadas negando sus acciones criminales en los casos al tiempo que obstruye las solicitudes de documentos en virtud de la Ley de Libertad de Información y se opone activamente a los pedidos de libertad condicional o indultos. James Comey debería responder por las continuas injusticias producidas durante el pasado criminal del FBI.
Pregunta número cuatro. Por último, habría que preguntarle a Comey cómo cree que sería nuestro país actualmente si el FBI no hubiera perseguido a Martin Luther King Jr. con su incesante campaña de vigilancia, intimidación y acoso, que muy probablemente contribuyó al clima de odio que condujo a su asesinato.
Es posible que el capítulo más oscuro de la historia del FBI sea su campaña para desestimar y perjudicar la obra de Martin Luther King Jr. Hoover llamó a King “el mentiroso más tristemente celébre del país” y trató de convencer a King de suicidarse. Comey tiene más información que la mayoría de la población sobre la campaña activa del FBI contra la disidencia en Estados Unidos y debería revelar todo lo que sabe.
La audiencia de comparecencia de James Comey en el Senado y, sin duda, las numerosas futuras audiencias del Congreso y de la investigación especial del exdirector del FBI Robert Mueller, estarán centradas en Trump y sus asesores. Pero el FBI tiene una larga historia de hermetismo y opresión que nunca debe ser olvidada por quienes luchan por la justicia y la democracia.
© 2017 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Esta semana, la expertocracia ha puesto el foco de atención en la comparecencia del exdirector del FBI James Comey, quien fue despedido del cargo por Trump el mes pasado, ante el Comité de Inteligencia del Senado. En los medios se considera que no ha habido testimonio de tamaña importancia desde el escándalo Watergate. La expectativa, que no ha sido declarada explícitamente pero sí insinuada, es que Comey de comienzo a un largo y caluroso verano de revelaciones perjudiciales que conducirán a la renuncia o destitución del presidente Donald Trump. Gran parte de las principales figuras de las cadenas de noticias, muchas de las cuales fueron difamadas personalmente por Trump en algún momento desde que lanzó su campaña para la presidencia el 16 de junio de 2015, quedarán satisfechas si su trabajo contribuye a que Trump deje su cargo, voluntariamente o no. Comey se ha convertido en una especie de caballero blanco, cabalgando para salvar a la república con sus numerosos memorandos y sus refinadas habilidades retóricas.
Por asociación, el propio FBI se ha convertido en el favorito de los opositores de Trump. Pero esta fuerza policial federal, poderosa y hermética, esta agencia de espionaje interno, tiene una larga, oscura y, a menudo, violenta historia de represión de la disidencia en Estados Unidos. Sería una lástima tener a Comey testificando bajo juramento y no hacerle preguntas importantes acerca de la mala conducta profesional del FBI, tanto histórica como actual.
Los senadores podrían considerar hacerle al señor Comey, por ejemplo, algunas de estas cuatro preguntas:
Número uno. ¿Cuál es el alcance de la vigilancia de periodistas que realiza el FBI?
Las grandilocuentes arremetidas de Donald Trump contra la prensa son, al menos, realizadas abiertamente. Por lo general se dan en el contexto de sus actos políticos o a través de Twitter. Sus ataques son viles y deben ser cuestionados para que dejen de suceder. Pero el FBI, en cambio, detenta un enorme poder para vigilar y censurar periodistas mediante la emisión de las Cartas de Seguridad Nacional (NSL, por su sigla en inglés). La Fundación Frontera Electrónica calificó a las Cartas de Seguridad Nacional como “uno de los poderes más aterradores e invasivos” de la Ley Patriota estadounidense. El periodista ganador del Premio Pulitzer James Risen escribió en el periódico The New York Times: “Durante [el gobierno de] Obama, el Departamento de Justicia y el FBI han espiado a periodistas”. Risen sabe de lo que habla: fue uno de los perseguidos. Ahora le preocupa que Trump tenga los mismos poderes. Trump, presuntamente, le habría sugerido a Comey que los periodistas que filtraran información debían ser encarcelados.
