Hugo Chávez Frías
Después de la última reunión de Unasur, el panorama en el continente se esclarece. Pero para comprender este esclarecimiento, debemos unir ciertos cabos. El presidente Uribe, con su anunciada ausencia y su tour explicativo de forma selectiva, renunció de manera descarada a la ocasión de vernos todos a los rostros y de hablarnos suramericanamente, como se debe hacer entre quienes compartimos una suerte y un destino común. Prefirió lo que él ha dado en llamar diplomacia muda, esto es, sin voz propia.
Todo indica que quieren llevar a nuestros pueblos a un callejón sin salida. Ya en Trinidad y Tobago el presidente Obama asomó una idea: olvidar el pasado e interesarse exclusivamente en el futuro; nada original por cierto aquella proclama obamista: es el canto sublime del capitalismo, el propio canto del cisne: la modernidad. En la reunión del pasado lunes diez en Quito, la representante colombiana nos recomendó la parte que faltaba de la receta: desideologizar el diálogo. Vaya qué propuestas: quedarnos sin historia que contarnos y sin ideas para orientarnos.
Mucho ha sido el tiempo transcurrido desde que la plaga del coloniaje se nos vino encima, para que ahora vengan a vendernos nuevos espejitos o a tratar de confundirnos en brumosos espejismos. Larga ha sido nuestra travesía, para que nos quieran hacer creer ahora que detrás de las bases militares yanquis en Colombia, no están agazapadas la guerra y la desolación como amenazas terribles para la paz, la unidad y el futuro de los pueblos suramericanos y caribeños.
Dice el pensador argentino Atilio Borón: ¿Qué pretende Uribe con su frenética gira por América suramericana? Nada menos que vender una iniciativa tóxica, para utilizar el lenguaje impuesto por la crisis capitalista: justificar la escalada de la ofensiva militar del imperio con el propósito de revertir los cambios que en los últimos años alteraron la fisonomía sociopolítica de la región.
Tenía toda la razón el presidente Rafael Correa, al denunciar la doble moral internacional, en la Reunión de Unasur del pasado lunes. Voy a glosar su argumentación: las bases militares gringas, según la visión del imperio, son un problema de soberanía de un país, en este caso, de Colombia. Pero el desarrollo de un programa nuclear por parte de un país que Washington considere del eje del mal, ya no es un problema de soberanía, sino una amenaza planetaria. En síntesis: a los gobiernos insumisos hay que acusarlos de todo y a los gobiernos sumisos hay que apoyarlos en todo. ¡Qué descaro! Es, en verdad, la doble moral imperial.
Pero, a despecho de las fuerzas imperiales, ya nuestros pueblos despertaron y andan con la conciencia alerta. De esa conciencia ha surgido la propuesta de las “bases de paz”, con el fin de neutralizar el belicismo de esa réplica del Estado de Israel en que quieren convertir al Estado colombiano en el presente.
Pero que nadie se equivoque: si Venezuela es agredida, se defenderá con todos los medios a su alcance. Para ello estamos fortaleciendo nuestra capacidad de defensa y nuestro poderío militar.
Como lo expresábamos en la Cumbre de Unasur en Quito, el imperio yanqui quiere ponerle la mano a la primera reserva petrolera del mundo: la Faja del Orinoco.
Tengamos presente, sin embargo, que el cerco militar sobre la América del Sur comienza ahora a apretarse, no sólo por nuestra riqueza energética: la codicia del imperio tiene en la mira, desde hace ya tiempo, otros dos objetivos de gran importancia estratégica: la Amazonía, con su corazón en Brasil, y el gigantesco acuífero del Cono Sur, allá en Argentina, Uruguay y Paraguay.
II
¡Cómo no recordar aquel funesto 14 de agosto de 2002! Se cumplieron siete años exactamente, en esta semana, de aquella infame sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, que establecía que el 11 de abril de 2002 no se produjo un golpe de Estado, sino un vacío de poder. Y, para más infamia, los imputados, esto es, los golpistas, actuaron preñados de buenas intenciones.
Aquel día, lo he repetido muchas veces, tuve que tragar arena.
Aquella sentencia era una real y verdadera consagración de la impunidad. Y era fiel reflejo de una institucionalidad que, en buena medida, estaba de espaldas al sentir popular.
Era el Estado burgués apuñalando a la Revolución.
Siete años después, ciertamente, el entramado institucional del Estado está mucho más fortalecido. La sentencia que, en esta semana, condenó a tres de los principales responsables de la masacre de Puente Llaguno, así lo demuestra.
Pero la batalla contra la impunidad continúa. Queda aún mucha justicia por hacer. Recordemos siempre a Bolívar: La impunidad de los delitos hace que éstos se cometan con más frecuencia: al fin llega el caso en que el castigo no basta para reprimirlos. ¡¡Necesario es que continuemos instituyendo el nuevo Estado Social de Derecho y de Justicia!!
III
Parece que el 15 de agosto, como fecha, está reservado para grandes acontecimientos. El 15 de agosto de 1805, con el Juramento del Monte Sacro, nació el Libertador de un mundo. El 15 de agosto de 1819, vio la luz la segunda Constitución de la Venezuela Republicana. El 15 de agosto de 2004, el pueblo bolivariano ganó una batalla política decisiva en el referendo presidencial. Nadie nunca podrá olvidar aquella jornada y su canto general, Florentino y el Diablo: “El catire Florentino por el ancho terraplén...” Y ayer, 15 de agosto de 2009, fue promulgada la Ley Orgánica de Educación. La promulgación de esta Ley liberadora, demuestra que el proceso constituyente continúa. La nueva legalidad revolucionaria se va abriendo paso.
¿Qué es lo que ha pretendido la contrarrevolución con su guarimba mediática? ¿Se pretende que el Estado docente no ejerza en tanto que tal? Con la promulgación de la LOE, el Estado docente no sólo queda definitivamente consagrado, sino que se fortalece para ejercer a plenitud su rol. El Estado docente es garantía de la educación pública, gratuita y de calidad, para todas y todos.
Ese conjunto de banalidades y falacias que la contra ha puesto a rodar, como esa de la eliminación de la patria potestad, no es más que eso: banalidades y falacias. Carecen de argumentos. Le tienen grima a todo lo que sea discusión pública y consulta popular.
Piensan en la educación como negocio redondo y como práctica para formar súbditos del imperio. La educación para formar ciudadanos y ciudadanas, para aprender a vivir en República, no les cabe en la cabeza.
Decía nuestro Robinson en su Tratado sobre las Luces y sobre las Virtudes Sociales: “Hacer negocio con la educación es... diga cada lector todo lo malo que pueda: todavía le quedará mucho que decir”. Con la LOE, el tiempo de la educación como negocio ha quedado definitivamente atrás. Comienza el tiempo de la educación como bien eminentemente social, eminentemente colectivo.
IV
Con sus 83 años recién cumplidos, el pasado jueves 13 de agosto, Fidel sigue en la primera línea de batalla: nunca se ha ido ni se irá de ella. Desde la trinchera de las ideas, nos sigue orientando este gran padre de los revolucionarios y revolucionarias de Nuestra América. Su palabra es, más que nunca, necesaria e iluminadora, ahora cuando el imperio contraataca.
Allá estuvimos con él, en familia, en amena charla de siete horas, analizando, leyendo, recordando, visualizando el horizonte y sus peligros, reavivando la llama que nos alienta en esta dura lucha por la liberación de la patria.
Nos contó de su infancia, de cuando expulsaron del colegio a los tres (Ramón, Raúl y Fidel) y el Director dijo a su padre que “eran los tres más grandes bandidos que por ese colegio habían pasado”.
Recordó a Caracas, a los Llanos de Venezuela, al pueblo bolivariano. Está más informado de lo que aquí acontece que cualquiera de nosotros.
Ya entraba la tarde, cuando nos despedimos, junto a Raúl, ese gran compañero y eficiente líder revolucionario.
Allá quedó Fidel, de pie, inmenso, con el puño en alto y 83 años al hombro.
Recordé al poeta: “Abre tus portones, historia. Que vamos entrando con Fidel. Con el caballo”.
Y desde lejos gritamos como siempre: ¡¡Patria, socialismo o muerte!! ¡Venceremos!
