Por Marco Teruggi
Luego de más de dos meses de iniciado el choque frontal por parte de
la derecha, algunos episodios pueden ser considerados como casos
modelos. Así es el caso de Socopó, un pueblo de 20 mil habitantes del
estado Barinas que fue epicentro de violencia durante cinco días,
divididos en tres momentos: el 19 y 20 de abril, la zona intermedia, y
el 22, 23, y 24 de mayo. Adelanto lo que se dice puertas adentro: se
presupone, al analizar el plan de ascenso de la violencia, que tendrá
lugar un cuarto momento.Se trata de un lugar con varias características. Está situado sobre la troncal cinco, principal vía que une San Cristóbal a Barinas, para luego seguir vía Guanare a Caracas. La cercanía con la capital del estado Táchira tiene dos claves: la primera es que se trata de la retaguardia profunda del paramilitarismo en Venezuela, desde donde se puede reabastecer con hombres, armas y logística, y la segunda es que es de donde provienen muchas de las verduras y hortalizas que llegan a Caracas. Cortar Socopó, más exactamente su puente, es cortar el tránsito de una parte de la comida en dirección Caracas, epicentro y lugar ‒diseñado‒ de la batalla final.
Otra característica clave es la solidez del bloque enemigo, conformado por la parte política a través del alcalde de Un Nuevo Tiempo que garantiza, por ejemplo, la no intervención de la policía municipal; la parte económica con el financiamiento de los ganaderos y un sector de los comerciantes; y la parte armada, a través del paramilitarismo que lleva años de infiltración, lo que le permite tener estructura organizativa, económica, de inteligencia, militar, y contar con un aproximado de 150 hombres y mujeres. Esta unidad de acción permite un despliegue coordinado en el territorio, la capacidad de controlarlo.
19 de abril. Es el día del inicio del ciclo. Coincide con la movilización nacional convocada en Caracas. La derecha confronta con la movilización chavista con piedras, bombas molotov, morteros. No se detectan armas de fuego. Atacan la casa de un dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela, queman el Banco Bicentenario, intentan tomar el comando de la policía estadal, objetivo que no logran.
20 de abril. Coincide con la noche del ataque en El Valle, Caracas. Desde la mañana circula un grupo de 15 motos y dos carros con un listado de chavistas a matar. En la tarde los grupos de derecha ya usan armas de manera visible, y treinta motorizados armados van comercio por comercio para obligar a cerrar. Logran hacer retroceder a la Guardia Nacional Bolivariana del puente. Una vez ocupado el lugar estratégico, cortan las luces del pueblo, lanzan una bengala al aire, señal de que debe comenzar el ataque al Mercal. Hacia allá se dirige el grupo armado que encabeza la movilización, abre los portones y los deja abiertos para el saqueo. 21 toneladas de alimentos son robadas.
Zona intermedia. Dura del 21 de abril al 22 de mayo. Se caracteriza por acciones casi diarias, más pequeñas, con cortes de la troncal, cobro de peajes, saqueo de camiones. Se ve de manera explícita el aporte de los ganaderos que llevan novillas a las trancas para que quienes están en el corte coman y puedan aguantar todo un día. Es un ejercicio para medir las reacciones de las fuerzas de seguridad del Estado, el tiempo necesario para reforzar los efectivos, la reacción de la población. Una fecha se destaca dentro de ese mes: el 16 de mayo. Ese día roban un camión con 1.600 bombonas, lo incendian, atacan la planta de gas, el Agropatria y el Banco Agrícola, con la misma metodología de corte de luz durante el tiempo de los ataques, que es de 7 de la tarde a 5 de la mañana.
Equipamiento. Cuentan con radiotransmisores, dos drones, carros, motos, teléfonos satelitales, armas cortas, rifles con miras telescópicas, motosierras.
22 de mayo. Atraviesan una gandola de Pdvsa a las 9am. Durante el día los motorizados recorren el pueblo arma en mano para que cierren los comercios. El mensaje ya fue aprendido: al verlos llegar los comerciantes bajan las santamarías. La consigna durante el día por redes sociales y en las calles es: “malditas ratas rojas vamos a por ustedes”. Ya nadie sale de su casa. El pueblo está casi tomado, el puente queda trancado hasta las 6 a.m. del día siguiente.
