Hernán Mena Cifuentes
Es imposible maquillar la imagen de un monstruo de cuyas fauces aún brota la sangre derramada por los hijos de un pueblo víctima de un golpe de Estado como el perpetrado en Honduras y mucho menos la vertida por su engendro, un régimen espurio que sigue asesinando impunemente, y eso es lo que en vano intentaron los Estados Unidos (EEUU) y sus “cachorros” durante la 40ª asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Lima, Perú.
Pensaron que podrían echar tierra en los ojos de la memoria colectiva de los pueblos, con “un borrón y cuenta nueva” que dejara atrás un pasado de ignominia como lo propuso Barack Obama en la V Cumbre de las Américas, ignorando que los pueblos nunca olvidan, mucho menos el de la gran patria latinoamericana y caribeña, cuyas “venas abiertas” todavía sangran por las heridas infligidas por el Imperio durante más de un siglo al imponerle crueles dictaduras.
Y cuando esos pueblos creyeron que habían superado esa era de oscurantismo cavernario en la que reinaron verdugos, como los Somoza, los Duvalier, Trujillo, Batista, Pinochet y demás tiranos que los arrojaron a la larga noche de las dictaduras que por mandato del imperio mataron a sus hijos y saquearon sus riquezas, surgió de pronto en Honduras un grupo de “gorilas escapados de la jaula” que asestó una asonada cívico-militar, la cual mató a la democracia de Manuel Zelaya.
Fue ante la condena mundial contra ese crimen de lesa humanidad que Washington, instigador de la conjura orientada a frenar esa avalancha libertaria llamada Alba, que inunda a la región devolviendo dignidad y soberanía a sus pueblos reviviendo el sueño integrador de Bolívar, inventó la patraña de unas elecciones, continuidad de la asonada michelettista con la que pretende engañar al mundo presentando como legítimo a un régimen espurio, hijo del golpismo.
Porque el pueblo hondureño, durante el desgobierno de Porfirio Lobo, sigue siendo víctima de los más horrendos crímenes, como es el asesinato de decenas de periodistas y activistas sociales acribillados por las balas de sicarios en las calles de Tegucigalpa y otras ciudades del país centroamericano por denunciar los abusos y atropellos de un régimen bajo cuyo rostro se oculta el rostro del imperio y sus secuaces, Roberto Micheletti y sus gorilas.
Una larga lista con los nombres de las víctimas da cuenta de esos crímenes silenciados por la prensa mercenaria, o a lo más, objeto de breves reseñas ante la imposibilidad de ocultarlos a la opinión pública, atenta y preocupada siempre por la suerte de ese pueblo, protagonista de un trágico drama donde la muerte, tortura y represión desatadas por el nuevo régimen están presentes en la desigual lucha iniciada a raíz del golpe que dentro de 19 días cumplirá un año.
Sus blancos son los periodistas y activistas sociales, principales combatientes de la resistencia al golpe y a su engendro el gobierno de Lobo, como lo confirman las denuncias hechas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y los movimientos defensores del ambiente, varios de cuyos dirigentes han caído víctimas de las balas de los sicarios, lo mismo que numerosos comunicadores sociales muertos por esos asesinos a sueldo.
Sostiene en un comunicado el Movimiento Ambientalista de Olancho, organización defensora de la naturaleza, que después del golpe, los empresarios de la industria maderera han incrementado la destrucción de los bosques y, ante las denuncias hechas el MAO contra ese crimen ecológico, han desatada una ola de amenazas y de persecución contra sus miembros que ha llevado a la muerte a nueve de ellos, asesinatos que permanecen impunes ante la indiferencia de las autoridades.
Por su parte, activistas de derechos humanos, según publica la agencia AFP, “reconocieron que los periodistas hondureños están en total indefensión ante la ola de asesinatos que ya dejó ocho víctimas en lo que va del año y que pueden quedar impunes por la ineficiencia de las instituciones del Estado”.
Cómo no ha de serlo, si estas, como en la mayoría de los organismos oficiales, permanecen en sus cargos o han sido asignados a otros, los mismos golpistas del 28 de junio del año pasado y sus cómplices.
A pesar de los esfuerzos que se hacen para maquillar el rostro del nuevo régimen con el fin de darle una fachada distinta al de Roberto Micheletti, la estrategia no ha prosperado, ya que la realidad se impone en este caso, como lo denunció este 5 de abril ante el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, el Frente Nacional de Resistencia contra el golpe de Estado en Honduras.
“El régimen usurpador de Pepe Lobo ha continuado con las mismas posiciones en relación con la dictadura de Roberto Micheletti, incorporando en sus cargos rostros visibles del golpe de Estado militar. Es el caso del general que ejecutó el golpe de Estado, Romeo Vásquez Velásquez, como gerente de la empresa de Telefonía del pueblo hondureño; el señor Arturo Corrales, como secretario de Cooperación y Asistencia Técnica; la señora Vilma Cecilia Morales, como presidenta de la Comisión de Banca y Seguros', dice la misiva, además concluye expresando que “el régimen se ha limitado a distribuir cargos entre los partidos políticos afines”.
Y con el fin de obtener reconocimiento para ese gobierno, conformado en su mayoría por actores del mismo teatro de títeres de Washington que fue el régimen de Micheletti, acudieron a la cita de la OEA los agentes de Imperio y sus cachorros, presididos por Hillary Clinton, arquitecta principal del golpe, y que, una vez celebradas las elecciones de noviembre de 2009, hace lo imposible por legitimar a su engendro, el gobierno de Porfirio Lobo.
Fracasaron al enfrentar la resistencia de un grupo de naciones con gobiernos progresistas que, apenas se enteraron de la asonada que derrocó a Zelaya, levantaron los estandartes de la dignidad, convocando a los del resto del mundo para rechazar y condenar, como en efecto lo hicieron, el atentado perpetrado por esos dinosaurios que se creían extintos, pero que revivieron después de hibernar por décadas en los laboratorios de la guerra sucia del Imperio.
Fue una breve batalla la entablada en Lima entre fascistas y revolucionarios, ya que estos desbarataron las pretensiones de Washington y sus lacayos de reinsertar en la OEA al régimen de Lobo, cuando Hillary Clinton, con el tradicional cinismo y engañosas maniobras propias de la diplomacia yanqui, trató de convencer al auditorio diciendo que “este es el momento para el hemisferio como un todo de avanzar y dar la bienvenida al retorno de Honduras dentro de la comunidad interamericana”.
Su obscena petición fue avalada por su fiel y obediente subalterno Arturo Valenzuela, secretario adjunto de EEUU para las Américas, ciudadano de origen latinoamericano, quien haciendo el triste papel de caja de resonancia imperial amplió la disonante declaración de su jefa, expresando que “Honduras viene cumpliendo con los requisitos para su readmisión en la OEA”.
El contraataque a la ofensiva imperial fue inmediato, cuando en nombre de la dignidad latinoamericana y caribeña el subsecretario de la Cancillería de Brasil, Antonio de Aguilar Patriota, respondió al exabrupto de la celada que intentaron los representantes del Imperio, señalando que “el retorno de Honduras a la OEA tiene que estar asociado con medidas específicas para la redemocratización y el establecimiento de los derechos y garantías fundamentales”.
“Es esencial crear condiciones para la plena participación del ex presidente Manuel Zelaya en la vida política de Honduras y también es relevante la cooperación de Honduras con los organismos internacionales para condenar las violaciones de los derechos humanos que están registradas en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, expresó.
Aguilar Patriota concluyó: “Esas denuncias son de gran preocupación”, tras recordarle a Clinton, a sus asesores y a sus “cachorros” que el golpe de Estado ocurrido en el país fue rechazado en forma unánime y firme por los Estados del mundo.
Y mientras en el seno de la reunión celebrada en la capital peruana se daba esa batalla, desde República Dominicana, Zelaya, el derrocado mandatario hondureño, le hacía llegar una carta al secretario general de la OEA, condenando la posición que asumió el sábado en su discurso de apertura de la sesión inaugural de la asamblea del foro hemisférico, debido a que negó la tragedia que hoy vive su pueblo que lo apoya y considera como su legítimo presidente.
“No aceptamos que usted niegue la tragedia que hoy vivimos los hondureños. No puede pedirnos a las víctimas que lo que aquí pasó se olvide. Somos un pueblo exigiendo justicia. No se ha restaurado la democracia en Honduras, donde se han incumplido las resoluciones de la ONU y de la OEA, y los golpistas gozan de privilegios y de cargos públicos”, le increpó.
Zelaya denunció otras graves violaciones a los derechos humanos en su país, al manifestar en su misiva que “los asesinatos en serie a periodistas, obreros, maestros continúan dándose en Honduras, así como los despidos de jueces que se mostraron inconformes con el golpe de Estado y la persecución judicial contra los ex funcionarios de su gobierno y contra los miembros de la oposición y de la resistencia”.
“La Comisión de la Verdad, que está integrada por golpistas reconocidos, pero no por afectados y víctimas, tiene prohibido investigar la violación a los derechos humanos. ¿Qué verdad puede ser esa en la que se ocultan los crímenes de lesa humanidad'”, se preguntó el ex mandatario centroamericano.
El desenlace de la histórica confrontación protagonizada en Lima entre las fuerzas del bien y del mal resultó favorable a la democracia que venció a las huestes del fascismo cuando, al término de la sesión, se conoció que el régimen hondureño seguirá fuera de la OEA, tras fracasar los intentos de Washington y sus “cachorros” de levantar las sanciones aplicadas al régimen fascista y a su engendro, el gobierno de Porfirio Lobo.
No se puede cantar victoria todavía, ya que, apelando a maniobras de última hora, Washington y sus lacayos lograron sacar una carta bajo de la manga que les permite prolongar su juego sucio de tahúres de la diplomacia, logrando la creación de un grupo de expertos de “alto nivel” que evaluará la situación de Honduras en lo concerniente a los aspectos jurídico y político y cuyos resultados deberán ser presentados antes del 31 del próximo mes de julio.
Resulta por demás sospechoso que la propuesta fuera hecha inicialmente por el canciller colombiano, Jaime Bermúdez, (antes de que fuera formulada oficialmente por Insulza y el canciller peruano), quien se opuso a la propuesta brasileña de que Zelaya regrese a su país con inmunidad, alegando que son válidos los juicios instaurados por los magistrados golpistas contra el ex presidente hondureño.
No hay que olvidar que los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, en Colombia, y de Alan García, en Perú, son los únicos de la región que han reconocido al ilegítimo régimen de Porfirio Lobo, y que la actuación de Insulza a lo largo de la crisis creada por el golpe de Estado contra Zelaya ha sido seriamente cuestionada por la mayoría de los países miembros de la OEA, a la cual acusan de favorecer la conjura imperial y de sus esbirros que acabó con la democracia hondureña.
Además, corresponderá al secretario general de la OEA designar a los integrantes de la comisión evaluadora, hecho este que aumenta las dudas sobre la imparcialidad de su eventual decisión, que podría ser rechazada por los gobiernos de los países como Brasil y los miembros del Alba, especialmente Bolivia, Ecuador, Venezuela y otros, opuestos enérgicamente a la legitimación del actual régimen de Honduras y, por lo tanto, a su reincorporación al foro hemisférico.
De allí que hay que mantenerse vigilantes y alertas contra esa segura nueva conspiración de Washington y sus cachorros, los cuales insistirán en colocar en el seno de la OEA a ese engendro del golpismo asesino de un pueblo negado a ser esclavo de los designios del Imperio y que incumple las normas y principios de la democracia por ser continuidad del golpe de Estado que hizo posible las espurias elecciones que dieron el triunfo a Porfirio Lobo.
Su finalidad es la de que Honduras y Colombia sirvan de cabecera de playa para una eventual agresión contra esa “piedra en el zapato” en la que se ha convertido el Alba para el Imperio, al desalojarlo de los que fueron sus antiguos feudos, conjunto de naciones a las que despectivamente llamó su “Patrio trasero” y que hoy se han liberado de sus garras emprendiendo el camino hacia la segunda y definitiva independencia de América Latina y el Caribe.
Y es que a nadie escapa del hecho de que Washington trata de recuperar el terreno perdido en la región luego del triunfo electoral Chávez Frías, quien como líder de la Revolución Bolivariana, cuyo ejemplo trascendió las fronteras de Venezuela, generó un incendio de esperanza en el resto de la región, cuyos pueblos eligieron gobernantes progresistas y revolucionarios que se han unido a él en su lucha por hacer realidad el sueño integrador de Bolívar.
Fue con el propósito de apagar las llamas de ese incendio que EEUU desató una conspiración como pocos se han visto en la historia sólo comparable a desencadenada contra Cuba financiando y organizando a partir del año 2000 golpes de Estado, huelgas, sabotajes petroleros y una campaña internacional de desprestigio contra el comandante, presentándolo como un peligro para las democracias de la región, y otras calumnias fabricadas en los laboratorios de la guerra sucia del Imperio.
Como todos esos intentos fracasaron, el Imperio ha vuelto hoy a insistir, propiciando la asonada cívico-militar en Honduras y buscando la legitimación de su engendro, el gobierno de Porfirio Lobo, además de la obscena intervención de sus embajadores, de la iglesia católica y de la prensa mercenaria, con el fin de evitar los triunfos de Evo en Bolivia, Ortega en Nicaragua y Correa en Ecuador.
