jueves, 5 de diciembre de 2024

Medios de elevarse

 ALÍ ROJAS OLAYA

Existe en un importante sector educativo una terquedad a revisar, estudiar, analizar y poner en práctica el legado de Simón Rodríguez. ¿Por qué desarrollar el currículo basado en competencias? ¿Por qué repetir las modas epistémicas eurocéntricas aún a sabiendas de que Rodríguez nos alerta: “Los filósofos europeos convencidos de la inutilidad de su doctrina en el Mundo Viejo, quisieran poder volar hasta el Nuevo, a emplear sus últimos días propagándola” ¿Qué hacemos? Tenemos dos opciones: permitir que vuelen hasta acá y que propaguen su basura epistémica o ponemos en práctica la educación popular rodrigueana.

Rodríguez enfrentó a quienes intentaban imponer una educación enajenante: “Con el mayor descaro se habla ya, en nuestras tertulias, de la llegada de una colonia de maestros, con un cargamento de catecismitos sacados de la enciclopedia por una sociedad de gentes de letras en Francia, y por hombres aprendidos en Inglaterra.

El fin es, no solo desterrar el castellano, sino quitar a los niños hasta las ganas de preguntar por qué piden pan”. Y sobre “los rectores de los colegios” que asumían estos currículos, Rodríguez los llama actores que “hacen un papel serio en la comedia”, ya que “aparentan rigidez en el cumplimiento de las reglas de unos estatutos calculados para adular a los padres”.

¿Cómo forman a los alumnos? Con “argumentos de memoria, confesiones forzadas, ejercicios de San Ignacio, exámenes, premios, grados, borlas… mientras se les preparan espoletas en lugar de charreteras, bufetes de abogado, enlaces de familia, y si hay con qué, viajes a Europa para olvidar su lengua y volver con crespos a la francesa, relojitos muy chiquitos con cadenitas de filigrana, andando muy ligeritos, saludando entre dientes, haciendo que no conocen a los conocidos y hablando perfectamente dos o tres lenguas extranjeras… todo para hacer honor a la familia”.

El artículo 102 de nuestra carta magna es muy claro en cuanto a desarrollar las potencialidades: “La educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática, basada en la valoración ética del trabajo y en la participación activa, consciente”.

Rodríguez sabe que “millones de hombres se pierden en la abyección, por no conocer los medios de elevarse –o por no poder adquirirlos–, o porque la pereza mental los abate, o porque no se les permite aspirar a ser más de lo que son”. Fíjense que “el hombre más extraordinario del mundo, como lo llamó Bolívar, define las potencialidades como “medios de elevarse”.

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