Caracas, 27 Jun. AVN.- Hernan Mena Cifuentes
Cómo duele Honduras en el corazón de su pueblo y en el de América, a partir de aquella madrugada, cuando el zarpazo de unos “gorilas escapados de la jaula” destrozó su democracia, levantando de la cama cuando aún dormía, a su legítimo presidente Manuel Zelaya, y apuntándolo con sus fusiles. En piyamas lo embarcaron en un avión que despegó de la base yanqui de Palmerola, aventándolo al infierno del exilio.
Cómo duele porque hace exactamente un año se inició la tragedia de su pueblo héroe y mártir, cuyos hijos se lanzaron a las plazas, calles y caminos para inundar con su protesta y condena a ese golpe cobarde y vil asestado por una horda de traidores civiles y militares, apoyados por la minoritaria y rancia oligarquía, temerosa de perder sus obscenos privilegios, que la han hecho aún más rica mientras la mayoría muere de hambre.
Duele, por la muerte de esos valientes hombres y mujeres que desafiaron y aún desafían los bastones, bayonetas y fusiles de esos militares que ignorando su deber y razón de ser, que es defender la dignidad, integridad y soberanía de la patria, dispararon y siguen disparando a mansalva asesinándolos, ciegos y sordos a la advertencia de El Libertador, quien hace dos siglos, dijo que es “maldito el soldado que devuelve las armas contra su pueblo.”
Cómo duele Honduras por la suerte de los huérfanos de las víctimas de esos criminales que les arrebataron la vida a sus padres, esposos o hermanos sin saber que así mataban su futuro abandonados a su suerte en medio de su dolor, de su llanto y su tristeza.
Cómo duele, por la actuación de los jefes militares, que juraron lealtad a la patria, a la Constitución y a su comandante en jefe, el destituido mandatario, juramento que se borró en sus mentes porque fueron educados y entrenados para la traición por el imperio en la tristemente célebre Escuela de las Américas, donde como a otros de sus compañeros de armas de América Latina y el Caribe, allí también se les enseñó a torturar y asesinar a los que luchan por la libertad de nuestros pueblos.
Duele por la traición de esos Judas congresistas, que por un puñado de dólares que les pagó el imperio, entregaron la democracia hondureña al imperio yanqui como lo hizo, según narra la Biblia, Iscariote con Jesús hace dos mil años, sin pensar que, como aquel traidor, si es que aún les queda en sus torcidas mentes un ápice de conciencia, se arrepientan de su vileza y corran la misma suerte del bíblico traidor.
Duele Honduras, por esos Caínes, unos hermanos latinoamericanos cómplices de su amo imperial que apoyaron el golpe contra el Abel centroamericano, y reconocieron al espurio régimen de Lobo, engendro ilegítimo de la asonada sin tomar en cuenta que ellos mismos podrían correr una suerte similar, retrotrayendo a la región a un época que se creía superada, porque, “EEUU no tiene amigos, sólo intereses”, como lo afirmó cínicamente una vez John Foster Dulles.
Cómo duele, por la humillante actuación de una OEA, que sigue siendo “la hacienda” que el imperio creó hace 62 años, y fue protagonista de la comedia donde, luego de condenar el golpe se arrodilló a los pies de Micheletti, permitiendo la introducción en de un Caballo de Troya designado unilateralmente por Hillary Clinton y se rindió finalmente ante el tirano, pese a la digna posición asumida en ese foro por Venezuela, Brasil y Nicaragua, además de otros miembros de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) y Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Porque, por encima del dolor de la tragedia que padece Honduras, está la dignidad de un pueblo heroico y mártir que se enfrentó sin mas armas que su voz de protesta y condena, primero a los golpistas y ahora lo hace contra su engendro, el gobierno de Porfirio Lobo, que como el régimen de Micheletti sigue persiguiendo, y asesinando periodistas, campesinos y otros luchadores sociales, en una orgía de sangre que condena el mundo entero.
Y junto él, está la solidaridad de los demás pueblos de la Gran Patria Latinoamericana y Caribeña, y los gobiernos progresistas y sus líderes revolucionarios como Fidel, Chávez, Raúl, Lula, Evo, Correa, Ortega, Funes, Lugo, Mujica y otros más, que no descansarán en su denuncia hasta no ver brillar de nuevo el sol de la libertad y la democracia en ese hermano y querido país centroamericano.
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