ANTONIA MUÑOZ
Después de las elecciones del 26 de septiembre donde obtuvimos la mayoría parlamentaria (98 Vs. 65), pero también tuvimos algunos reveses dignos de analizar, el Presidente de la República y también Presidente del partido, nos pidió públicamente una triple rectificación al cuadrado. Se pudieran hacer cálculos matemáticos para ver cuantas veces tenemos que rectificar. Sin embargo, no creo que debamos ponernos tan científicos ni tan enjundiosos. En mi opinión, lo que quiso decir el Presidente Chávez es que debemos rectificar profundamente y de verdad. El punto de partida es reconocer que el problema existe. Si no hay problema no hay nada que solucionar, no hay nada que rectificar. Después de reconocido el problema, viene lo más difícil: creer que todo el mundo tiene la culpa menos uno mismo. ¿Cómo yo criatura tan perfecta pudo haber cometido algún error? Por eso todo el mundo debe rectificar, menos yo. Así somos muchos seres humanos, sin una pizca de humildad. Probablemente, por ahí deberíamos comenzar: reconociendo que somos seres humanos imperfectos y lo que nos puede parecer un planteamiento maravilloso, tal vez la mejor idea del mundo, de repente a otros les parece un sin sentido, una locura, una idea inviable.
Si estamos convencidos que la idea es buena, que es viable y que beneficiará a las grandes mayorías; debemos continuar trabajando sin desmayar. Bolívar nos enseñó el valor del trabajo, la constancia y la paciencia para tener Patria, pero también nos advirtió sobre la importancia de ganar la batalla a nivel de opinión pública. En este sentido, pudiera ser necesario cambiar la táctica para comunicar la idea en la búsqueda de adeptos para la misma. No es verdad que las letras entren mejor con sangre. Eso no fue verdad ni cuando se usó la palmeta para castigar a las niñas y los niños que tenían dificultad para aprender a leer. Los profesores tenemos la costumbre de creer que las clases que dictamos siempre son “facilitas”, por lo tanto, quienes no la entiendan son unos “borricos”. Igualmente, todas nuestras clases son claritas como el agua potable; por lo tanto, quienes no la entiendan son doblemente “borricos”. Sin embargo, a veces nos llevamos nuestros chascos cuando un alto porcentaje de los alumnos reprueba una evaluación.
Las razones para el fracaso escolar, pueden ser entre otras: los contenidos muy profundos para el nivel de los alumnos, el tema muy árido porque no hubo una buena motivación o faltaron recursos audiovisuales que ayudaran a la comprensión del contenido, evaluación mal elaborada, falta de dedicación de los estudiantes, falta de preparación del profesor, etc. Sin embargo, muchos profesores y profesoras casi siempre pensamos que el fracaso se debió a que los alumnos son unos flojos y brutos también. Se me hace que el arte de gobernar con el pueblo y para el pueblo, tiene mucho parecido con la interacción afectiva que se establece entre los docentes y sus alumnos, donde ambos enseñan y aprenden a la vez. De ahí la utilidad de la crítica y la autocrítica. De ahí la importancia de que seamos capaces de preguntarnos ¿Y si el otro o la otra tiene razón? De ahí la utilidad de la humildad y la paciencia para disponernos a oír, aunque sean las más duras verdades.
“Jesús siempre llega a tiempo” para los cristianos. Manteniendo las distancias, para los Bolivarianos, Simón Bolívar también siempre tiene una sabia reflexión a tiempo: “… El que gobierna una gran familia, tiene que pasar por todo, sea agradable o no. Ud. no debe incomodarse porque le digan el dictamen de los otros, a mi me lo dicen todos los días y no me incomodo, porque el que manda debe oír aunque sean las más duras verdades, y después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores. Todos los moralistas y filósofos aconsejan a los príncipes que consulten a sus vasallos prudentes, y que sigan sus consejos. ¿Con cuánta más razón no será indispensable hacerlo en un gobierno democrático? Carta de Simón Bolívar al Gral. José Antonio Páez. San Cristóbal, 19 de abril de 1820. Estas palabras de Bolívar son útiles, tanto para quienes dirigen los gobiernos en todos los niveles, incluyendo el comunal, como para quienes dirigen los partidos, cualquiera sea la instancia. En este sentido, me permito recordar la trilogía que nos dibujó el Presidente Chávez: Dos brazos de un mismo cuerpo, donde el brazo izquierdo es el partido, el brazo derecho el gobierno, y el cuerpo, es el pueblo, a quien deben servir ambos brazos, actuando coordinada y armoniosamente, pero sin interferir el uno la función del otro.
*Miembro de la Dirección Nacional del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
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