sábado, 22 de agosto de 2009

Renació la Monroe en América Latina.


Nancy Mastronardi


Con el golpe de Estado en Honduras renació en América Latina la doctrina Monroe, política injerencista estadounidense aplicada a aquellos países que ponen “en peligro” los intereses de Estados Unidos y que no siguen sus “caprichos imperialistas”.

Todo comenzó con Venezuela. La llegada de un líder revolucionario, con claras políticas socialistas y con la única intención de escuchar al pueblo, Hugo Chávez, hizo temblar al gobierno de Estados Unidos. Su evidente talante progresista y su visión antiimperialista causó escalofríos al Estado norteamericano, pero sobre todo a la Oficina Central de Inteligencia (CIA).

Como en los años 60, época más trágica para América Latina, debido a la política de “Seguridad Nacional” aplicada por los gobiernos dictatoriales impuestos por el imperio, Estados Unidos utiliza a sus lacayos (opositores al gobierno) para desestabilizar el país que desean controlar, callar y arrodillar, a fin de adaptarlo, así sea por la fuerza, a los intereses gringos.

Así, el imperio utilizó a los opositores, defensores de la derecha en el país, para darle un golpe de Estado a Hugo Chávez en abril de 2002, sin contar que el pueblo exigiría su retorno.

Luego, el imperio comenzó a manipular a la ultraderecha de Bolivia para también impulsar un golpe contra su presidente, Evo Morales, otro líder indígena, que desde su llegada al gobierno ha planteado transformaciones sociales en beneficio de los desposeídos. Afortunadamente en Bolivia no se ha consumado el “plan golpista gringo”.

El turno le tocó a Honduras. Con una base militar en el país centroamericano, el gobierno de Estados Unidos impulsó y permitió un golpe de Estado contra Manuel Zelaya, otro presidente progresista y antiimperialista, y apoya “incondicionalmente” al presidente de facto Roberto Micheletti.

Con la doctrina Monroe, Estados Unidos ponía y quitaba presidentes, e instalaba dictaduras crueles, que masacraban al pueblo y callaban su voz. El panorama actual hace pensar que esa política, reformada y modernizada, está renaciendo en América Latina.

La traición

Con un discurso internacional sumiso, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, acaba de vender su Patria al imperio para que éste vuelva a promover su consigna “América para los Americanos”, para aplastar a los pueblos del Sur y Centroamérica que han decidido ser independientes política y económicamente.

Con presidentes progresistas que defienden los recursos naturales y económicos de sus naciones, y luchan contra el poder salvaje de las grandes trasnnacionales, el gobierno de Estados Unidos no puede seguir siendo el mandatario del mundo y el juez de todos.

Y aunque Barack Obama mantiene un discurso de “conciliación”, por debajo de la mesa apoya golpes de Estado, injerencias y guerras contra naciones que no se dejan pisotear por sus deseos y por planes que solo benefician al poder estadounidense.

Uribe puso en bandeja de plata su nación para que los gringos pretendan nuevamente intervenir en países soberanos.

Siete bases militares estadounidenses estarán dispuestas en Colombia para revivir el papel injerencista de EEUU y su fatal necesidad de dominar, controlar, aplastar, humillar.

Uribe ha vendido su Patria y se ha prestado para que Estados Unidos pisotee las revoluciones que nacen en América y que son defendidas por su pueblo. El señor Uribe decidió colaborar con la activación de la Monroe, que tristemente hoy pretende renacer en América Latina.

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