Confieso mis labios, lo primigenio en clave femenina
La suculenta idea de reseñar Confieso mis labios, Fondo Editorial #NosUneLaPoesía (2024), de Francis Arguinzones Lugo, se debió a que contiene dos de los elementos típicos de la crítica que usualmente proviene de los hombres hacia la poesía escrita por mujeres: lo confesional y lo erótico.
Sentí intriga cuando vi a Francis por vez primera en los pasillos de una Feria del Libro, de esas grandotas, en las que suelen brillar los grandes autores con sus grandes obras. Algo me decía que era de mi estirpe, de las que andamos como apariciones silentes en los cerrados círculos literarios. Luego nos presentaron, un día nos sentamos a hablar. Nos unió de inmediato la empatía de estar al margen del canon. Pero para ella, el amor-odio por ser poeta, devino en una valiente decisión: el camino de la autopublicación, estrategia cimarrona que están usando escritoras en todo el mundo.
En este libro Arguinzones no teme reflejar en crudo el amor romántico como puramente corpóreo, rompiendo así con el preconcepto del amor virginal: etéreo, abstracto e incondicional. Lo pone en un punto concreto: los labios, donde se emite la palabra y por donde recibimos el alimento. Los suyos y los de su amante en el centro, alternando con otros términos, en una suerte de aliteración que reitera en todo el libro (ombligo, pezón, tobillo, piedra, piedra azabache), la autora nos introduce en su remolino de delirio sensual.
Lo primitivo voluptuoso
La amante impone, en efecto, una condición: el llenado. El ombligo, plexo solar, por donde percibimos lo sutil, símbolo de la sensualidad del vientre femenino y una vez más, por donde se surte el alimento la/el nonato; hilando con otro elemento del mismo calibre: el pezón. El tobillo se presenta como punto de apoyo, casi siempre del varón, representado por la piedra.
Lo masculino es, entonces, distante, duro y lejano, viril procurador de un placer dominante. Ella se vale del encuentro sexual para obtener su presencia, que reclama con obsesión y en el acto carnal recurre a los ojos, en un intento de acceder a su interioridad. Lo femenino, cóncavo y carente, gravita en una espera fatal y desquiciada. Incurre en un deseo desbordante y doloroso, el mundo emocional, espera infinita hasta la rendición…
En pupilas rendidas
que
dilatas
Penélope tejiendo esperanzas, atenta al arribo del amado para ser saciada en sus apetitos fulgurantes, desbordada, seca y desierta. Nos recuerda a los boleros, de los que escuchábamos las mujeres antes de decirnos feministas. Él, esquivo, imposible de asir, Odiseo o Aquiles, cuyo final está por venir; cuando ya el veneno de la ausencia es tan mortal que se vuelve contra sí mismo.
¿Lugar común?, por supuesto. Pregunto, ¿qué mujer no ha sido alguna vez una Lupe o la mujer de Ulises? Hay un lugar común en la forma en la que amamos, sea o no inducida por la cultura para moldear una feminidad dependiente como respuesta a la desconexión emocional masculina. Esa no es ahora la discusión. El punto es que, me atrevo a decir, todas las mujeres alguna vez hemos sentido así y Francis Arguinzones se atreve a mostrarnos esa faceta, (etapa) de ella misma (nosotras), sin menoscabo, por cierto, de una buena dosis de picardía y sensualidad.
Film de una única locación es Confieso mis labios. Asfixia, círculos concéntricos en los que se repiten patrones de una obsesión, bailando un tango dicotómico entre lo salado y lo dulce (almíbar), lo seco y lo húmedo, el placer y el dolor, el silencio y el ruido estrépito; para finalmente romper el vértigo con una dupla que va a ser la decisiva: demencia y lucidez.
El guerrero finalmente muere y una mujer intenta disecar ausencias, retornar a la cordura, aunque desahuciada, desvalida, logra lo que toda mujer que ha salido de una relación en espiral ha logrado: el viraje. El verbo en pasado en el verso lo revela. Salimos del set de grabación oloroso a sexo y sudor. Termina así, en este poemario de final feliz, el viaje de una heroína, Francis, para regalarnos con su Albúmina otros temas de su poesía.
Francis Arguinzones Lugo. (Caracas – Venezuela). Poeta, ensayista, actriz y madre. Licenciada en Trabajo Social por la Universidad Central de Venezuela (UCV), Profesora de Castellano, Literatura y Latín por la IPCUPEL y Magister en Educación Superior en la UCV. Participa en el Núcleo de Investigación de Ética Nuestroamericana adscrito al Centro de Estudios Sociales y Culturales (CESyC) de la UBV. Es autora del libro Trazos difusos (Editorial La hoja de la calle, 2023), compiladora de los libros Poesía del sur: Surcando la palabra (2021) y Tejido poético (2022) ambos publicados por la Editorial de la UBV; Confieso mis labios (Fondo Editorial #NosUneLaPoesía, 2024) y Albúmina (Zócalo Ediciones, 2024).
Magdalena La Cruz
Comunidad de autoras Tejer con la palabra
@tejer_lapalabra / @frak.alugo
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