Pues sí, estamos en un Reino, y no lo digo por el hecho de que los Países Bajos tengan una Monarquía Parlamentaria como sistema de Gobierno, sino porque aquí, en La Haya, en el curso de un proceso arbitral, nos damos cuenta del poder absoluto de los abogados de las empresas trasnacionales. Lo ejercen a través de las interpretaciones, premisas e incluso, de las condiciones que insertan en los documentos en los que se regula la voluntad de las partes. Construirán así, un cúmulo de dudas que sólo podrán resolverse con su asesoramiento.
De allí que, los problemas aderezados por ellos mismos, debemos tratar de resolverlos encomendándoselos a terceros. Es decir que, lo que bien habríamos podido hacer personalmente, ha llegado a un nivel tal de complejidad, que ya no es posible dilucidarlo sino a través de los abogados.
Son ellos los que escogen a los testigos, y uno se pregunta ¿por qué no mandan, sobre todo en los casos técnicos, a quienes conocen bien la materia sobre la cual se debate, sino que designan a un sujeto hábil o inhábil, pero que no es capaz de explicar nada, bien porque no pueda, o bien porque le han ordenado que no lo haga? Al testigo de cuya declaración depende en un porcentaje muy elevado, el destino de la decisión, se le indica que penetre constantemente en unas zonas de sombras que nos obligarán a pedirles que nos las aclaren; que prendan la luz, pero ellos nos dirán que, en tal sentido le ha sido planteada la cuestión por los abogados. Si torpemente insistimos en que nos respondan cuál es ese sentido, se oirá la interrupción acalorada del abogado, diciendo que un testigo no puede declarar sobre una materia reservada como lo es todo lo que signifique su eventual conversación con el mismo.
Me explico mejor. La técnica de los abogados, reyes del proceso, es manejar la cuestión, o supuestamente hacerlo, de acuerdo con su propio criterio. Es así como, si se pregunta al más alto Directivo de la más importante sociedad, no digamos internacional, sino intergaláctica, sobre el significado de ciertos términos utilizados, y el alcance de determinadas instituciones, los altos ejecutivos dirán que ellos no saben nada de eso; que son simplemente empleados; y, al preguntársele quién asume la responsabilidad de tales significados nos dirán: que el departamento legal, es decir sus abogados, que son los que conocen de las cuestiones legales. Aquí es donde está la trampa, porque de pronto, aquellos tipos tan importantes, parecieran desinflarse como un muñeco de goma al que le sacan el aire, y todo conduce a la búsqueda del criterio del que analizó la cuestión desde su postura legal; pero en esa esfera no puede penetrarse porque está cubierta con el secreto; privilegio de la confidencialidad.
Es así como, la gran experiencia que se adquiere en el trato con los Directores de las más importantes empresas del mundo, es que ellos tienen el desparpajo de decir que no saben absolutamente nada de las materias sobre las cuales deciden día a día: no saben lo que ellas significan. Así, no saben lo que es una tasa de descuento. Ellos saben utilizarla y aplicarla; pero si se les pregunta por su aplicación en un caso específico, dirán que ellos no tuvieron absolutamente ningún poder de decisión, por cuanto ella fue sometida a su departamento legal, esfera impenetrable, por cuanto está cubierta con un privilegio que no se sabe quién lo creo ni quién lo consagró, pero que pareciera tener carácter absoluto, el deber-derecho de confidencialidad de todo lo que un cliente conversa con su abogado.
El ejemplo que he dado, es apenas uno dentro de mil. Los altos ejecutivos no saben cuándo, cómo, ni dónde se asumen las decisiones, ni la justificación de su contenido, en razón de lo cual, el ser llamados como “testigos”, en forma alguna puede despejar para el juez, las incógnitas que todo proceso plantea.
sansohildegard@hotmail.com
De allí que, los problemas aderezados por ellos mismos, debemos tratar de resolverlos encomendándoselos a terceros. Es decir que, lo que bien habríamos podido hacer personalmente, ha llegado a un nivel tal de complejidad, que ya no es posible dilucidarlo sino a través de los abogados.
Son ellos los que escogen a los testigos, y uno se pregunta ¿por qué no mandan, sobre todo en los casos técnicos, a quienes conocen bien la materia sobre la cual se debate, sino que designan a un sujeto hábil o inhábil, pero que no es capaz de explicar nada, bien porque no pueda, o bien porque le han ordenado que no lo haga? Al testigo de cuya declaración depende en un porcentaje muy elevado, el destino de la decisión, se le indica que penetre constantemente en unas zonas de sombras que nos obligarán a pedirles que nos las aclaren; que prendan la luz, pero ellos nos dirán que, en tal sentido le ha sido planteada la cuestión por los abogados. Si torpemente insistimos en que nos respondan cuál es ese sentido, se oirá la interrupción acalorada del abogado, diciendo que un testigo no puede declarar sobre una materia reservada como lo es todo lo que signifique su eventual conversación con el mismo.
Me explico mejor. La técnica de los abogados, reyes del proceso, es manejar la cuestión, o supuestamente hacerlo, de acuerdo con su propio criterio. Es así como, si se pregunta al más alto Directivo de la más importante sociedad, no digamos internacional, sino intergaláctica, sobre el significado de ciertos términos utilizados, y el alcance de determinadas instituciones, los altos ejecutivos dirán que ellos no saben nada de eso; que son simplemente empleados; y, al preguntársele quién asume la responsabilidad de tales significados nos dirán: que el departamento legal, es decir sus abogados, que son los que conocen de las cuestiones legales. Aquí es donde está la trampa, porque de pronto, aquellos tipos tan importantes, parecieran desinflarse como un muñeco de goma al que le sacan el aire, y todo conduce a la búsqueda del criterio del que analizó la cuestión desde su postura legal; pero en esa esfera no puede penetrarse porque está cubierta con el secreto; privilegio de la confidencialidad.
Es así como, la gran experiencia que se adquiere en el trato con los Directores de las más importantes empresas del mundo, es que ellos tienen el desparpajo de decir que no saben absolutamente nada de las materias sobre las cuales deciden día a día: no saben lo que ellas significan. Así, no saben lo que es una tasa de descuento. Ellos saben utilizarla y aplicarla; pero si se les pregunta por su aplicación en un caso específico, dirán que ellos no tuvieron absolutamente ningún poder de decisión, por cuanto ella fue sometida a su departamento legal, esfera impenetrable, por cuanto está cubierta con un privilegio que no se sabe quién lo creo ni quién lo consagró, pero que pareciera tener carácter absoluto, el deber-derecho de confidencialidad de todo lo que un cliente conversa con su abogado.
El ejemplo que he dado, es apenas uno dentro de mil. Los altos ejecutivos no saben cuándo, cómo, ni dónde se asumen las decisiones, ni la justificación de su contenido, en razón de lo cual, el ser llamados como “testigos”, en forma alguna puede despejar para el juez, las incógnitas que todo proceso plantea.
sansohildegard@hotmail.com
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