Después de la última reunión de Unasur, el panorama en el continente se esclarece. Pero para comprender este esclarecimiento, debemos unir ciertos cabos. El presidente Uribe, con su anunciada ausencia y su tour explicativo de forma selectiva, renunció de manera descarada a la ocasión de vernos todos a los rostros y de hablarnos suramericanamente, como se debe hacer entre quienes compartimos una suerte y un destino común. Prefirió lo que él ha dado en llamar diplomacia muda, esto es, sin voz propia.
Todo indica que quieren llevar a nuestros pueblos a un callejón sin salida. Ya en Trinidad y Tobago el presidente Obama asomó una idea: olvidar el pasado e interesarse exclusivamente en el futuro; nada original por cierto aquella proclama obamista: es el canto sublime del capitalismo, el propio canto del cisne: la modernidad. En la reunión del pasado lunes diez en Quito, la representante colombiana nos recomendó la parte que faltaba de la receta: desideologizar el diálogo. Vaya qué propuestas: quedarnos sin historia que contarnos y sin ideas para orientarnos.
Mucho ha sido el tiempo transcurrido desde que la plaga del coloniaje se nos vino encima, para que ahora vengan a vendernos nuevos espejitos o a tratar de confundirnos en brumosos espejismos. Larga ha sido nuestra travesía, para que nos quieran hacer creer ahora que detrás de las bases militares yanquis en Colombia, no están agazapadas la guerra y la desolación como amenazas terribles para la paz, la unidad y el futuro de los pueblos suramericanos y caribeños.
Dice el pensador argentino Atilio Borón: ¿Qué pretende Uribe con su frenética gira por América suramericana? Nada menos que vender una iniciativa tóxica, para utilizar el lenguaje impuesto por la crisis capitalista: justificar la escalada de la ofensiva militar del imperio con el propósito de revertir los cambios que en los últimos años alteraron la fisonomía sociopolítica de la región.
Tenía toda la razón el presidente Rafael Correa, al denunciar la doble moral internacional, en la Reunión de Unasur del pasado lunes. Voy a glosar su argumentación: las bases militares gringas, según la visión del imperio, son un problema de soberanía de un país, en este caso, de Colombia. Pero el desarrollo de un programa nuclear por parte de un país que Washington considere del eje del mal, ya no es un problema de soberanía, sino una amenaza planetaria. En síntesis: a los gobiernos insumisos hay que acusarlos de todo y a los gobiernos sumisos hay que apoyarlos en todo. ¡Qué descaro! Es, en verdad, la doble moral imperial.
Pero, a despecho de las fuerzas imperiales, ya nuestros pueblos despertaron y andan con la conciencia alerta. De esa conciencia ha surgido la propuesta de las “bases de paz”, con el fin de neutralizar el belicismo de esa réplica del Estado de Israel en que quieren convertir al Estado colombiano en el presente.
Pero que nadie se equivoque: si Venezuela es agredida, se defenderá con todos los medios a su alcance. Para ello estamos fortaleciendo nuestra capacidad de defensa y nuestro poderío militar.
Como lo expresábamos en la Cumbre de Unasur en Quito, el imperio yanqui quiere ponerle la mano a la primera reserva petrolera del mundo: la Faja del Orinoco.
Tengamos presente, sin embargo, que el cerco militar sobre la América del Sur comienza ahora a apretarse, no sólo por nuestra riqueza energética: la codicia del imperio tiene en la mira, desde hace ya tiempo, otros dos objetivos de gran importancia estratégica: la Amazonía, con su corazón en Brasil, y el gigantesco acuífero del Cono Sur, allá en Argentina, Uruguay y Paraguay.
II
¡Cómo no recordar aquel funesto 14 de agosto de 2002! Se cumplieron siete años exactamente, en esta semana, de aquella infame sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, que establecía que el 11 de abril de 2002 no se produjo un golpe de Estado, sino un vacío de poder. Y, para más infamia, los imputados, esto es, los golpistas, actuaron preñados de buenas intenciones.
Aquel día, lo he repetido muchas veces, tuve que tragar arena.
Aquella sentencia era una real y verdadera consagración de la impunidad. Y era fiel reflejo de una institucionalidad que, en buena medida, estaba de espaldas al sentir popular.
