domingo, 10 de agosto de 2008

Revolución y Constitución.

Fernanda Guevara-Riera

En todo proceso social, histórico hay un punto de quiebre. Quebrarse parece malo. A veces es oportuno. Lo es si se oscila sin resolución, suspendido entre una Revolución que tarda en llamarse por su nombre sin vergüenza y actuar en consecuencia, y un capitalismo rentista rancio, que vaga como río amarillento, estancado por el temor de una Revolución que lo amenaza pero no lo muerde aún en sus hueros huesos. Una Revolución puede avanzar pacíficamente, dentro del marco de la Constitución, siempre y cuando esta última no limite la integración de un pueblo, hasta ahora más subversivo que organizado para trabajar ideológica y prácticamente en aras de una sociedad más igualitaria. Si hay que elegir – punto de quiebre – entre la Revolución, eso sí, digna, honrada, auténtica, humana, que sabe superar el resentimiento, unir y no dividir, sin por ello ponerse pendeja y dejarse desbaratar por el conservadurismo de propios y extraños - que hay conservadurismo dentro de la Revolución para que ésta no se explaye por lo que es - habrá que optar por la Revolución y constituirse como hombres para la libertad de la igualdad. Constituirse con una sensibilidad y compromiso veraces para no odiar, para hablar hasta donde sea posible hablar con léxicos tan diversos, que también quiebre de lenguajes debe haber, y optar, con coherencia, sin temblar frente a lo que en algún momento, para una parte de la población, parecerá un salto en el vacío. Ese vacío debe ser llenado por acciones eficaces de un revolucionar y transformar la realidad y uno mismo, reforma de cómo nos relacionamos con los otros y con nosotros mismos. Una Revolución no puede ser secuestrada por expresos y puntuales ir y venir, sin nunca concretar. Si la Revolución fracasa, ¿qué proyecto alternativo tenemos? ¿Acaso la vuelta a la consabida Constitución de la inutilidad de derechos programáticos, formales, nunca actuados? Una Revolución lograda, seria, basada en el trabajo, en la cooperación es necesaria para una historia patria que se resiste a la imposición de una “actualización histórica” impuesta por los centros de poderes de invisibles accionistas que especulan sobre el precio de los alimentos básicos. El trigo es el pan. El pan es el pueblo. Se marcha contra leyes inconstitucionales. ¿Se pregunta, sin embargo, si tal Constitución sirve para que Venezuela, más allá de Bolivariana o contra Bolivariana, resuelva los problemas de integración que un imaginario social tejido por hegemonías ambiguas impide? No. Se marcha contra un hombre. Contra Chávez. Pero Chávez no es toda la revolución. El aporte de todos en requerido. Para ello el gobierno debe poner las condiciones de seguridad para que armas regadas por aquí y por allá impidan la confianza necesaria para que uno no muera de un asalto. Hay que trabajar por lo venezolano como configuración lograda por interdependencias que la Revolución debe corregir, orientar hacia una paz más allá de una violencia subrepticia, latente, material, simbólica que nos espera. Es la hora del quiebre. No sé si hora de la verdad, que verdades son como amores y algunas matan de exceso de sinceridad. Quebrarnos, para luego reunirnos bajo la orientación de ir más allá de los intereses creados. Crear, en su lugar, intereses comunes, espacios de política abierta al debate, sin que esto signifique debatir lo que hace diez años se espera. Resolución de una “lista de espera” que ya se hace pesada, mortal en el aguardar demasiado a que el otro comparta todas las razones que se esgrimen, como pueden ser esgrimidas por un pueblo cuya voz ha sido sepultada en el bullicio de rentas petroleras enloquecidas. Una Revolución segura de sí misma, encaminada hacia el bien de toda la República, no debe temer una Constitución superada por los acontecimientos. Eso sí: si la Revolución no obra, la Constitución será siempre el estandarte y heraldo de una Venezuela que ya no es pasado y tampoco es futuro. El presente, tal vez, se juega en la determinación, voluntad, capacidad, esmero de hacer realidad lo que el 80% de la población, o más, espera. Una vida digna, sosegada, con perspectiva de porvenir. Si ese porvenir viene de la Revolución, y así se muestra, la Constitución de Venezuela es la República Bolivariana más allá de su lema.
mguevara2003@yahoo.com

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