La reactivación de la Cuarta Flota de la U.S. Navy en aguas del Caribe con miles de marines a bordo de sus naves de superficie y sumergibles, entre ellas un portaaviones nuclear con cerca de un centenar de aviones de combate armados de misiles y bombas, es también parte de la estrategia de guerra desplegada por EEUU contra los gobiernos revolucionarios del Alba, como lo son las siete nuevas bases militares que el traidor Uribe le entregó junto con la soberanía de su patria.
Pero no pasarán, porque allí están para impedirlo Fidel, Chávez, Raúl, Evo, Correa, Ortega, Lula, los Kirchner y otros gobernantes revolucionarios, quienes, junto sus pueblos, están dispuestos a evitar que triunfe la conspiración con la que se pretende legitimar al espurio régimen hondureño y así poder contar con otra punta de lanza, además de Colombia, para destruir al Alba y con ello al proceso integrador de la gran patria latinoamericana y caribeña.
Pensaron que podrían echar tierra en los ojos de la memoria colectiva de los pueblos, con “un borrón y cuenta nueva” que dejara atrás un pasado de ignominia como lo propuso Barack Obama en la V Cumbre de las Américas, ignorando que los pueblos nunca olvidan, mucho menos el de la gran patria latinoamericana y caribeña, cuyas “venas abiertas” todavía sangran por las heridas infligidas por el Imperio durante más de un siglo al imponerle crueles dictaduras.
Y cuando esos pueblos creyeron que habían superado esa era de oscurantismo cavernario en la que reinaron verdugos, como los Somoza, los Duvalier, Trujillo, Batista, Pinochet y demás tiranos que los arrojaron a la larga noche de las dictaduras que por mandato del imperio mataron a sus hijos y saquearon sus riquezas, surgió de pronto en Honduras un grupo de “gorilas escapados de la jaula” que asestó una asonada cívico-militar, la cual mató a la democracia de Manuel Zelaya.
Fue ante la condena mundial contra ese crimen de lesa humanidad que Washington, instigador de la conjura orientada a frenar esa avalancha libertaria llamada Alba, que inunda a la región devolviendo dignidad y soberanía a sus pueblos reviviendo el sueño integrador de Bolívar, inventó la patraña de unas elecciones, continuidad de la asonada michelettista con la que pretende engañar al mundo presentando como legítimo a un régimen espurio, hijo del golpismo.
Porque el pueblo hondureño, durante el desgobierno de Porfirio Lobo, sigue siendo víctima de los más horrendos crímenes, como es el asesinato de decenas de periodistas y activistas sociales acribillados por las balas de sicarios en las calles de Tegucigalpa y otras ciudades del país centroamericano por denunciar los abusos y atropellos de un régimen bajo cuyo rostro se oculta el rostro del imperio y sus secuaces, Roberto Micheletti y sus gorilas.
Una larga lista con los nombres de las víctimas da cuenta de esos crímenes silenciados por la prensa mercenaria, o a lo más, objeto de breves reseñas ante la imposibilidad de ocultarlos a la opinión pública, atenta y preocupada siempre por la suerte de ese pueblo, protagonista de un trágico drama donde la muerte, tortura y represión desatadas por el nuevo régimen están presentes en la desigual lucha iniciada a raíz del golpe que dentro de 19 días cumplirá un año.
Sus blancos son los periodistas y activistas sociales, principales combatientes de la resistencia al golpe y a su engendro el gobierno de Lobo, como lo confirman las denuncias hechas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y los movimientos defensores del ambiente, varios de cuyos dirigentes han caído víctimas de las balas de los sicarios, lo mismo que numerosos comunicadores sociales muertos por esos asesinos a sueldo.
Sostiene en un comunicado el Movimiento Ambientalista de Olancho, organización defensora de la naturaleza, que después del golpe, los empresarios de la industria maderera han incrementado la destrucción de los bosques y, ante las denuncias hechas el MAO contra ese crimen ecológico, han desatada una ola de amenazas y de persecución contra sus miembros que ha llevado a la muerte a nueve de ellos, asesinatos que permanecen impunes ante la indiferencia de las autoridades.
Por su parte, activistas de derechos humanos, según publica la agencia AFP, “reconocieron que los periodistas hondureños están en total indefensión ante la ola de asesinatos que ya dejó ocho víctimas en lo que va del año y que pueden quedar impunes por la ineficiencia de las instituciones del Estado”.
