martes, 24 de diciembre de 2024

Cómo Washington y Ankara cambiaron el “régimen” en Damasco

 Thierry Meyssan

Con sorprendente aplomo, la prensa internacional nos asegura que lo sucedido en Siria no es un cambio militar de régimen sino una “revolución” que derrocó la República Árabe Siria. Esa prensa no menciona la presencia del ejército turco y de las fuerzas especiales de Estados Unidos. En cambio, esos mismos medios nos abruman con un torrente de propaganda –constantemente desmentida por los hechos– sobre los supuestos crímenes de “Bachar” y nos presenta a los asesinos cortadores de cabezas como respetables “revolucionarios”. Una vez más, la gran prensa internacional nos miente y lo hace deliberadamente.


Abu Mohammed al-Jolani, ex número 2 de Daesh, ahora convertido en el amo de Damasco, da una conferencia de prensa en la Gran Mezquita de los Omeyas.

Después de haber resistido heroicamente, desde 2011, los ataques de los yihadistas respaldados por la coalición internacional más grande de la Historia, la República Árabe Siria fue derrocada en 11 días. ¿Qué pasó ?

En primer lugar, desde el 15 de octubre de 2017, Estados Unidos organizó un verdadero cerco alrededor de la República Árabe Siria, prohibiendo todo comercio con el Estado sirio, prohibiendo incluso a la ONU participar en la reconstrucción del país [1]. En 2020 esa estrategia se extendió a Líbano con la Caesar Act estadounidense [2]. Nosotros, los países miembros de la Unión Europea, participamos en ese crimen.

La mayoría de los sirios estaban mal alimentados, la moneda local se había desplomado por causa de las “sanciones” –lo que antes de la guerra, en 2011, valía una libra siria, costaba 50 000 el día que cayó Damasco. Las mismas causas provocan siempre los mismos efectos: Siria fue derrotada de la misma manera que Irak, donde la señora Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de Estados Unidos se vanagloriaba de haber provocado la muerte por enfermedad o malnutrición de medio millón de niños iraquíes.

Por otro lado, si bien quienes tomaron Damasco fueron los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham, en realidad no fueron ellos quienes lograron la victoria en el plano militar. El 27 de noviembre, el grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham, armado por Qatar y orientado por el ejército turco, disfrazado este último de “Ejército Nacional Sirio” (ANS) tomó el control de la autopista M4, que se había designado como línea de alto al fuego. En ese momento, Hayat Tahrir al-Sham y Turquía ya disponían de drones de combate muy eficaces, manejados por militares ucranianos. Además, Hayat Tahrir al-Sham había movilizado la colonia uigur (una etnia china que practica el islam) del Partido Islámico de Turquestán (TIP), atrincherada en al-Zanbaki desde hace 8 años [3]. Esos hechos demuestran que hay una fusión entre los teatros de operaciones israelí, ruso y chino.

Después, esas fuerzas atacaron Alepo –la segunda ciudad en importancia de Siria–, defendida hasta entonces por los Guardianes de la Revolución iraníes, que se retiraron de allí sin previo aviso, dejando sola a la pequeña guarnición del Ejército Árabe Sirio (el ejército regular de Damasco). Al comprobar la desproporción entre las fuerzas, el gobierno sirio ordenó a sus tropas replegarse hacia la ciudad de Hama. Los soldados sirios cumplieron esa orden el 29 de noviembre, después de librar una breve batalla.

El 30 de noviembre, el presidente sirio, Bachar al-Assad, viajó a Rusia, pero no para asistir al examen que su hijo Haffez pasaría en la universidad de Moscú, donde el joven prosigue sus estudios, sino en busca de ayuda. Las fuerzas rusas presentes en Siria no incluían unidades terrestres y no podían hacer otra cosa que bombardear los convoyes de los yihadistas. Así que trataron de cerrar el paso a los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham y a los armados dirigidos por los turcos atacándolos por aire, pero sin poder enfrentarlos en tierra. Alepo estaba perdida. No es ocioso recordar aquí que, siguiendo la orientación su pais [4], el presidente turco Recip Tayyep Erdogan nunca ha reconocido la pérdida de los territorios antes otomanos que hoy son parte de Grecia (Tesalónica) y aún reivindica como parte de Turquía la isla de Chipre y territorios pertenecientes a Siria (Alepo y su región) y a Irak (la región de Mosul).

Para aquel momento, Turquía ya había reactivado células yhadistas “durmientes” y el Ejército Árabe Sirio, ya extenuado, se veía obligado a combatir simultáneamente en todos los frentes. Eso trató de hacer, sin lograrlo, el general Maher al-Assad, hermano del presidente.

