Juan Barreto Cipriani.
A propósito de la tesis de mi camarada
Vicente Moronta, del Movimiento M28, para la cual gentilmente me invitó a
disertar sobre el concepto de Movimiento, dejo aquí unas reflexiones
para todos:
Al revolucionario le cuesta mucho hablar
del deseo y no entiende que el deseo es una manifestación política del
cuerpo. Sin cuerpo no hay existencia y el cuerpo es una dimensión que se
relaciona consigo misma, que se realiza a través del uso de sus
placeres, a través de la concepción, de la construcción, de una
concepción del goce, que no es otra cosa que afirmación del sí mismo,
eso que Heidegger llama “el arrojamiento”, eso que Nietzsche llama “el
eterno retorno”, que es la vuelta del YO, del sujeto sobre sí mismo, eso
que Espinoza llama el “conatus”, que es el movimiento afirmativo de las
“pasiones alegres” y de la “potencia de existir” y de actuar.
Entonces, cuando generamos líneas de
fuga en la dirección, en la elevación de la “potencia feliz”, la
“potencia alegre”, cuando desarrollamos formas y modos de expresión en
ese sentido, estimulamos el goce, acorralando la tristeza; generamos
confianza y risas, generamos el gusto, generamos la rostricidad del
otro, del porvenir y negamos el miedo, porque la tristeza y el miedo son
los lugares donde se escuda el fascismo.
El fascismo logra cosas que producen que
el miedo y la tristeza se eleven a categorías políticas, ¿qué hace el
fascismo? hace política sobre la base de la estimulación del
resentimiento, del prejuicio, del miedo, que se convierten en rabias,
estimulando las amígdalas, estimulando las células del cerebro que nos
alejan de la corteza cerebral.
Así pues, una Revolución tiene que ser
un espacio de la materialización real y simbólica del cuerpo y de sus
goces, del disfrute, de la plenitud. Eso me gustaba mucho de Chávez por
cierto, su risa, su alegría, su espontaneidad, su abrazo, su amistad,
que era conectiva, que era contagiosa y que le decía a uno sin duda “mi
instinto me dicta que por ahí es la cosa” y no es el rostro triste y
severo de María Corina, no es el rostro patético de Radonski, no es el
rostro desquiciado de López. El rostro de Chávez era alegre, audaz y
sincero.
Nosotros quisimos en su momento
estimular eso: el músico, el artista, el comunero, el socialista. La
música tiene un gran significado en la elevación vibratoria del sentido
de la vida. En la naturaleza todo es vibración, la función de materia es
el colapso de la función de onda, pero de alguna manera es su
expresión, todo en el universo se mueve, todo vibra a un ritmo. La
revolución tiene que ir construyendo sus propias voces, sus propios
ritmos, sus propios sonidos, su propia forma de ser y de expresarse. Eso
es parte de su identidad y su personalidad.
La alegría también debe ser un proyecto
político. Decía Simón Bolívar que el mejor gobierno es el que es capaz
de producir la mayor felicidad al mayor número de ciudadanos. Eso es
materialidad pura, eso no es metafísico, no es un discurso abstracto;
eso es parte de nuestras primeras necesidades, parte de nuestra moral y
luces: generar los sujetos y los objetos, de la expresión de la potencia
alegre, de la elevación de la potencia alegre y el acorralamiento de
las potencias tristes.
Un devenir es una ocurrencia, como
devenir es un ir y venir: afirma, niega, busca y va construyendo su
propósito. Los camaradas que forman parte de este proyecto y los que
están, los históricos, los que se han ido, los que perseveran, los que
vuelven, los que se van quedando, los que se van borrando, los que se
van olvidando, los que se van recordando, las formas de memoria; en fin,
los distintos estratos que van quedando de la experiencia, es lo que
uno llama movimiento.
@juanbarretoc
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