Cómo no ha de serlo, si estas, como en la mayoría de los organismos oficiales, permanecen en sus cargos o han sido asignados a otros, los mismos golpistas del 28 de junio del año pasado y sus cómplices.
A pesar de los esfuerzos que se hacen para maquillar el rostro del nuevo régimen con el fin de darle una fachada distinta al de Roberto Micheletti, la estrategia no ha prosperado, ya que la realidad se impone en este caso, como lo denunció este 5 de abril ante el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, el Frente Nacional de Resistencia contra el golpe de Estado en Honduras.
“El régimen usurpador de Pepe Lobo ha continuado con las mismas posiciones en relación con la dictadura de Roberto Micheletti, incorporando en sus cargos rostros visibles del golpe de Estado militar. Es el caso del general que ejecutó el golpe de Estado, Romeo Vásquez Velásquez, como gerente de la empresa de Telefonía del pueblo hondureño; el señor Arturo Corrales, como secretario de Cooperación y Asistencia Técnica; la señora Vilma Cecilia Morales, como presidenta de la Comisión de Banca y Seguros', dice la misiva, además concluye expresando que “el régimen se ha limitado a distribuir cargos entre los partidos políticos afines”.
Y con el fin de obtener reconocimiento para ese gobierno, conformado en su mayoría por actores del mismo teatro de títeres de Washington que fue el régimen de Micheletti, acudieron a la cita de la OEA los agentes de Imperio y sus cachorros, presididos por Hillary Clinton, arquitecta principal del golpe, y que, una vez celebradas las elecciones de noviembre de 2009, hace lo imposible por legitimar a su engendro, el gobierno de Porfirio Lobo.
Fracasaron al enfrentar la resistencia de un grupo de naciones con gobiernos progresistas que, apenas se enteraron de la asonada que derrocó a Zelaya, levantaron los estandartes de la dignidad, convocando a los del resto del mundo para rechazar y condenar, como en efecto lo hicieron, el atentado perpetrado por esos dinosaurios que se creían extintos, pero que revivieron después de hibernar por décadas en los laboratorios de la guerra sucia del Imperio.
Fue una breve batalla la entablada en Lima entre fascistas y revolucionarios, ya que estos desbarataron las pretensiones de Washington y sus lacayos de reinsertar en la OEA al régimen de Lobo, cuando Hillary Clinton, con el tradicional cinismo y engañosas maniobras propias de la diplomacia yanqui, trató de convencer al auditorio diciendo que “este es el momento para el hemisferio como un todo de avanzar y dar la bienvenida al retorno de Honduras dentro de la comunidad interamericana”.
Su obscena petición fue avalada por su fiel y obediente subalterno Arturo Valenzuela, secretario adjunto de EEUU para las Américas, ciudadano de origen latinoamericano, quien haciendo el triste papel de caja de resonancia imperial amplió la disonante declaración de su jefa, expresando que “Honduras viene cumpliendo con los requisitos para su readmisión en la OEA”.
El contraataque a la ofensiva imperial fue inmediato, cuando en nombre de la dignidad latinoamericana y caribeña el subsecretario de la Cancillería de Brasil, Antonio de Aguilar Patriota, respondió al exabrupto de la celada que intentaron los representantes del Imperio, señalando que “el retorno de Honduras a la OEA tiene que estar asociado con medidas específicas para la redemocratización y el establecimiento de los derechos y garantías fundamentales”.
“Es esencial crear condiciones para la plena participación del ex presidente Manuel Zelaya en la vida política de Honduras y también es relevante la cooperación de Honduras con los organismos internacionales para condenar las violaciones de los derechos humanos que están registradas en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, expresó.
Aguilar Patriota concluyó: “Esas denuncias son de gran preocupación”, tras recordarle a Clinton, a sus asesores y a sus “cachorros” que el golpe de Estado ocurrido en el país fue rechazado en forma unánime y firme por los Estados del mundo.
Y mientras en el seno de la reunión celebrada en la capital peruana se daba esa batalla, desde República Dominicana, Zelaya, el derrocado mandatario hondureño, le hacía llegar una carta al secretario general de la OEA, condenando la posición que asumió el sábado en su discurso de apertura de la sesión inaugural de la asamblea del foro hemisférico, debido a que negó la tragedia que hoy vive su pueblo que lo apoya y considera como su legítimo presidente.
