Nicole Thibon /Público
Otra vez hay que denunciar crímenes contra las mujeres o, mejor dicho, contra la humanidad. Las verdaderas feministas ya no le encontramos ningún gusto a la victimización, aunque quede mucho por hacer para alcanzar una sociedad verdaderamente igualitaria, equilibrada y democrática.
Sin embargo, existe otro mundo y no tenemos derecho a olvidarlo.
Así, Hassi Messaoud es una región del sur de Argelia bendecida por un Dios que, en lugar de verdes oasis y camellos, le regaló una capa de 2.000 km² de petróleo de primera calidad, o sea, por lo menos 9.000 millones de barriles de petróleo y 5.000 millones de m³ de gas. Cantidades suficientes como para garantizar la supervivencia de muchos regímenes y, en este caso, el de Argelia que, en efecto, cubre así el 95% de las exportaciones del país.
Con su sol aplastante, la arena ardiente, el humo de los pozos, los detritus de toda categoría, Hassi Messaoud no es el paraíso en la tierra, sino más bien una pesadilla en vida, pero ofrece sueldos muy superiores a los 150 euros de salario medio del país. Eso vale también para los miles de trabajadores extranjeros que dividen el año entre Argelia y su país. Hay que precisar que los accesos a la zona de extracción, con su ciudad-dormitorio prevista para 45.000 personas y sus kilómetros de instalaciones petrolíferas, están perfectamente controlados: alambres, patrullas armadas, video-control, muros altos con púas, extranjeros escoltados por el Ejército. Tanto las empresas mixtas como la Sonatrach o la British Petroleum han tomado precauciones contra cualquier intrusión criminal. Salvo en lo que concierne a la protección de las mujeres.
Hay que comprenderlo: las multinacionales no podían prever que, en esta ciudad del sur, mujeres solas que llegaron en busca de trabajo iban a ser atacadas en su casa, golpeadas, violadas, robadas, en ocasiones quemadas y amenazadas de muerte si hablaban de los hechos: mujeres solteras, obreras o empleadas con contrato, originarias del norte de país, que llegaron para trabajar en esa zona de alta seguridad. Eso ocurrió en abril de este año. Pero no se puede decir que los dueños de este tinglado no estuvieran advertidos de que la historia se repite: el 13 de julio de 2001, varios centenares de hombres fanatizados por el imán integrista y al grito de Allahu Akbar (Alá es el más grande) y Jihad, lincharon, torturaron, violaron y dejaron muertas a varias decenas de mujeres sin intervención de la omnipresente Policía, tal como lo cuentan Rahmouna Salah y Fatiha Maamoura, dos supervivientes de esta salvajada.
El escenario es siempre el mismo. Una docena de hombres enmascarados y con armas blancas entran en las casas de noche derrumbando las puertas, roban todo lo que encuentran y hacen lo que quieren con las mujeres. Cuando las víctimas se dirigen a la comisaría local, la única ayuda que reciben consiste en aconsejarles volver a su casa. En su libro Dejadas por muertas, Rahmouna Salah contó cómo había llegado a Hassi Messaoud: primera boda forzada seguida de un hijo y un divorcio, segunda boda con un tipo violento, dos hijas y un divorcio. Sin ningún medio de vida y sin alojamiento, encontró ahí un trabajo pagado normalmente que le permitía sostener a su familia y ayudar a una prima. “Lo más duro no es la impunidad, sino la actitud del Estado, que no nos ha escuchado ni ayudado…
En Argelia, la mujer es de segunda categoría”. “El Gobierno se niega a defender a las mujeres”, dice la actriz Nadia Kaci a Le Monde. Estos actos son la consecuencia directa del Código de la familia de 1984. Adoptado por la Asamblea Popular en 1984 por el FLN, partido único, este texto de inspiración integrista reduce a la mujer al rango de una menor de edad, a una infrahumanidad jurídica, en materia de matrimonio, divorcio, herencia y tutela de los hijos. Aun bajo el texto atenuado de 2005, la argelina está sometida a la tutela del marido y de la familia. La legislación argelina no prevé ninguna medida especial en materia de violencia conyugal, asimilada a la violencia de gamberros. Las tradiciones arcaicas otorgan al marido el derecho de vida y muerte sobre su mujer, más todavía cuando se trata de ambientes pobres donde reina el analfabetismo. Nada esta previsto para las viudas de las víctimas del terrorismo, y tampoco para las madres o esposas de desaparecidos. Pero “la pobreza no es la única motivación de esta migración hacia el Eldorado del sur. Tiene mucho que ver con la dureza de la condición de la mujer. En Argelia, cuando una mujer es golpeada en la calle, nadie le hace caso, porque debe haberlo hecho su marido, su padre o su hermano, ¡que tienen derecho!”, denuncia la actriz.
Ante la cobardía de las multinacionales petroleras, estas mujeres confían más en la mediatización y las presiones internacionales sobre Argelia. Mientras tanto, el sitio de Hassi Messaoud es una de estas zonas del planeta al margen de cualquier ley, un zona de no-derecho, únicamente sometida a la ley del provecho.
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