sábado, 30 de octubre de 2010

Cáncer.

Roberto Hernández Montoya



Consterna no escuchar nunca ni jamás ni en ningún caso ni en público ni en privado una sola condena o siquiera un mohín de inconformidad por el acto de cacerolear a alguien que muere. Por que a otro se le grite “viejo canceroso”, ante su familia, en Año Nuevo, cuando la parte bonita de la cultura prescribe reconciliación y concordia universales. Los vecinos de toda una vida gritaban: “¡Vieja cancerosa, vete morir para Cuba!”. Lo de Cuba es monótono en estas mentes toscas. Por que a un cura revolucionario, paciente de la misma enfermedad (se atreven con el cáncer, aterradora ya como casi ninguna otra), se le vociferase en el hogar de ancianos donde agonizaba el mismo lema imbécil (palabra insípida para nombrar esto). Son iguales en el mundo y en el tiempo, en la Argentina gritaban “¡viva el cáncer!” cuando Eva Perón agonizaba. Hoy brindan por la muerte de Néstor.
Son vidas que no sé cómo atender, de las que nace el regocijo en Twitter porque dos niñas no llegaron a nacer y se increpase en público a su padre revolucionario junto a su otra hija de cuatro años, a quien se esforzaba en explicar por qué ya no vendrán sus dos hermanitas gemelas y ahora por qué esos heraldos negros que nos manda la muerte le irrigaban tanta hiel en el relámpago de una tribulación que puede inundar una vida.
Se denuncia por corrupción al hijo de alguien. Se revela que el acusado había muerto hacía años cuando tenía diez. Se añade esta demasía al dolor incontable que provoca la pérdida de un niño. La periodista se retracta solo porque se lo sentencia un tribunal y exhibe como excusa que eso ocurrió cuando el Paro. Me niego a entender esa disculpa.
Todo eso es ya alarmante (otra palabra apática), porque no hallo verbo que me asista para mentar que no haya ni una sola voz, pero ni una, nunca, jamás, que exprese siquiera un tenue reparo, que convoque al mínimo don de gentes. Y no pido solidaridad porque es palabra esta vez desmesurada para quien eligió vivir un Halloween real y perpetuo.
El conflicto venezolano no es simétrico. Jamás he visto pauta semejante en un bolivariano, por extraviado que esté. No he visto que se especule con la prisión del padre de un ex dirigente estudiantil, por ejemplo, porque simplemente eso no se hace. Ya es suficiente desgracia tener a su padre preso. Ah, pero el ex dirigente sí lo hace.
Esto basta para saber qué es el fascismo (uso poco esa palabra, no obstante llevo una vida meditando su sentido, sin entender mucho). No he pasado de pocas páginas del libro único de Hitler. No he hallado sosiego en mi estómago para el odio en estado puro que destila y derrama esa tinta. El fascista se deshumaniza para deshumanizar a su enemigo, torturar en Abu Ghraib, bloquear a Cuba, exterminar en Auschwitz, en Gaza, judíos, palestinos, tú...
Hay animales que se conduelen ante la muerte de otro. Es riesgoso extrapolar la etología, el estudio de la conducta animal, para tasar la humana, pero, ¡vamos!, por ahí vamos dándonos una metáfora del horror que le ha pasado a esta gente, que tiene hijos, genes, vida cotidiana, amores. ¿Qué les pasó? ¿Dónde descuidaron su humanidad? ¿En Globovisión?
roberto.hernandez.montoya@gmail.com

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