Era el Estado burgués apuñalando a la Revolución.
Siete años después, ciertamente, el entramado institucional del Estado está mucho más fortalecido. La sentencia que, en esta semana, condenó a tres de los principales responsables de la masacre de Puente Llaguno, así lo demuestra.
Pero la batalla contra la impunidad continúa. Queda aún mucha justicia por hacer. Recordemos siempre a Bolívar: La impunidad de los delitos hace que éstos se cometan con más frecuencia: al fin llega el caso en que el castigo no basta para reprimirlos. ¡¡Necesario es que continuemos instituyendo el nuevo Estado Social de Derecho y de Justicia!!
III
Parece que el 15 de agosto, como fecha, está reservado para grandes acontecimientos. El 15 de agosto de 1805, con el Juramento del Monte Sacro, nació el Libertador de un mundo. El 15 de agosto de 1819, vio la luz la segunda Constitución de la Venezuela Republicana. El 15 de agosto de 2004, el pueblo bolivariano ganó una batalla política decisiva en el referendo presidencial. Nadie nunca podrá olvidar aquella jornada y su canto general, Florentino y el Diablo: “El catire Florentino por el ancho terraplén...” Y ayer, 15 de agosto de 2009, fue promulgada la Ley Orgánica de Educación. La promulgación de esta Ley liberadora, demuestra que el proceso constituyente continúa. La nueva legalidad revolucionaria se va abriendo paso.
¿Qué es lo que ha pretendido la contrarrevolución con su guarimba mediática? ¿Se pretende que el Estado docente no ejerza en tanto que tal? Con la promulgación de la LOE, el Estado docente no sólo queda definitivamente consagrado, sino que se fortalece para ejercer a plenitud su rol. El Estado docente es garantía de la educación pública, gratuita y de calidad, para todas y todos.
Ese conjunto de banalidades y falacias que la contra ha puesto a rodar, como esa de la eliminación de la patria potestad, no es más que eso: banalidades y falacias. Carecen de argumentos. Le tienen grima a todo lo que sea discusión pública y consulta popular.
Piensan en la educación como negocio redondo y como práctica para formar súbditos del imperio. La educación para formar ciudadanos y ciudadanas, para aprender a vivir en República, no les cabe en la cabeza.
Decía nuestro Robinson en su Tratado sobre las Luces y sobre las Virtudes Sociales: “Hacer negocio con la educación es... diga cada lector todo lo malo que pueda: todavía le quedará mucho que decir”. Con la LOE, el tiempo de la educación como negocio ha quedado definitivamente atrás. Comienza el tiempo de la educación como bien eminentemente social, eminentemente colectivo.
IV
Con sus 83 años recién cumplidos, el pasado jueves 13 de agosto, Fidel sigue en la primera línea de batalla: nunca se ha ido ni se irá de ella. Desde la trinchera de las ideas, nos sigue orientando este gran padre de los revolucionarios y revolucionarias de Nuestra América. Su palabra es, más que nunca, necesaria e iluminadora, ahora cuando el imperio contraataca.
Allá estuvimos con él, en familia, en amena charla de siete horas, analizando, leyendo, recordando, visualizando el horizonte y sus peligros, reavivando la llama que nos alienta en esta dura lucha por la liberación de la patria.
Nos contó de su infancia, de cuando expulsaron del colegio a los tres (Ramón, Raúl y Fidel) y el Director dijo a su padre que “eran los tres más grandes bandidos que por ese colegio habían pasado”.
Recordó a Caracas, a los Llanos de Venezuela, al pueblo bolivariano. Está más informado de lo que aquí acontece que cualquiera de nosotros.
Ya entraba la tarde, cuando nos despedimos, junto a Raúl, ese gran compañero y eficiente líder revolucionario.
Allá quedó Fidel, de pie, inmenso, con el puño en alto y 83 años al hombro.
Recordé al poeta: “Abre tus portones, historia. Que vamos entrando con Fidel. Con el caballo”.
Y desde lejos gritamos como siempre: ¡¡Patria, socialismo o muerte!! ¡Venceremos!
*Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. hugochavez@presidencia.gob.ve
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