Janet Marilyn Hernández
Yo, que nunca he sido una persona promedio, que incluso he llegado a pensar que no soy todo lo normal que se podría esperar, comprobé hace pocos días en las calles de Caracas que, definitivamente, si me apego a las declaraciones de algunas autoridades, no estoy bien.
Lo que pasó no voy a contarlo como lo cuenta todo el mundo, porque a la larga se convierte en un dígito más de una cifra roja, rojita, a la que nadie le para demasiado. Mejor lo cuento apegada a los términos oficiales que se han hecho públicos últimamente. Palabras clave: provocación, pasión, suicidio, entre otras.
En ese caso la cosa fue así:
Caminando por Maripérez obstruí el camino de un respetabilísimo ciudadano incomprendido por la sociedad y lo llevé a interceptarme. Enseguida, por telepatía, le indiqué que me pidiera a gritos la cartera y le recomendé amenazarme con algo que llevaba en su cinturón y que, afortunadamente, no mostró y jamás sabré si era un puñal o una pistola. Él pudo haberme "suicidado" con ese objeto que sobaba sobre su franela al tiempo que me gritaba que le entregara mis pertenencias.
Es digna de resaltar la pasión con la que me asaltó ese noble venezolano a quien la oligarquía jamás comprendió y que para nada tiene la culpa de desempeñarse como atracador. Total, el trabajo –aunque sea como atracador o carterista- dignifica y en este proceso la inclusión es lo que cuenta; la inclusión mía, claro, en la lista de víctimas del hampa.
El asalto del que fui víctima, perdón, según algún ministro, debo decir "artífice", fue a todas luces un crimen pasional: así como a mí me apasiona escribir, al señor choro le apasiona coaccionar damas indefensas y despojarlas de sus pertenencias. Todo es pura pasión y es gracias a este clima juguetón del trópico, este de lluvias repentinas y soles incandescentes. No se culpe al desempleo, que al fin y al cabo estudiar víctimas potenciales, abordarlas y llevar a cabo el delito ha de ser algo bastante trabajoso.
Ese pobre señor honorable que me amenazó para lograr que yo le diese mi cartera seguro no hablaba inglés, pero tengo la certeza de que fue entrenado por el Imperio para hacer el mal a sus coterráneos. Apostaría que tenía su curiara de la IV Flota anclada en el Guaire. Si esta hipótesis no cuadra, cúlpese a la pasión, que es el comodín del crimen en nuestra Tierra de (des)Gracia.
Creo que, además, ese autoatraco con intento de suicidio pasional del que fui objeto esta misma semana no debe contarse en las estadísticas de crímenes, no vaya a ser que se le afee la carpetita a algún ministro, menos ahora que estamos en año electoral.
Asimismo estoy segura de que todo fue culpa mía por usar cartera. Eso fue a todas luces una provocación: es humano que el ciudadano atracador haya querido hacer justicia social; si yo tengo cartera, ¿por qué él no?
No se preocupen las autoridades: la inseguridad no afecta a los ciudadanos, pues si algo percibí en la actitud de mi victimario fue seguridad; él estaba plenamente seguro de que cometería su fechoría, de que me haría daño si yo me le resistía y, sobre todo, de que ningún funcionario de alguna fuerza pública aparecería para impedírselo.
Lo más curioso es que todo sucedió a pocos metros de un edificio del Estado y no había ni un policía, ni un militar, ni un reservista, ¡ni siquiera un vigilante privado!, que neutralizara la acción de ese señor, ejemplo de criollez, a quien nadie puede condenar por la pasión tropical de sus acciones incluyentes.
Es el momento de ponerle un parado al hampa. Es inaudito que se diga que la inseguridad no debe preocuparnos cuando en realidad es todo lo contrario: la tenemos allí, respirándonos en la nuca, haciendo que todos los días dediquemos un verso de nuestras oraciones a pedir que nos atraquen sin matarnos. Sí hay inseguridad, sí hay hampa y hay que neutralizarla.
Gracias a Dios este "hijo ilustre" de la comunidad fue todo un "profesional" y los nervios no lo traicionaron. De lo contrario, de haber sido un ladronzuelo inexperto e inquieto, probablemente esta edición de Vida Joven y todas las que están por publicar se habrían quedado en el tintero o, mejor dicho, en uno de los muchos charcos de sangre que día tras día alfombran la ciudad.
huellaluminosa@hotmail.com
viernes, 22 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario