martes, 25 de agosto de 2009

El aborto inseguro le cobra la vida a una venezolana cada semana.


Vanessa Davies


Tenía 25 años cuando quedé embarazada y aborté. Recién estaba perdiendo la virginidad. Yo era muy inexperta. Mi pareja y yo siempre nos cuidábamos con preservativo, pero esa vez no lo usamos. Creo que quedé embarazada por descuido de los dos. Después de tener relaciones sexuales, tomé la pastilla del día siguiente, como ocho horas después, pero no me funcionó.

Mucho de venezolana posee Fernanda Domínguez: Como ella, miles de mujeres del país no utilizan métodos anticonceptivos. De acuerdo con cifras del Ministerio de Salud, sólo 16 de cada 100 mujeres se cuidan de un embarazo no deseado.

Tres años después de acudir a un consultorio médico para abortar, Fernanda todavía traga grueso si le toca hablar del tema.

Cuando me entregaron los resultados de la prueba de laboratorio no podía creerlo. Claro, yo sospechaba que algo no estaba bien porque soy un reloj con las menstruaciones. Por si acaso, me repetí la prueba varias veces, en laboratorios distintos. En todos, el mismo resultado: positivo. Yo no estaba decidida a abortar, pero tampoco quería tener un hijo por accidente. Mi pareja tampoco quería que lo tuviera, y actuó de manera muy agresiva. Mi mamá me apoyó. Sin ella, no hubiera salido adelante. El aborto en Venezuela sigue siendo ilegal. "La única forma de interrumpir el embarazo es si la vida de la madre se encuentra en peligro", acota Rogelio Pérez, integrante de la junta directiva de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Venezuela. Para la Organización Mundial de la Salud, el aborto es inseguro cuando lo efectúa personal no entrenado y en condiciones no adecuadas.

Me he dado cuenta de que a muchas amigas mías también les pasó lo mismo. Muchas lo viven sin apoyo de nadie, indefensas. Las que no tienen recursos para ir a un consultorio, optan por una pastilla (misoprostol) o se meten en cualquier hueco y arriesgan su vida.


Tal como lo registra el Ministerio de Salud, una mujer fallece semanalmente en Venezuela por abortar en condiciones inseguras. En el año 2006 murieron 55 venezolanas por esta causa; más de la mitad (33) debido a infecciones y hemorragias.

"Las mujeres que tienen los medios, pagan y se hacen la interrupción con seguridad", enfatiza Rogelio Pérez. Las otras, las que no poseen dinero para costear una consulta, "siguen pasando por muchas dificultades".

Ganchos de ropa, sondas, ramas de perejil introducidas en el útero, lavados con jabón azul. Recursos desesperados que provocan, sí, la pérdida del feto, pero también infecciones generalizadas o ruptura de la matriz. Si la paciente se salva, puede sufrir obstrucción de las trompas de Falopio y esterilidad. La experiencia de la Maternidad Concepción Palacios indica que esto cada vez ocurre menos, porque las mujeres saben que pueden usar algunos productos farmacológicos para provocarse el aborto.

Estos son, afirma la OMS, algunos ejemplos de aborto inseguro: beber trementina, blanqueadores o té elaborado con estiércol de ganado; inserción en la vagina de preparados con hierbas; colocación de cuerpos extraños (como palos, ganchos de ropa o huesos de pollo) dentro del útero; saltar desde lo alto de una escalera o de un tejado.

Como ya había cometido un error al quedar embarazada, traté de que la interrupción fuese algo responsable. Amigas y conocidos me dijeron que había pastillas, misoprostol. Pero todo me daba miedo porque era muy inseguro. Por eso opté por un especialista, un médico ginecólogo y obstetra. Llegué a él gracias a una amiga a quien le había ocurrido lo mismo. El médico me inspiró confianza, me explicó todo con ayuda de libros. Me hicieron la interrupción por aspiración. No fue doloroso ni traumático. ¡Ni siquiera sangré! Me fui a mi casa inmediatamente, y trabajé al día siguiente. Tenía 3 semanas de embarazo.

Cuando me hicieron la interrupción sentí alivio, pero días después tuve una crisis depresiva. Leía cosas que me hacían sentir culpable. Sentía que le fallé a mi familia, que me fallé a mí misma. Sentí que maté a un ser humano inocente, me estuve torturando con eso. Tuve que ir a un psiquiatra y tomar antidepresivos. Las restricciones legales al aborto no reducen su incidencia, concluye la Organización Mundial de la Salud. Un documento advierte: "Donde el aborto es legal y permitido, es generalmente seguro, y donde es ilegal en muchas circunstancias, es usualmente inseguro".

Cada año se realizan 4.000 curetajes en la Maternidad Concepción Palacios (datos oficiales del año 2003). En el trabajo Diagnóstico Situacional del Aborto en Venezuela, el ginecólogo y obstetra Manuel Arias alerta que la mayor parte de estas mujeres egresa del centro asistencial sin un método anticonceptivo y sin información al respecto, por lo que posiblemente volverán a practicarse un aborto.

A título personal, y con base en su experiencia como ginecólogo, Rogelio Pérez plantea modificar el Código Penal. "No hablamos de legalizar, pero sí, de flexibilizar el aborto. Es darle la opción a la mujer en casos de violación y malformaciones fetales incompatibles con la vida". En opinión del médico, esto debe ser abordado como un problema de salud pública y no religioso: "No pretendemos meternos en las consideraciones religiosas de cada quien".

Una propuesta similar quedó engavetada en la última revisión del Código Penal.

Han pasado tres años, y puedo decir que lo he superado poco a poco. Es lo mejor que he hecho en mi vida, aunque siempre es como una cicatriz. Yo no estaba preparada para tener un hijo así, sola, sin padre. La decisión de abortar fue muy difícil, pero defiendo el derecho a tomarla. Defiendo que se despenalice el aborto en ciertas condiciones; por ejemplo, en los primeros tres meses. La mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo. Esto debe ser una política de salud pública, y no un asunto religioso.

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