23 de mayo. La jornada es simultánea a la de Barinas. Socopó queda cortado en ambos sentidos. Llega la acción que da el salto cualitativo: el ataque a la estación de policía estadal, situada en la Plaza Bolívar. Un grupo de 20 personas con armas cortas, más un francotirador, inician la ofensiva. Tienen detrás una turba de aproximadamente 150 personas. Son cuatro horas de disparos ‒¿cuántas balas son necesarias para sostener ese tiempo?‒ resultan heridos de bala 6 policías. En simultáneo asaltan el destacamento de la policía nacional en la localidad de Bum Bum, a pocos minutos de Socopó, en el mismo municipio. Ese día atacan seis estaciones de policía en la ciudad de Barinas.
24 de mayo. La estación de policía está sola. La turba regresa, la incendia con gasolina donada por un comerciante, y luego la derrumba con un retroexcavador prestado por un ganadero. Luego avanzan con el retroexcavador, levantan las santamarías de los comercios que no colaboran para saquearlos. Lo conduce un grupo de personas encapuchadas, arma en mano. Atacan el Seniat, el Mercal, el Barrio Nuevo Barrio Tricolor. Todos los accesos para acceder a Socopó están cerrados. Es un pueblo sin ley ‒así lo describen los habitantes.
Muchos vecinos no salieron de sus casas durante tres días. Cada noche fue de oscuridad, disparos, destrozos. Se aplicó el terror, uno de los métodos de control territorial que utiliza el paramilitarismo. Se trató de una demostración de fuerza, de capacidad de acción y repliegue de una fuerza armada camuflada de civil, una medición de la respuesta del Estado, sus órganos de seguridad.
No solamente pasó en Socopó. Algo similar ocurrió en Barinas, Valencia, San Antonio de Los Altos, Los Teques, La Grita, San Cristóbal, y otras localidades del país. Como si cada pueblo se convirtiera en un escenario de batalla durante uno o varios días. En lugares donde no existe desarrollo del paramilitarismo enraizado, como en Socopó o el estado Táchira, fueron desplazados los grupos para encabezar las jornadas. Se trata de acciones con un impacto simbólico y militar, para mostrar el poder y la cercanía del triunfo en las bases de derecha, e imponer terror y sensación de desprotección en las bases chavistas y populares. Es la forma de guerra que ensayaron entre el 20 de abril y los últimos días de mayo.
Desde la semana pasada estamos en la nueva fase de la violencia. El epicentro ha vuelto a ser Caracas, con el objetivo de rodear el Palacio de Miraflores, generar la idea moralizante de cercanía al objetivo final. Uno de los signos distintivos de esta fase es la combinación de ataques en el oeste y en el este ‒La Candelaria y Chacao, por ejemplo‒ como un asedio que multiplica golpes día tras día para no dejar punto de respiro. Una hipótesis es que en los próximos días/semanas desplieguen en simultáneo todas las tácticas desarrolladas desde principios de abril: ataques en localidades del interior con el método de Socopó, trancas de arterias como la troncal cinco, movilizaciones desde el este de Caracas, acciones de fuerza en los barrios populares. Sería el intento de descargar todos los ataques en simultáneo para generar el punto de quiebre.
El plan, por los elementos en desarrollo, irá acompañado de su avanzada política/mediática a través del apoyo internacional, la fiscal general de la República y la Asamblea Nacional, que aprietan y apretarán el acelerador en el choque de poderes del Estado. Eso daría una combinación de violencia integral desplegada sobre el territorio nacional, junto con la agudización extrema del conflicto institucional. La posibilidad del quiebre, creen. Tienen unos 40 días para lograrlo, según dicen algunos de sus estrategas.
Esa es la hoja de ruta golpista que ha establecido la derecha, la estrategia de terror que despliega paso tras paso. La pregunta es: ¿qué debe hacer el gobierno, las fuerzas de seguridad del Estado, el chavismo? Resulta claro que en lo político la respuesta está en el proceso Constituyente, en lograr su real arraigo popular y una mayoría votante el 30 de julio. ¿Y ante la violencia? Ya no hay derecho a la sorpresa. La gente, en las comunidades, debate este tema.
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