Isabela Boada
Luego de pensar y repensar qué particularidad del tema me ocuparía en estas breves líneas, llegué a la conclusión de que lo mejor que podía hacer era problematizarlo, es decir, plantear una serie de interrogantes, un papel de debate para una posterior profundización. En vista de que sería un error indagar en torno al tema, sin previamente deslastrarme de determinadas cosmovisiones impuestas.
Lo primero que quisiera plantear es que difícilmente se puede hacer un análisis de las diferentes manifestaciones políticas protagonizadas por expresiones “organizadas” de Pueblos o “movimientos sociales” de Nuestra América, a través de concepciones y ópticas coloniales-eurocentristas. Ya que las instituciones que fueron creadas en un determinado tiempo-espacio y las supuestas herramientas orientativas para el estudio de expresiones sociales contra-hegemónicas, hoy en día – en el mejor de los casos – han quedado obsoletas frente a una realidad mucho más compleja; y/o sencillamente, fueron neutralizadas por el sistema capitalista, quizás un ilustrativo ejemplo serían – excusando las generalizaciones – los sindicatos de trabajadores que poco a poco se fueron convirtiendo en un instrumento dilatador de los procesos revolucionarios en el área laboral.
Convirtiéndose los viejos esquemas de análisis en una camisa de fuerza epistémica que termina coadyuvando en la perpetuación de la colonialidad del saber, es decir, la imposición de una subjetividad hegemónica, correspondiente a un modelo civilizatorio específico, que reprime “otras formas de producción de conocimiento (que no sean blancas, europeas y “científicas”)” (Walsh Catherin. Pensamiento Crítico y matriz decolonial. Universidad Andina Simón Bolívar. Quito, 2005).
Incluso, dentro de esta matriz epistémica, se nos ha prohibido sistemáticamente mirarnos con nuestros propios ojos, imponiéndose ópticas ajenas y anacrónicas a nuestras realidades. Ello a través de la continua práctica de uno de los grandes postulados del positivismo: someter las realidades sociales a las fórmulas “universales”. Tales fórmulas no son elaboradas por nosotras/os las/los sur-américanas/os, sino que fueron “pensadas”, estructuradas, “certificadas empíricamente”, empaquetadas y selladas por otros, ocultando su punto de enunciación.
Por lo hasta ahora comentado, no creo muy difícil identificar las debilidades y anacronismos entre la Teoría predominante y la Práctica que nos afronta, en este sentido, es oportuno mencionar lo dicho por Atilio Borón en el Foro de Río (año 2002): “Hemos perdido la Batalla de las ideas”. Refiriéndose al eclipse intelectual de las diferentes manifestaciones “académicas” de la izquierda. Es decir, que los fundamentos teóricos contra-hegemónicos no sólo se quedaron congelados en el tiempo, si no que fueron arropados (concientes o no/en contra o no) por la cosmovisión hegemónica-colonial.
El líder cocalero y actual presidente de Bolivia, Evo Morales, comentó que en su experiencia de lucha, primero surgiendo las protestas, en su mayoría espontáneas, desarticuladas y tiempo después se generando las propuestas y debates en torno a dicha lucha.
Quizás reflexionando acerca de todo esto y en plena conciencia de que fuimos formados, no sólo dentro de esta matriz colonial, sino también en función de perpetuarla, se podrá abordar el tema de las manifestaciones y levantamientos populares encabezados por “movimientos sociales”.
Una propuesta es identificar algunas características comunes de las luchas en Nuestra América, a sabiendas de que se incurre en el afán positivista de generalizar y encapsular circunstancias y realidades notoriamente diferentes y complejas en sí mismas:
“Movimientos Sociales” es el nombre y apellido genérico que se le dio a expresiones “organizadas” de pueblos excluidos y silenciados por el modelo civilizatorio hegemónico (en sus diversas e históricas manifestaciones).
Hoy en día son los movimientos sociales los protagonistas de las luchas contra-hegemónicas, desplazando a antiguas instituciones, como por ejemplo, los partidos políticos.
“…en los albores del nuevo milenio se están produciendo nuevas configuraciones en sus formas de movilización, organización y articulación con otros sectores de clase que quedan fuera de los alcances de los análisis tradicionales, particularmente del marco teórico que más se ocupó de ellos: el marxismo clásico y sus derivados” (Armina, Marisa: Los movimientos Sociales de resistencia al neoliberalismo en A.L.: Alcances y perspectivas) .
Dicha cita coincide en buena medida con lo que se pretende tejer en estas líneas. Asimismo, hace mención de un calificativo recurrente que se les da a los movimientos sociales por parte de quienes abordan el tema, y es el planteamiento de que son “nuevas configuraciones” o un “nuevo sujeto histórico” y, ciertamente, es nuevo si no se puede explicar con los parámetros pre-exixtentes, así por ejemplo el análisis marxista quedaría muy limitado para entender los movimientos ecologistas, ya que esta lucha no sólo se enmarca en un conflicto entre dos clases, sino que hay diversas luchas, con múltiples sujetos.
Surgiéndome la siguiente interrogante: ¿algunas luchas de los movimientos sociales, de hoy en día, no son de larga data?
Reincidiendo en el pernicioso simplismo, utilizaré un específico caso para visualizar una posible respuesta a tal interrogante:
El actual contexto en Bolivia es un rico ejemplo de un Movimiento social, indígena-campesino que no puede ser abordado bajo los esquemas tradicionales y que tiene su gestación y evolución –según mi limitado conocimiento histórico - a través de determinados procesos y circunstancias que fueron construyendo el actual escenario, así por ejemplo, las luchas indigenistas de Pachacuti, Tupaj Katari, Bartolina Sisa, por mencionar algunos.
Por lo tanto, si partimos de la base de los esquemas de interpretación clásicos-eurocentristas-coloniales para identificar este sujeto, en efecto se cumple el supuesto de que estamos en presencia de uno nuevo, a pesar de que podemos reconocer su prolongada lucha. A su vez, esta afirmación invisibilizaría todo un proceso histórico. Pero, el sencillo ejemplo de Bolivia cuestiona este supuesto, lo que lleva a preguntarme ¿no será que las prácticas sociales tienen largo rato rompiendo esquemas y paradigmas teóricos?
Finalmente, aún con el ejemplo de Bolivia, y sin ánimos de determinismos: ¿no estaremos en presencia de una revitalización y posicionamiento de la identidad indígena-campesino, producto (entre otras razones) del agudizamiento de las desigualdades sociales en todos sus ámbitos, como clara consecuencia de las políticas neoliberales?
Ahora bien, no puede escapar del análisis, que hoy en día los movimientos sociales abarcan una enorme variedad de temas y en sí de luchas, propias de las actuales circunstancias. En este sentido, sí se están generando unas nuevas configuraciones, otra/o sujeto histórico, con contenidos no tradicionales que está asumiendo y no delegando su batalla.
A manera de resumen, considero importante para una posterior profundización del tema: primero, desconstruir -con carácter de urgencia- la matriz epistémica colonial, porque si continuamos pensando a través de ésta, prolongaremos y reproduciremos la colonialidad del saber, es decir, la colonización del imaginario colectivo. Segundo, abordar el tema de los movimientos sociales considerando el todo y las partes de ese todo: observar el árbol, sus especificidades y también el bosque al que pertenece. Tercero, que el uso orientativo de esquemas y clásicas conceptualizaciones de izquierda, se realice con un ojo clínico-crítico, para así evitar someter las realidades sociales a fórmulas. isabela.boada@gmail.com
martes, 26 de agosto de 2008
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