Alí Larijani, el enviado especial del Guía de la Revolución iraní, Alí Khameneï, viajó entonces a Damasco para explicar al presidente sirio la retirada de los Guardianes de la Revolución en Alepo y proponer el envío de ayuda militar de la República Islámica de Irán… bajo ciertas condiciones. Pero se trataba de condiciones culturales descabelladas para un Estado laico como la República Árabe Siria.

En una entrevista telefónica con el presidente de Irán, Massud Pezeshkian, el presidente sirio Bachar al-Assad señaló que «la escalada terrorista» apuntaba a «tratar de fragmentar la región, desgastar sus Estados y rediseñar el mapa regional en función de los intereses de Estados Unidos y Occidente». El comunicado oficial no precisa el clima que caracterizó la conversación. El presidente sirio quería saber quién había ordenado a los Guardianes de la Revolución retirarse de Alepo. Pero no obtuvo respuesta. Assad advirtió al presidente iraní sobre las consecuencias que la caída de Siria tendría para Irán. Esfuerzo inútil. Teherán seguía exigiendo que le entregaran las llaves del país para defenderlo.

El 2 de diciembre llegaba a Beirut el jefe de las fuerzas especiales de Estados Unidos (USSOCom), el general Jasper Jeffers III. Oficialmente llegaba a Líbano para vigilar la aplicación del alto al fuego (sólo verbal) entre Israel y el Hezbollah. Pero es evidente, dadas sus funciones, que eso era sólo una parte de su misión y que en realidad debía supervisar la toma de Damasco por parte de los turcos, camuflados bajo la pantalla de Hayat Tahrir al Sham.

El 5 de diciembre, Estados Unidos reanuda, en el Consejo de Seguridad de la ONU, sus acusaciones –nunca demostradas– sobre el supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno sirio. Estados Unidos ignora olímpicamente las numerosísimas objeciones, testimonios e investigaciones que demuestran que esas acusaciones son sólo parte de su propaganda de guerra. El asunto de las armas químicas es el argumento número 1 de la gigantesca maquinaria de persuasión de los anglosajones. Agitando esas acusaciones, el estadounidense Jeffrey Feltman, como número 2 en la jerarquía de la ONU, prohibió toda participación de las agencias de la ONU en la reconstrucción de Siria. Esas acusaciones, no demostradas, también permitieron convencer a la opinión pública occidental de que «Bachar es el verdugo de Damasco» e imputarle a él todas las muertes de la guerra montada contra su país.

Mientras eso sucede, el Pentágono da luz verde a los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham y al ejército turco para que continúen su avance, tomen Damasco y derroquen la República Árabe Siria.

Los días 6 y 7 de diciembre, tiene lugar en Qatar el Foro de Doha. El ministro de Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, y numerosas personalidades del Medio Oriente participan en el encuentro. Al margen del Foro, se dan garantías a Rusia, que representa al presidente Assad, de que los soldados del Ejército Árabe Sirio (el ejército regular de Damasco) no serán perseguidos y que las bases militares de la Federación Rusa no serán atacadas. También se garantiza a Irán que los santuarios chiitas no serán destruidos. Teherán da la impresión de estar convencido de antemano.

El ministro de Exteriores de Turquía, Hakan Fidan, afirma que el primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, consideraban que la operación debía terminar en ese momento. Es el Pentagono el que decide, junto al Reino Unido, seguir adelante hasta derrocar la República Árabe Siria [5].

El 6 de diciembre, en Nueva York, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptaba la resolución 2761 [6], cuyo texto autoriza a no tener en cuenta las sanciones impuestas a los yihadistas cuando se realicen “operaciones humanitarias”. En otras palabras, la ONU, que antes nunca había autorizado la ayuda a las poblaciones que sufrían el yugo de Daesh, autoriza abruptamente que se comercie con Hayat Tahrir al-Sham. Ese brusco cambio de posición del Consejo de Seguridad corresponde a las instrucciones del consejero de las Naciones Unidas, Noah Bonsey. En febrero de 2021, cuando trabajaba para George Soros, ese personaje ya proponía optar por la “flexibilidad” hacia los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham [7].

El mismo 6 de diciembre, CNN transmite una entrevista del líder de Hayat Tahrir al-Sham, Abu Mohammed al-Jolani [8]. La entrevistadora, la periodista Jomana Karadesh, da relieve a ese personaje a pesar de que el sitio web Rewards for Justice, del Departamento de Estado de Estados Unidos, sigue ofreciendo una recompensa de 10 millones de dólares por toda información que permita la captura de este líder yihadista [9].

El 7 de diciembre, Hayat Tahrir al-Sham y Turquía toman la cárcel de Sednaya, hecho importante para la propaganda de guerra, que la presenta como «el matadero humano». Se afirma que en esa cárcel miles de personas han sido torturadas, ejecutadas e incineradas en un crematorio. Durante 3 días, los “Cascos Blancos”, ONG que ha salvado vidas pero que también ha participado en masacres, registran toda la cárcel y sus alrededores en busca de subterráneos secretos, de cámaras de tortura y del crematorio, pero no encuentran nada de eso. Finalmente, la periodista Clarissa Ward muestra en CNN la liberación de un prisionero que no había visto la luz del sol en 3 meses… pero que se ve limpio, bien vestido y con las uñas de las manos bien cuidadas [10].

Las acusaciones de torturas y ejecuciones sumarias contra el gobierno de Assad son especialmente mal intencionadas y sobre todo injustificadas. La prensa occidental no dice que, desde 2011, Bachar al-Assad impartió instrucciones que prohibían expresamente toda forma de tortura y que creó un ministerio de Reconciliación Nacional encargado de facilitar la reintegración a la sociedad de los sirios que en algún momento se habían unido a los yihadistas. Los medios occidentales tambien silencian el hecho que desde el inicio de la agresión contra su país Assad emitió alrededor de 40 amnistías generales.

El 8 de diciembre, el presidente Bachar al-Assad ordena a sus soldados deponer las armas. Damasco cae sin resistencia. Los yihadistas despliegan inmediatamente banderolas que ya traían con ellos y enarbolan el símbolo del nuevo régimen. Abu Mohammed al-Jolani (su verdadero nombre es Ahmed al-Charaa), emir de Hayat Tahrir al-Sham, ex combatiente de al-Qaeda y posteriormente número 2 en la jerarquía del Emirato Islámico (también conocido como Estado Islámico, EI, EIIL, ISIS o Daesh) toma el poder en Damasco. Rodeado de asesores británicos especializados en métodos de comunicación, al-Jolani se presenta en la Gran Mezquita de los Omeyas y pronuncia allí un discurso similar al que el ”califa” de Daesh, Abu Bakr al-Bagdadi, había pronunciado en 2019 en la Gran Mezquita al-Nuri, en la ciudad iraquí de Mosul.

Los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham acostumbran a tratar a los cristianos como mustamin, clasificación islámica para extranjeros no musulmanes que residen en suelo musulmán bajo ciertas condiciones. Por ahora, los yihadistas no exigen a los cristianos que cumplan el dhimmi (una serie de derechos y obligaciones que se aplican sólo a los no musulmanes) o que paguen el impuesto de la yizia. No fue hasta septiembre de 2022 que los yihadistas permitieron, por primera vez en 10 años, una ceremonia en honor de Santa Ana en la iglesia armenia de al-Yacubiyah, en la zona rural de Jisr al-Shugur, al oeste de Idlib.

Ya para ese momento, 3 000 soldados del Ejército Árabe Sirio se exilan en Irak, donde son desarmados y se les alberga en tiendas, en el puesto fronterizo de Al-Qaim, antes de trasladarlos a una base militar en Rutba. El gobierno iraquí anuncia que está tratando de obtener garantías para que puedan regresar a Siria [11]

El mismo domingo 8 de diciembre, el ejército de Israel inicia una gran operación de destrucción de todo el material de guerra y las fortificaciones del Ejército Árabe Sirio. En 4 días, 480 bombardeos aéreos israelíes destruyen la marina de guerra siria y numerosas fortificaciones e instalaciones militares sirias, principalmente los depósitos de armas y el equipamiento antiaéreo. Simultáneamente, los principales científicos sirios son asesinados.

Luego de visitar fortificaciones sirias vacías con un grupo de periodistas, un comandante regional israelí declara a sus invitados: «Está claro que nos quedaremos aquí por un tiempo. Estamos preparados para eso.» En el Golán ocupado por Israel, las tropas israelíes cruzan la línea de alto al fuego y ocupan más terreno en Siria. Según el ejército de Israel, esas tropas están creando una nueva “zona de seguridad”… para proteger la zona de seguridad que ya existía. En otras palabras, se trata de una nueva anexión. De hecho, Israel anexa el monte Hermon, desde donde puede vigilar toda la región.

El 9 de diciembre, el general Michael Kurilla, jefe de las fuerzas de Estados Unidos en el Medio Oriente (CentCom) viaja a Amman, la capital jordana, para reunirse allí con el general Yusef Al-H’naity, el jefe del estado mayor jordano. El general Kurilla reafirma a su interlocutor el compromiso estadounidense de apoyar militarmente a Jordania ante cualquier amenaza que pudiese venir de Siria durante el periodo de transición iniciado.

El 10 de diciembre, el general Kurilla visita las tropas de Estados Unidos ilegalmente desplegadas en suelo sirio y las unidades de las “Fuerzas Democráticas Sirias” (fundamentalmente mercenarios kurdos) en varias bases ilegalmente instaladas en Siria. Durante esa visita, el general Kurilla establece un plan para evitar que Daesh salga de la zona que el Pentágono le había asignado, para impedir que se inmiscuya en el cambio de régimen en Damasco. Aviones estadounidenses inician rápidamente una serie de intensos bombardeos para impedir que Daesh se mueva hacia Damasco.

El mismo 10 de diciembre, Hayat Tahrir al-Sham presenta a Mohammed al-Bachir, hasta entonces “gobernador” de Idlib igualmente designado por los yihadistas, como primer ministro del nuevo régimen. Apadrinado por el MI6 británico, Mohammed al-Bachir es un miembro de la Hermandad Musulmana. Francia, cuyo enviado especial –el ex ministro de Defensa Jean-Yes Le Drian, había negociado la nominación de Riyad Hijab, quien había desertado en 2012 luego de ser nombrado secretario del Consejo de Ministros por el presidente Assad– se da cuenta entonces de que ha sido engañada.
Esa misma noche, el nombre de Jean-Yves Le Drian deja de mencionarse como posible primer ministro de Francia y la presidencia de la República organiza la aparición en televisión del fiscal antiterrorista de París. Este último pone fin a las declaraciones entusiastas sobre el nuevo régimen de Damasco y recuerda a todos que Hayat Tahrir al-Sham está implicado en el asesinato del profesor francés Samuel Patty (perpetrado en 2020) y en la masacre de Niza, durante la cual murieron 86 personas (en 2016). A partir de ahí, la prensa francesa cambia de registro y comienza a interrogarse sobre el nuevo régimen sirio, que la prensa internacional sigue presentado como respetable.

El 11 de diciembre, las principales facciones palestinas presentes en Siria –el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), el Frente Democrático por la Liberación de Palestina (FDLP), el Movimiento de la Yihad Islámica palestina, el Frente Palestino de Lucha Popular– se reúnen en Yarmuk (Damasco) con varios enviados de Hayat Tahrir al-Sham. El Hamas y al-Fatah no participan en la reunión, donde los presentes deciden que ninguna facción palestina tendrá en Siria un estatus superior al de las otras, todas serán tratados de la misma manera. Todos los grupos palestinos representados en la reunión se comprometen a entregar sus armas.

El jefe del CentCom estadounidense, el general Michael Kurilla, prosigue su gira y viaja sucesivamente a Líbano y a Israel. En Beirut se reúne con el general Joseph Aoun, jefe del ejército libanés y, sobre todo, con su compatriota, el general estadounidense Jasper Jeffers III, jefe de las fuerzas especiales de Estados Unidos. En Tel Aviv, el general Kurilla se reúne con todos los jefes de estados mayores israelíes y con el ministro de Defensa, Israel Katz. Después de esos encuentros, el general Kurilla declara: «Mi visita en Israel, así como en Jordania, en Siria, en Irak y Líbano en estos 6 días ha subrayado la importancia de ver los desafíos y las oportunidades actuales con los ojos de nuestros socios, de nuestros comandantes en el terreno y de los miembros del servicio. Debemos mantener asociaciones sólidas para enfrentar las amenazas actuales y futuras que se ciernen sobre la región.»

El 12 de diciembre, el director del MIT (la inteligencia turca), Ibrahim Kalin, se convierte en el primer alto funcionario extranjero que se reúne con el nuevo régimen en Damasco. Ese mismo día, los mercenarios kurdos, que administran el noreste de Siria para las tropas ocupantes de Estados Unidos, izan la nueva bandera del país, con tres franjas verde, blanca y negra y tres estrellas rojas… la bandera de la época del mandato de Francia sobre Siria.

El 15 de diciembre, siguiendo los pasos del jefe de la inteligencia turca, una delegación de Qatar se reúne con representantes del nuevo poder en Damasco.

Decididamente empeñada en avalar las acusaciones sobre la práctica de la tortura que se atribuye al gobierno anterior, la periodista estadounidense Clarissa Ward muestra en CNN una serie de cadáveres hallados en la morgue de un hospital de Damasco, reeditando así la operación de intoxicación que CNN ya había realizado en 1989, durante el derrocamiento de Ceausescu, en Rumania [12].

Mientras tanto, decenas de miles de sirios huyen del país. No parecen convencidos de que los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham se hayan convertido súbitamente en gente civilizada.

El autor de este artículo, Thierry Meyssan, fue asesor de las autoridades libias y luego sirias durante nueve años. De esta experiencia extrajo una obra fundamental sobre la política occidental en Oriente Medio: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes"


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