Zoraida Portillo
(Especial de SEMlac).- "Entre un hombre y una mujer con igual preparación y experiencia prefiero contratarla a ella", se jacta Vicente Ayulo, gerente y propietario de una empresa aroexportadora. "Son más dedicadas, más responsables, no le quitan el cuerpo al trabajo", añade. Tal vez debió agregar: y se le paga menos que a un hombre.
Porque en el Perú, si bien el mercado laboral va adquiriendo un rostro femenino --su tasa de participación en el mercado es del 60 por ciento, superior al promedio latinoamericano-- las desigualdades remunerativas se mantienen con características propias según los sectores que se analicen.
Y, contrariamente a lo que pudiera suponerse, parece que mientras más alto el nivel laboral mayor es la diferencia salarial. Así, según el Ministerio de Trabajo, a nivel de gerentes, administradores y funcionarios de alto nivel, las mujeres ganan en promedio semanal un tercio menos que sus colegas varones en igual puesto.
Entre profesionales y técnicos la brecha es del 50 por ciento a favor de ellos. Y de allí en adelante los porcentajes en contra se mantienen en todos los grupos ocupacionales, incluso en el de servicios y trabajadores del hogar, donde la presencia femenina es mayoritaria.
Según el Ministerio de Trabajo, la brecha se hace más notoria en las empresas que tienen más de 50 trabajadores y la principal explicación es la discriminación. "En menos medida (la brecha salarial) puede explicarse por características individuales de las personas como el nivel educativo, la edad, experiencia, etc.", subraya el anuario "La mujer en el mercado laboral peruano, 2009" (última publicación disponible).
Y contrariamente a lo que afirma el empresario Ayulo, según el informe, "las trabajadoras resultan menos atractivas para las empresas privadas peruanas que tienden a emplear mucho más hombres que mujeres".
"Este fenómeno tiene relación tanto con los altos niveles de competitividad solicitados a los trabajadores como con la menor capacitación laboral de las mujeres, pero también se explica en el hecho que las empresas perciben que emplear una mujer implica mayores costos por la posibilidad abierta de la maternidad y de los derechos laborales que implica", indica el documento.
Desafortunadamente, esta situación no es exclusiva del Perú, ni siquiera de Latinoamérica. En los países industrializados, es decir los más ricos del planeta, las mujeres ganan en promedio cinco veces menos que los hombres en puestos similares y con el mismo nivel educativo. Lo dice ni más ni menos que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una fuente irrefutable.
Una investigación realizada por Claudia Goldin y Lawrence Katzs, dos economistas laborales de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, comparó los sueldos de hombres y mujeres recién graduados con una maestría en administración de negocios (comúnmente conocida como MBA por sus siglas en inglés), y encontró una pequeña diferencia a favor de ellos, pero que llegaba hasta 40 por ciento a los 10 o 15 años.
Los autores explicaron semejante brecha porque las mujeres a lo largo de su carrera sufren más interrupciones y trabajan menos horas en promedio. Pero otro dato importante que hallaron fue que los hombres con un MBA negocian sus mejoras salariales hasta ocho veces más en promedio que las mujeres.
"Parece mentira, pero aún hoy, en pleno siglo XXI, hay muchísimas mujeres que no saben negociar un aumento, les da vergüenza, no se atreven, temen ser rechazadas o, peor aún, ser víctimas de propuestas indecentes o acoso sexual por esa causa", dijo a SEMlac la psicóloga empresarial Irene Pazos.
"Es fruto de prejuicios, de una educación conservadora en el hogar y la escuela, pero tampoco en los centros de enseñanza superior se les enseña a las mujeres que negociar las remuneraciones forma parte del mundo laboral; se asume una actitud muy pasiva, esperando que se nos reconozca los méritos y como ello pocas veces ocurre pues no solo se genera frustración sino relegación en la escala remunerativa", acota.
"La psiquiatra newyorquina Anna Fels estudió este comportamiento y llegó a la conclusión de que cuando damos algo a alguien nos sentimos 'femeninas' pero cuando pedimos algo dejamos de serlo. Cuando los hombres piden algo son proactivos, pero cuando lo hacen las mujeres son molestas", y señala que estas consideraciones están muy metidas en el yo femenino, aún en el de las altas ejecutivas.
El techo de cristal
Otro problema para las mujeres en el campo laboral son los ascensos. Nuevamente las estadísticas mundiales demuestran lo poco que se ha avanzado a pesar del ingreso masivo de mujeres al mercado laboral. Un estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard reveló que solo el 1,5 por ciento de las direcciones ejecutivas de las 2.000 empresas con mejor desempeño en el mundo son ejercidas por mujeres.
En el Perú no hay datos confiables sobre el porcentaje de mujeres con altos cargos ejecutivos y si bien se tiene la percepción de que 'algo' se ha crecido en los últimos años, según fuentes empresariales consultadas, esa cifra no llegaría ni al dos por ciento de las 6,7 millones de mujeres que trabajan en el país.
"En los bancos hay más posibilidades de ascender a puestos de gerencia, pero incluso aquí hay límites bien marcados: los puestos de alta dirección ejecutiva siguen estando en manos masculinas. Llega un momento en que te das cuenta que ya llegaste a tu techo y de allí no pasarás. En ese momento lo mejor es renunciar", admite Flor Cáceres, exgerente de un banco local, que decidió acogerse a la jubilación anticipada.
Álvaro Aguirre, funcionario de una asociación de fondos de pensiones (AFP), comentó a SEMLAC que un gran porcentaje de mujeres se han acogido -y lo siguen haciendo- al régimen de jubilación anticipada, que permite que hombres y mujeres mayores de 55 años puedan cobrar mensualmente su fondo de retiro.
"Nos llamaba la atención que fueran más mujeres que hombres los que optaban por este régimen, pero al conversar con ellas nos dimos cuenta que la mayoría lo ve como una nueva etapa, como la posibilidad de iniciar un negocio por cuenta propia, independizándose de un jefe y un empleo", señaló.
Esa tendencia, demostrada también por encuestas realizadas por empresas consultoras de mercado, se entiende mejor cuándo se analiza la calidad del empleo femenino en el Perú. En primer lugar hay que señalar que casi el 70 por ciento (4,7 millones) de mujeres no perciben un ingreso fijo, son subempleadas; y casi cinco por ciento de la PEA femenina no tiene trabajo.
Un segundo hecho a destacar es que el mayor porcentaje de la PEA femenina ocupada (28,8 por ciento) se dedica a la venta de diversos productos; el 21,6 por ciento son profesionales y técnicas (sector que va en ascenso); 15,6 trabajadoras del sector servicio y el resto son empleadas de oficina, trabajadoras del hogar, operarias y artesanas.
Dicho en otros términos: crece la participación femenina en el mercado laboral, pero más en cantidad que en calidad. Lo que, a su vez, conduce a otra arista del problema: la necesidad de muchas mujeres de trabajar para mantener sus hogares.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, el 30 por ciento de los hogares peruanos tiene en como jefatura económica a una mujer y de ese porcentaje, 80 por ciento son mujeres de los estratos económicos más pobres.
"Aún nos falta mucho para lograr no solo la equidad laboral, sino una incorporación realmente significativa de la mujer al mundo laboral", reflexiona la analista laboral Beatriz Tello.
"Si analizamos las cifras oficiales vemos que los sectores que generaron más empleo femenino fueron la agricultura y el comercio y sabemos que esos son empleos precarios. El sector de transformación e industria, donde se ubican los mejores puestos en cuanto a calidad y remuneración, aparece en quinto lugar con muy poco porcentaje", detalló.
Un análisis por nuestro lado reveló que donde más ha crecido el empleo femenino ha sido en el de microempresas, donde las condiciones son generalmente precarias, con bajos sueldos, rayando en la informalidad y sin muchos derechos laborales. Y, más aún, dentro de este sector, el rubro al que más se dedican nuestras congéneres es a la preparación de alimentos (63 por ciento).
Como se ve el camino de la inserción laboral femenina aún está lleno de baches, grietas e inequidades.
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