*William Fariñas
Hace apenas tres décadas el panorama de Venezuela no parecía abrirse hacia el mundo redentor del siglo XXI; ni siquiera la audacia del pensamiento progresista de América latina avizoraba el cambio profundo que hoy vivimos. Muchos pensamos que lo más semejante a estas situaciones actuales es un huracán que irrefrenablemente tuerce las virtudes y los actos del más fierro de los militantes bolivarianos. La tormenta de los acontecimientos somete a prueba el rigor y los hábitos de quienes nos definimos como revolucionarios y socialistas. Como nunca habíamos amanecidos probando la voluntad y el esfuerzo de un pueblo sencillo decidido a transformar su papel en la historia de esta época. No es un capricho retomar las banderas libertarias de Bolívar y los sueños de millones de compatriotas por construir una alternativa al capitalismo salvaje que inexorablemente intenta destruir la civilización humana y nuestro querido planeta tierra. En cada rincón de la patria como discípulos de estos tiempos: mujeres, hombres y niños muestran conductas de que se está ante un evento auténtico que provienen del interior y la fortaleza de la libertad y el poder popular.
La imagen alegórica de nuestro libertador y sus hazañas, los canticos de Ali, la estrella de la revolución y el enigma del Che forman parte de la cotidianidad del pueblo humilde venezolano. Es un ordenamiento interior que exige la capacidad innata de la sabiduría de los pueblos. La actitud del soberano demanda especialmente de sus dirigentes más paciencia, más constancia y más trabajo para construir la patria. La sabiduría popular distingue en estos tiempos de revolución los actos emanados del capricho y la indisciplina que nos ofrece el deseo puro del egoísmo y del personalismo por el poder; incluso en esta transición nuestro pueblo ha dado suficiente muestra de madurez ante los sacrificios, desafíos y pretensiones del imperio y su legión de lacayos. La retoma del mando en abril de 2002 fue una epopeya de estos tiempos heroicos. El sujetamiento espiritual, racional y emocional al liderazgo del Comandante Presidente Chávez brota del amor, la esperanza, el esfuerzo y la voluntad de ese ser humano que sabe y que expresa que se puede lograr todo disciplinadamente con nuestras acciones para la felicidad de la patria. Algunos han mitificado, quizás por nuestro origen profesional militar, que la condición de mostrarnos seguidores de Cristo y Bolívar, nos hace exigir continuamente la disciplina militante de quienes decidimos formar parte del Partido socialista Unido de Venezuela PSUV.
No estoy refiriéndome a una disciplina cuartelaría ni mucho menos. La disciplina es una virtud poco valorada en tiempos de abundancia y que se somete aprueba en estos tiempos de revolución. El amor, sacrificio y rigor del pueblo venezolano es más que suficiente para que mostremos actitudes acordes a la esperanza de construir otro mundo posible. Es necesario asociar a la disciplina con el legado de nuestros ancestros. Somos discípulos de esos saberes. La disciplina a esas actitudes y pensamientos es diligente, es estar atento y vigilante de los principios y valores que requiere la revolución bolivariana para construir una sociedad socialista. Se requiere demasiada fuerza para enfrentar la poderosa contra. La disciplina es como la antítesis de la pereza, de la holgazanería, de la intemperancia, de la prepotencia excesiva, de la negligencia y la poca tolerancia al respeto por los criterios de sus camaradas, lo cual desemboca en fatal abdicación y negación de la autoridad, conducente en la mayoría de los casos a la anarquía y la ruptura de la unidad. La disciplina requiere de templanza, sobriedad, paciencia, constancia, perseverancia, previsión, consideración, discreción, orden, tacto, cortesía, presencia de ánimo, rapidez de intelección, paciencia, voluntad y mucho silencio en oportunidades. Como principio de vida y humildad he pedido a Dios, nuestro Señor Redentor de los pueblos, Cristo de los Ejércitos que nos dé un grano de mostaza para aumentar la fe y la disciplina que no poseemos.
La felicidad del pueblo venezolano está por encima de cualquier principio o fundamento de nuestro parecer como seres motivados por los afectos y el poder. La virtud de la disciplina debe entenderse como una actitud que se da a sí mismo para alcanzar el bien y la felicidad de todos sin distingo ninguno. Es parte del socialismo bolivariano que construimos en estos tiempos de revolución. Patria socialista o muerte. Venceremos.
arizaidaarcia1@hotmail.com
*Diputado Electo a la Asamblea Nacional por el Estado Nueva Esparta por el período 2011-2016.
viernes, 22 de octubre de 2010
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