El hambre es el más crudo testimonio de la pobreza y uno de los principales indicadores de la injusticia en el mundo actual.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en su informe de junio de 2009, mil 20 millones de personas, la mayor cifra en la historia, padecen hambre en el mundo.
El director de ese organismo internacional, Jacques Diouf, y la Directora del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Josette Sheeran, presentaron las cifras como resultado de la crisis económica global y de los altos precios de los alimentos.
Los datos señalan que no sólo aumentó el número absoluto de personas hambrientas en el mundo, sino que desde hace tres años también se elevó el porcentaje de población que pasa hambre.
Según el director de la FAO, gracias a la peligrosa mezcla de crisis económica y altos precios de los alimentos, en el 2008 otros 100 millones de personas entraron a la categoría de hambrientos, lo que supuso un incremento del 11%.
En la actualidad, 1 de cada 6 personas en el mundo padece de hambre.
Origen del hambre
En los diferentes períodos de la historia, el hombre ha luchado por satisfacer las necesidades básicas de alimentación, techo y vestido.
En su larga relación con la naturaleza, ha transformado y utilizado los recursos que esta le ofrece para satisfacer esas necesidades.
Sin embargo las posibilidades han estado siempre limitadas por las técnicas de aprovechamiento y por las dimensiones de la demanda.
En la prehistoria de la especie humana y en los posteriores períodos de los modos de producción: esclavista y feudal, la pobreza tuvo una marcada presencia, debido a la escasez de recursos.
El precario desarrollo de la ciencia y la tecnología limitaba la productividad del trabajo y de alguna manera generaba pobreza y hambre.
La panacea capitalista
Con el advenimiento del modo de producción capitalista, muchos teóricos pensaron que sobrevendría el fin de la pobreza y el hambre en el mundo, debido a los acelerados niveles de crecimiento de la industria.
Se pensó que la humanidad avanzaría hacia el reino de la abundancia de recursos y productos.
Sin embargo, con el capitalismo como modo de producción preeminente en el mundo, hoy la pobreza y el hambre no sólo se han mantenido sino que se han incrementado, al igual que otras muchas calamidades que le son inherentes a este sistema productivo.
Paradójicamente, el acelerado crecimiento de la productividad del trabajo en el capitalismo hace que millones de personas aptas para el trabajo no encuentren empleo ya que son innecesarios para el capital.
Sin empleo no tienen remuneración y sin ésta no pueden intervenir en el consumo ni participar en la distribución de la riqueza generada.
De esta forma, siendo aptos para el trabajo y necesitándolo, no tienen oportunidad.
Así pasan a engrosar el ejército de desempleados y se hunden en la pobreza y el hambre.
Causas distintas
“Las razones por las cuales los esclavos vivían en la pobreza son muy diferentes de aquellas por las cuales se encuentran en la pobreza los obreros de hoy en día.
De modo que aunque la pobreza siempre ha existido no es de la misma naturaleza, como no lo son tampoco las causas que la generan en los distintos regímenes sociales”, dice el economista salvadoreño Aquiles Montoya en su trabajo ¿Es posible abatir la pobreza en el capitalismo, localizable en la Web.
La pobreza -sostiene Montoya- tiene un carácter histórico que es preciso desentrañar en cada momento, a fin de poder pensar en alternativas posibles para su resolución en el caso particular o específico que nos ocupe.
Las generalidades como las generalizaciones -afirma- a menudo no brindan los resultados esperados.
Así, quienes sostienen, sin más, que la pobreza siempre ha existido y que, por ende, siempre existirá, no entienden que el capitalismo genera su propia pobreza”, afirma.
Y sentencia: “Por tanto, resulta ilusorio creer que el simple crecimiento económico (capitalista) conducirá, por sí mismo, a la eliminación de la pobreza”.
Otras causas
Pero el capitalismo no sólo genera su propia pobreza por la exclusión de los trabajadores de los procesos productivos.
Esta circunstancia, a menudo, se ve agravada por la influencia y el peso global de sus crisis, las cuales arrastran tras de sí economías enteras y la suerte de millones de seres humanos.
Un ejemplo de esta realidad es la situación, generada por el hundimiento de cientos de bancos hipotecarios en Estados Unidos, que ha puesto en la miseria a millones de familias en ese país, privándolas de casas, empleos y los ahorros de años de trabajo.
La crisis hipotecaria de la banca estadounidense provocó la caída de varias economías europeas (Grecia, Hungría, Italia y España, entre otros), que hoy se hunden en la insolvencia y que obligan a los gobiernos a reducir gastos sociales, salarios y a reducir costos, cesanteando a centenares de miles de trabajadores.
Estos trabajadores con servicios sociales y salarios reducidos, y sin empleo, se suman a las filas de los pobres y hambrientos del mundo, a consecuencia de la crisis capitalista.
De esta forma, frente al abanico de productos que puede ofrecer la industria capitalista, se encuentra un amplio sector de la población sin dinero para acceder a esos productos.
Altos precios
Es imperativo señalar que a la par del crecimiento de la pobreza también se han incrementado los precios de los alimentos.
Y esto ocurre porque también se vive una verdadera crisis alimentaria capitalista por la inflación en los precios, crisis en la cual están presentes factores políticos y económicos.
Por un lado están las políticas que trazan el Banco Mundial, La Organización Mundial de Comercio y el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, que recomiendan incrementos de asistencia alimentaria, liberalizar el comercio agrícola e introducir cultivos transgénicos, líneas que han llevado a la quiebra agrícola a los países del sur.
Y por otro las grandes transnacionales de los granos, los fertilizantes y el transporte de alimentos: Yara Fertilizer, Cargill, Archer Daniels Midland, Syngenta, Du Pont y Monsanto, que controlan la producción agrícola mundial y manipulan los precios de los diferentes rubros.
A esto hay que sumar la incidencia que en los precios han tenido el cambio climático y el desvío de producción agrícola para la producción de combustibles alternativos.
Según el investigador Eric Holt Giménez, director del Institute for Food en Development Policy, en su artículo Crisis Mundial de Alimentos: ¿Qué hay detrás y qué podemos hacer (localizable en internet), el Banco Mundial reportó que en los últimos tres años los precios se han elevado un 83%, mientras que la FAO reporta un 45% en su índice de precios, en los últimos nueve meses.
Cambio climático
El cambio climático, antes que constituir una exoneración de responsabilidad para el sistema capitalista en cuanto a la producción y precios de los alimentos, más bien lo inculpa.
Y ello en razón del aprovechamiento depredador del capitalismo de los recursos naturales para la producción industrial.
Se han contaminado mares y ríos, devastado bosques, desertizado enormes extensiones de tierra fértil y acabado con miles de especies animales, en el altar capitalista de la ganancia.
A esto habría que sumar, la profusión de gases con efecto invernadero de los países capitalistas y la incidencia que sobre el mercado de los alimentos ha tenido el aprovechamiento del maíz y las oleaginosas para la producción de combustible alternativo.
Porcentaje más elevado
El director de la FAO, Jacques Diouf, al presentar el informe citado líneas arriba, dijo que gracias a la peligrosa mezcla de crisis económica (se refiere a la crisis que vive el capitalismo a ambos lados del Atlántico) y altos precios de los alimentos, sólo en 2008, 100 millones de personas entraron a la categoría de hambrientos. Un incremento del 11%.
Aseguró que en 2008 la cifra se incrementó en todas las regiones del mundo, incluido el grupo de los países desarrollados, donde el incremento (15,4%) fue el mayor del planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario