Carola Chávez.
Quién iba a decirle a Ramos Allup que un masca chicles como Freddy Guevara se iba a convertir en el líder de la oposición. Quién iba a decirle eso a Venezuela toda, sin que toda Venezuela soltara una carcajada. Pues, mire usted, ahí está Freddy, pero no se ría, mire que el que ríe de último, ríe mejor.
Pasa que desde hace demasiado tiempo ya, la dirigencia antichavista se ha dedicado al estúpido juego del loco furioso, un violento torneo de odio cuyas reglas las dictan desde afuera. En un campo sembrado de miedo y prejuicios, se realiza este concurso de ira, en el que los hinchas de cualquiera de los aspirantes al trofeo, terminan atrapados, sin derecho a pataleo, en una pavorosa calle ciega en llamas. Un torneo cuyos participantes destacan siempre por su ineptitud y violencia, nunca por su brillo.
En la cancha, un jugador veterano, un prestidigitador la política que, entre otras cosas, es capaz de presentarse como el futuro, a pesar de su oscurísimo pasado. Un astuto zorro dueño de un colorido y estridente catálogo de insultos y amenazas, y de una epiléptica coreografía gestual, que derrama sobre su publico cuando calcula que el momento lo exige, y aprovecha, de paso, para alardear de su motor arrechísimo. ¿Viejo yo?
Iba el zorro embalado en la carrera pero, sin que nadie supiera cómo, un personajito gris que se había apoderado del partido de su jefe preso -un partidito que no tiene muchos votantes pero los que tiene son los más violentos- y se coló, con sus panitas “masca chicles”, “asexuados políticos”, aquellos que salieron al ruedo en defensa de una empresa privada, con discursos diseñados en una agencia de publicidad, aquellos estudiantes, “La Generación 2007”, que entonces debía refrescar la imagen del antichavismo, marchita por el continuo fracaso. Esos que hoy, diez años después, toman la cancha para rucharle las metras a sus antiguos mentores.
Lo hicieron con más violencia que todos y con más torpeza, logrando un liderazgo efímero que hoy agoniza acorralado por la frustración de sus seguidores y por el calendario electoral. Y así. mientras el tonto lanza, tuits, balas, fuego y pupú, el zorro viejo, que sabe que el que juega con fuego se quema; se distancia hecho el pendejo y, sorteando guarimbas, se desliza por los caminos en campaña presidencial.
Quién iba a decirle a Ramos Allup que un masca chicles como Freddy Guevara se iba a convertir en el líder de la oposición. Quién iba a decirle eso a Venezuela toda, sin que toda Venezuela soltara una carcajada. Pues, mire usted, ahí está Freddy, pero no se ría, mire que el que ríe de último, ríe mejor.
Pasa que desde hace demasiado tiempo ya, la dirigencia antichavista se ha dedicado al estúpido juego del loco furioso, un violento torneo de odio cuyas reglas las dictan desde afuera. En un campo sembrado de miedo y prejuicios, se realiza este concurso de ira, en el que los hinchas de cualquiera de los aspirantes al trofeo, terminan atrapados, sin derecho a pataleo, en una pavorosa calle ciega en llamas. Un torneo cuyos participantes destacan siempre por su ineptitud y violencia, nunca por su brillo.
En la cancha, un jugador veterano, un prestidigitador la política que, entre otras cosas, es capaz de presentarse como el futuro, a pesar de su oscurísimo pasado. Un astuto zorro dueño de un colorido y estridente catálogo de insultos y amenazas, y de una epiléptica coreografía gestual, que derrama sobre su publico cuando calcula que el momento lo exige, y aprovecha, de paso, para alardear de su motor arrechísimo. ¿Viejo yo?
Iba el zorro embalado en la carrera pero, sin que nadie supiera cómo, un personajito gris que se había apoderado del partido de su jefe preso -un partidito que no tiene muchos votantes pero los que tiene son los más violentos- y se coló, con sus panitas “masca chicles”, “asexuados políticos”, aquellos que salieron al ruedo en defensa de una empresa privada, con discursos diseñados en una agencia de publicidad, aquellos estudiantes, “La Generación 2007”, que entonces debía refrescar la imagen del antichavismo, marchita por el continuo fracaso. Esos que hoy, diez años después, toman la cancha para rucharle las metras a sus antiguos mentores.
Lo hicieron con más violencia que todos y con más torpeza, logrando un liderazgo efímero que hoy agoniza acorralado por la frustración de sus seguidores y por el calendario electoral. Y así. mientras el tonto lanza, tuits, balas, fuego y pupú, el zorro viejo, que sabe que el que juega con fuego se quema; se distancia hecho el pendejo y, sorteando guarimbas, se desliza por los caminos en campaña presidencial.
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