El mundo siguió con sumo interés esta semana lo que acontecía en Quito y Guadalajara, escenarios de sendas cumbres, las de Unasur Y Nafta, convocadas con fines diametralmente opuestos, pues mientras la primera daba prioridad a la paz, unidad y desarrollo de sus pueblos, en la segunda se aspiraba aprobar el Plan Mérida, nuevo proyecto de conquista del Imperio en la región. Fueron por lo tanto, dos eventos con visiones contrapuestas, en los que la capital ecuatoriana y la ciudad mexicana, pasaron a ser las antípodas de la moral y dignidad humana, separadas por abismos de principios, ya que, mientras en la cita de Quito se consolidaron posiciones orientadas a hacer de América del Sur un polo de paz, económico, político y social mundial, la reunión de Guadalajara estuvo dominada por la sombra ominosa de un proyecto neocolonialista. Mientras en Unasur se debatía en profundidad, aspectos relacionados con la problemática regional y mundial, la cita de Nafta no paso de ser un show mediático, adornado con elogios personales entre sus protagonistas, una rueda de prensa y un almuerzo, un evento en los que hubo más desencuentros que encuentros y desaires de los huéspedes hacia el anfitrión. Porque tanto Harper como Obama se hicieron de de oídos sordos a sus reclamos que intentaban revertir la decisión de Canadá de exigir visas a los ciudadanos mexicanos y la actitud de EEUU de no permitir en su territorio el tránsito de camiones mexicanos, mientras los camioneros estadounidenses cruzan libremente la frontera mexicana. En ese espejo que es México, cuyo pueblo es víctima de la rapiña yanqui, es en el que deben mirarse quienes, obnubilados por los cantos de sirena de las promesas que les hace Washington, y sus incondicionales lacayos, que han suscrito o se disponen firmar leoninos TLC con EEUU, olvidan que han sido o serán protagonistas del bien conocido y trágico drama del Tiburón que se comen a la sardina, en el que el escualo es el Imperio y la sardina ellos. Si bien en ambas reuniones se abordaron temas como el cambio climático, la Pandemia de la gripe AH1N1 y el golpe de los gorilas hondureños, entre otros, hubo dos materias que, pese a su trascendencia no fueron incluidos en sus agendas: la amenaza de las bases militares yanquis en Colombia, en la Cumbre de Quito, y la puesta en marcha del Plan Mérida, en la de Guadalajara. El caso de las bases fue abordado informalmente en Quito por iniciativa del presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, quien denunció el peligro que representan para su país y sus vecinos, posición que fue respaldada por sus homólogos, Correa de Ecuador y Evo de Bolivia, se acordó, a solicitud de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que sea analizado en una reunión del Consejo de Defensa de Unasur a tener lugar el 24 de este mes en Buenos Aires. A la cumbre solo asistieron diez de los doce presidentes de los países miembros de Unasur, faltaron a la cita el mandatario de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, y el de Perú, Alan García, ya que ambos están de acuerdo con la instalación de bases militares yanquis que en todo el mundo ascienden a mas de 800. El astuto y taimado Uribe no se atrevió a dar la cara para defender su indefendible decisión de permitir su instalación en Colombia, en vergonzosa entrega de la soberanía de la patria, y envió en su lugar a la vice- cancillera, una dama que dejó perplejos y asombrados a los asistentes, cuando en su intervención recurrió a lo más florido del discurso cantinflérico, diciendo que Colombia no hay ni habrá ese tipo de instalaciones. Según la visión de esa dama al parecer, las bases serán sitios turísticos ubicados en playas del Caribe y Pacífico colombianos, y en exóticos puntos de la selva, entregados para disfrute y solaz de esos “good boys” yanquis que en vez de disparar fusiles y cañones, de lanzar bombas inteligentes y químicos tóxicos que matan niños, plantas e intoxican el agua de los ríos y sus peces, se dedicarán a practicar algún deporte acuático o de montaña. Esos “buenos muchachos”, de acuerdo a lo afirmado por la vice cancillera colombiana, procederán a convivir en paz y armonía con el pueblo, a no violar niñas y mujeres, ni matar hombres, aunque estén en libertad de hacerlo por gozar de la inmunidad que allí gozan todos los soldados y mercenarios yanquis, porque hasta ahora ninguno de esos sádicos y asesinos han sido castigados a pesar de haber sido autores de muchos de esos crímenes. García, el otro presidente ausente, que ha dado asilo a verdugos bolivianos; a ladrones, corruptos y golpistas venezolanos; genocida del pueblo amazónico, autor del “El Perro del hortelano”, ejemplo del más obsceno racismo en el que exhibe su desprecio por los pueblos originarios de Abya Yala y lo acentúa aún más al entregar sus tierras ancestrales a las transnacionales, no pudo llegar a Quito, porque el avión que lo transportaba sufrió una falla, obligándolo a regresar a la capital peruana. En cuanto al Plan Mérida, que contempla la puesta en marcha de ese proceso de conquista que va de México a Panamá, pasando por Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, ni siquiera fue mencionado por su nombre por Obama, Calderón y Harper, quienes se limitaron a hablar sobre su compromiso de combatir el narcotráfico, fachada tras la cual se oculta la planificada agresión e invasión a esos países contempladas en ese macabro proyecto. Es allí donde radica, la diferencia abismal que existe entre esos dos mundos; el de la dignidad, la paz y la solidaridad, representado por Unasur, y el de la indignidad, la guerra y la insolidaridad que lidera Nafta con EEUU al frente, como la mayor potencia económica y militar del planeta y su proyecto hegemónico mundial, del cual el Plan Mérida y las bases militares en Colombia constituyen las armas principales a ser usadas en Centro y Sudamérica. Pero sucedió que en los últimos días se presentaron dificultades que obligaron a postergar el anuncio de su implementación en Guadalajara, por lo que Washington, optó por sacarlo de la agenda hasta tanto se solucionen esas trabas, como lo es el rechazo del Congreso yanqui a entregar parte de los fondos, y la oposición del parlamento mexicano, -no de Calderón- a aceptar humillantes condiciones impuestas para su otorgamiento porque afectan la soberanía del país. Esa es la única razón que ha impedido hasta ahora la aplicación de ese proyecto, complemento del Plan Colombia que el Imperio ejecuta en ese país bajo el eufemismo de la lucha contra el narcotráfico, y que pese a la inversión hecha, de más de 5.000 millones de dólares supuestamente con el fin de eliminarlo, no está interesado en hacerlo, pues el único y verdadero propósito del mismo es destruir a la guerrilla, dique de contención que impide ejecutar sus planes de conquista de la Amazonia. Lo mismo sucede con el caso del Plan Mérida, destinado en su primera fase a criminalizar a las organizaciones y movimientos sociales y sindicales opuestos a ese y otros proyecto de dominación que Washington adelanta en la región, ya que una vez neutralizados o destruidos esos muros de contención a sus ambiciones, procedería a cumplirse la etapa final del plan. Porque el Plan Mérida es la nueva versión del Plan Puebla-Panamá, dándosele inicialmente el nombre de Plan México, pero a fin de no asociarlo con el siniestro Plan Puebla-Panamá, se le designó como “Iniciativa Mérida”, aún cuando en el fondo persigue los mismos propósitos de conquista, es decir, apoderarse de esos ocho países, mientras que por su parte al Plan Colombia le ha sido asignado el objetivo de adueñarse de las doce naciones que conforman América del Sur. Una vez dueño del istmo centroamericano, EEUU procedería a abalanzarse sobre América del Sur, convirtiéndose de esa forma, en dueño absoluto de todo el continente, su meta final, anunciada hace 87 años por el presidente yanqui William F. Taft , cuando en 1912 afirmó:“No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio. Una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro de hecho, como en virtud de nuestra superioridad racial ya es nuestro moralmente.” Ese y ningún otro es el bjetivo que persiguen desde entonces y hasta nuestros días sus sucesores, por lo que no deben hacerse ilusiones quienes creen en el cambio ofrecido Barack Obama, quien tras decir que el mundo ha cambiado, sigue atizando el fuego de la guerra en Afganistán y asegurando en Guadalajara que son unos hipócritas quienes como Chávez, denuncian de intervención e injerencia a EEUU en América Latina y el Caribe. Por otra parte, ¿Quien puede creer que EEUU esté interesado en erradicar el flagelo de las drogas, cuando pese al Plan Colombia, su producción y consumo se han mas que duplicado, representando ingresos multimillonarios para los bancos que “lavan” el dinero procedente de su venta en un país donde solo se capturan “mulas” y adictos negros y latinos que llenan las cárceles mientras los responsables de ese crimen, los “barones de la droga” yanquis viven libres en medio de la opulencia e impunidad que los rodea. ¿Cómo creer en la sinceridad del Plan Mérida si sus creadores fueron George W. Bush y el más servil y conocido de sus lacayos y Cachorro del Imperio, el ex presidente mexicano Vicente Fox, y uno de sus principales promotores, John Negroponte, el más siniestro personaje y criminal de guerra que registra la historia negra del fascismo yanqui del siglo XX y el siglo XXI' Su nombre trae a la memoria los genocidios perpetrados en Vietnam por soldados estadounidenses y torturadores vietnamitas mientras sirvió como agente de la CIA en ese país del Sudeste asiático; los crímenes de lesa humanidad cometidos por militares y escuadrones de la muerte en América Central durante su gestión como embajador de EEUU en Honduras. También forma parte de su pronturario criminal la creación de los “Contras” en Nicaragua, financiados con dinero de la droga y el tráfico de armas y las masacres perpetras en Irak donde, durante su actuación también como embajador, las tropas estadounidenses protagonizaron los más horrendos crímenes y torturas contra hombres, niños y mujeres inocentes. Ese asesino llegó a ofrecer la falsa panacea del Plan Mérida a los presidentes centroamericanos que hasta hace poco gobernaban en esos países, quienes aceptaron sumisos el mandato de Washington, pero que fueron barridos por una onda de conciencia libertaria procedente del Sur que se consolidó con la presencia de Alianza Bolivariana de los pueblos de nuestra América (Alba). Hoy, la mayoría de sus gobernantes son líderes revolucionarios comprometidos con el proceso integrador que avanza por toda la región, y a pesar del golpe perpetrado en Honduras, por los gorilas militares y civiles siguiendo órdenes de Washington, -así lo niegue Obama- más temprano que tarde, su pueblo recuperará la institucionalidad perdida, para proseguir por el mismo camino de independencia y libertad por el que transitan sus hermanos del Alba. Porque nada ni nadie podrá detener esa “marcha de gigantes”, la de esa humanidad, que, como profetizó Fidel Castro hace medio siglo, dijo “basta”, y que no está dispuesta a impedir que la detengan, un Plan Colombia, un Plan Mérida, o cualquier otro obstáculo que ponga en camino ese imperio en agonía, que es el Imperio yanqui. |
miércoles, 12 de agosto de 2009
Cumbres de Nafta y Unasur, antípodas de la moral y la dignidad.
Hernán Mena Cifuentes
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario