martes, 17 de febrero de 2009

La historia recordó el domingo a los revolucionarios a no dormirnos en los laureles.

Hernán Mena Cifuentes

El pueblo venezolano volvió a triunfar este domingo con el sí en un histórico referendo que permite postularse al presidente Hugo Chávez Frías en los comicios del 2012 y en caso de ganar, gobernar hasta 2019 y más allá, pero la historia, como fuente inagotable de enseñanza le recordó al revolucionario que no debe dormirse en los laureles, que el reposo del guerrero es breve y que su deber es seguir luchando hasta consolidar el Socialismo del Siglo XXI. Así lo hizo Bolívar, quien al arengar en un manifiesto a sus soldados antes de una batalla como la que hoy ha conquistado Chávez, les dijo: “Dios concede la victoria a la constancia”, y el enemigo que hoy tiene frente a sí Chávez es un imperio igual de implacable, feroz y taimado como el que enfrentó El Libertador hace casi dos siglos, pues cuenta con los mismos aliados de siempre: la oligarquía criolla, la jerarquía de la Iglesia católica y la prensa mercenaria que desinforma y manipula para engañar al pueblo. Y así como el Padre de la Patria, aprendió de la derrota cuando en diciembre de 1812, a raíz de la caída de la Primera República denunció a “la influencia eclesiástica que tuvo, -dijo- una parte muy considerable en la sublevación de los lugares y ciudades subalternas y en la introducción de los enemigos en el país, abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio a favor de los promotores de la guerra civil”, Chávez aprendió, como buen discípulo de su maestro y guía, lo que sobre los sacerdotes dijo Bolívar. “Sin embargo, -destacaba El Libertador- debemos confesar ingenuamente que estos traidores sacerdotes se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamente se les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta,” y esa impunidad es la que Chávez denunció desnudando la conspiración que desde la Conferencia Episcopal venezolana hoy adelantan los jerarcas de la Iglesia católica manipulando y jugando con la fe del pueblo que no obstante, se ha deslastrado de su maligna influencia. Porque, Chávez, como Bolívar también conoció la derrota, primero, el 4-F y quince años mas tarde en el referendo de 2007, pero en ambas ocasiones, se armó de la constancia con la que pudo vencer el infortunio y salir finalmente airoso en la batalla, y prueba de ello fue aquel histórico “Por ahora” que pronunció en 1992, como también lo ha sido la memorable victoria conquistada el domingo en un nuevo referendo que los opositores creían que iban a ganar porque según aseguraban: “No es No.” Lo decían, creyendo que repetirían la pírrica victoria alcanzada en 2007, (la única conquistada en 12 procesos comiciales celebrados en los últimos 10 años) cuando en una consulta en la que apenas participaron 8 millones 883 mil 746 electores ganaron por el mínimo margen de 87 mil 196 votos del No a la Reforma Constitucional propuesta entonces por Chávez, sin tomar en cuenta que fue el triunfalismo y no su fuerza electoral, el único responsables de su triunfo, como lo comprobaría su derrota este domingo. Y es que miles de votantes, confiados en la innegable fuerza de la Revolución Bolivariana cayeron en el fatal error del triunfalismo y no fueron a votar ese día de diciembre y se quedaron en sus casas, permitiendo que ganaran los enemigos del proceso, quienes se hicieron la ilusión de que conquistarían nuevas victorias, llegando a asegurar en algún momento que “Chávez estaba acabado” y que Venezuela volvería a sumirse en la aciaga era de la Cuarta República con la que ellos siempre sueñan. Pero, allí estaba la historia para recordarle al pueblo que nunca hay que bajar la guardia, porque el Imperio y sus vasallos no duermen, aferrados a su obsesión irracional de derrocar a Chávez, sin descartar, como ya lo han intentado, el perverso recurso del magnicidio, por lo que hay que estar siempre alerta, como lo hicieron esta vez los venezolanos que le dieron la victoria al SI, con más de un millón de votos de ventaja para la enmienda a la Constitución con la que el presidente se jugaba su futuro. A pocas horas de anunciarse el triunfo, cientos de miles de personas de todas las edades, hombres, niños, mujeres y ancianos, estaban allí, otra vez presentes bajo “El balcón del Pueblo”, ondeando banderas, pancartas y consignas revolucionarias y, Chávez, como siempre, confundido con ellos, agradeciéndoles la confianza que en él depositaron y reiterando su fe en la victoria definitiva de la Revolución Bolivariana que habrá de conducir a Venezuela a la utopía de ese Mundo Posible del Socialismo del Siglo XXI. No será una misión fácil, porque, si bien la oposición reconoció el triunfo del si, no hay que creer del todo en sus palabras, pues el Imperio fascista lleva en sus genes el virus de la intolerancia que ha sabido transmitir a sus vasallos que no aceptan la victoria electoral de los revolucionarios en ninguna parte del mundo, como ha sido demostrado en Palestina, Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Venezuela, donde siguen y seguirán conspirando para recuperar sus antiguos privilegios. La historia, libro abierto, confirma ese peligro siempre latente tras haber registrado sus páginas los actos mas cobardes y traicioneros del fascismo que en las últimas décadas derrocó gobiernos e impuso las más crueles y abyectas dictaduras como la de Franco en España; los Somoza en Nicaragua; Trujillo en República Dominicana; el Shah en Irán; Batista en Cuba; los Duvalier en Haití; Ngo Dinh Diem en Vietnam del Sur; Pinochet en Chile y tantas otras más en América Latina, el Caribe y el resto del planeta. De allí que en lo sucesivo el pueblo venezolano deberá estar alerta para no dejar que el fascismo intolerante les arrebate nuevas victorias como la obtenida con el aplastante si del domingo, por lo que, ante todo, deberá en lo sucesivo evitar el triunfalismo que por un momento hizo que la oposición se creara la falsa ilusión de que Chávez estaba acorralado, acabado y abandonado por sus seguidores que son la inmensa mayoría de los venezolanos. Y mas importante aún, denunciar a los infiltrados en el seno de la Revolución Bolivariana, combatir el accionar injerencista y conspirativo del Imperio y sus lacayos de la oligarquía, de la jerarquía de la Iglesia católica y de la prensa mercenaria que seguirán atentando contra el proceso y su líder, Hugo Chávez Frías, quien con su constancia y voluntad para transformar las derrotas en victorias lo está guiando hacia la utopía de un mundo posible construyendo el socialismo del Siglo XXI.

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