Número dos. ¿Por qué el FBI calificó de posibles terroristas a los pacíficos protectores del agua de la tribu Sioux de Standing Rock, en Dakota del Norte? ¿Y por qué hubo una infiltración similar del FBI en los movimientos Occupy Wall Street y Black Lives Matter (en español: Las vidas afroestadounidenses importan y Ocupa Wall Street)?
Una de las protestas públicas más importantes en décadas ocurrió a lo largo de un tramo solitario de una carretera que atraviesa el territorio sioux de Standing Rock, que fue confiscado por el gobierno estadounidense violando tratados firmados en el pasado. En febrero, el periódico The Guardian informó que “varios oficiales de las fuerzas especiales conjuntas contra el terrorismo del FBI [JTTF, por su sigla en inglés] intentaron contactar a por lo menos tres personas vinculadas al movimiento de ‘protectores del agua’ de Standing Rock”. El informe agregó que “los tres contactos se hicieron pocas semanas después de la asunción de Trump”, mientras Comey estaba a cargo del FBI. Información filtrada posteriormente publicada por el medio The Intercept reveló que la empresa paramilitar privada TigerSwan había sido contratada para infiltrarse y perjudicar al movimiento contra el oleoducto, etiquetando a los activistas pacíficos de “insurgentes”. Comey y el FBI deben responder por esta actividad que constituye una violación de la de la Primera Enmienda y por otras intrusiones similares en los movimientos Black Lives Matter y Occupy Wall Street.
Pregunta número tres. En cuanto al programa de contrainteligencia del FBI que reprimió ilegalmente a los disidentes en las décadas de 1950, 1960 y 1970, el COINTELPRO, ¿cuántas de las personas que fueron blanco del programa y siguen encarceladas, como el activista del Movimiento Indígena Estadounidense Leonard Peltier y los numerosos ex miembros de las Panteras Negras, fueron encarceladas como consecuencia de la mala conducta profesional del FBI?
El FBI realizó una sofisticada campaña contra la disidencia en Estados Unidos bajo la dirección corrupta de J. Edgar Hoover. Activistas por la paz, dirigentes sindicales y grupos radicales como Panteras Negras, Young Lords y el Movimiento Indígena Estadounidense fueron blanco de arresto y encarcelamiento bajo pretextos falsos, infiltrados y afectados por informantes contratados y, en casos como el del líder de las Panteras Negras en Chicago, Fred Hampton, asesinato. Muchas víctimas del COINTELPRO siguen languideciendo en la cárcel. El FBI ha pasado décadas negando sus acciones criminales en los casos al tiempo que obstruye las solicitudes de documentos en virtud de la Ley de Libertad de Información y se opone activamente a los pedidos de libertad condicional o indultos. James Comey debería responder por las continuas injusticias producidas durante el pasado criminal del FBI.
Pregunta número cuatro. Por último, habría que preguntarle a Comey cómo cree que sería nuestro país actualmente si el FBI no hubiera perseguido a Martin Luther King Jr. con su incesante campaña de vigilancia, intimidación y acoso, que muy probablemente contribuyó al clima de odio que condujo a su asesinato.
Es posible que el capítulo más oscuro de la historia del FBI sea su campaña para desestimar y perjudicar la obra de Martin Luther King Jr. Hoover llamó a King “el mentiroso más tristemente celébre del país” y trató de convencer a King de suicidarse. Comey tiene más información que la mayoría de la población sobre la campaña activa del FBI contra la disidencia en Estados Unidos y debería revelar todo lo que sabe.
La audiencia de comparecencia de James Comey en el Senado y, sin duda, las numerosas futuras audiencias del Congreso y de la investigación especial del exdirector del FBI Robert Mueller, estarán centradas en Trump y sus asesores. Pero el FBI tiene una larga historia de hermetismo y opresión que nunca debe ser olvidada por quienes luchan por la justicia y la democracia.
© 2017 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
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