“No aceptamos que usted niegue la tragedia que hoy vivimos los hondureños. No puede pedirnos a las víctimas que lo que aquí pasó se olvide. Somos un pueblo exigiendo justicia. No se ha restaurado la democracia en Honduras, donde se han incumplido las resoluciones de la ONU y de la OEA, y los golpistas gozan de privilegios y de cargos públicos”, le increpó.
Zelaya denunció otras graves violaciones a los derechos humanos en su país, al manifestar en su misiva que “los asesinatos en serie a periodistas, obreros, maestros continúan dándose en Honduras, así como los despidos de jueces que se mostraron inconformes con el golpe de Estado y la persecución judicial contra los ex funcionarios de su gobierno y contra los miembros de la oposición y de la resistencia”.
“La Comisión de la Verdad, que está integrada por golpistas reconocidos, pero no por afectados y víctimas, tiene prohibido investigar la violación a los derechos humanos. ¿Qué verdad puede ser esa en la que se ocultan los crímenes de lesa humanidad'”, se preguntó el ex mandatario centroamericano.
El desenlace de la histórica confrontación protagonizada en Lima entre las fuerzas del bien y del mal resultó favorable a la democracia que venció a las huestes del fascismo cuando, al término de la sesión, se conoció que el régimen hondureño seguirá fuera de la OEA, tras fracasar los intentos de Washington y sus “cachorros” de levantar las sanciones aplicadas al régimen fascista y a su engendro, el gobierno de Porfirio Lobo.
No se puede cantar victoria todavía, ya que, apelando a maniobras de última hora, Washington y sus lacayos lograron sacar una carta bajo de la manga que les permite prolongar su juego sucio de tahúres de la diplomacia, logrando la creación de un grupo de expertos de “alto nivel” que evaluará la situación de Honduras en lo concerniente a los aspectos jurídico y político y cuyos resultados deberán ser presentados antes del 31 del próximo mes de julio.
Resulta por demás sospechoso que la propuesta fuera hecha inicialmente por el canciller colombiano, Jaime Bermúdez, (antes de que fuera formulada oficialmente por Insulza y el canciller peruano), quien se opuso a la propuesta brasileña de que Zelaya regrese a su país con inmunidad, alegando que son válidos los juicios instaurados por los magistrados golpistas contra el ex presidente hondureño.
No hay que olvidar que los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, en Colombia, y de Alan García, en Perú, son los únicos de la región que han reconocido al ilegítimo régimen de Porfirio Lobo, y que la actuación de Insulza a lo largo de la crisis creada por el golpe de Estado contra Zelaya ha sido seriamente cuestionada por la mayoría de los países miembros de la OEA, a la cual acusan de favorecer la conjura imperial y de sus esbirros que acabó con la democracia hondureña.
Además, corresponderá al secretario general de la OEA designar a los integrantes de la comisión evaluadora, hecho este que aumenta las dudas sobre la imparcialidad de su eventual decisión, que podría ser rechazada por los gobiernos de los países como Brasil y los miembros del Alba, especialmente Bolivia, Ecuador, Venezuela y otros, opuestos enérgicamente a la legitimación del actual régimen de Honduras y, por lo tanto, a su reincorporación al foro hemisférico.
De allí que hay que mantenerse vigilantes y alertas contra esa segura nueva conspiración de Washington y sus cachorros, los cuales insistirán en colocar en el seno de la OEA a ese engendro del golpismo asesino de un pueblo negado a ser esclavo de los designios del Imperio y que incumple las normas y principios de la democracia por ser continuidad del golpe de Estado que hizo posible las espurias elecciones que dieron el triunfo a Porfirio Lobo.
Su finalidad es la de que Honduras y Colombia sirvan de cabecera de playa para una eventual agresión contra esa “piedra en el zapato” en la que se ha convertido el Alba para el Imperio, al desalojarlo de los que fueron sus antiguos feudos, conjunto de naciones a las que despectivamente llamó su “Patrio trasero” y que hoy se han liberado de sus garras emprendiendo el camino hacia la segunda y definitiva independencia de América Latina y el Caribe.
Y es que a nadie escapa del hecho de que Washington trata de recuperar el terreno perdido en la región luego del triunfo electoral Chávez Frías, quien como líder de la Revolución Bolivariana, cuyo ejemplo trascendió las fronteras de Venezuela, generó un incendio de esperanza en el resto de la región, cuyos pueblos eligieron gobernantes progresistas y revolucionarios que se han unido a él en su lucha por hacer realidad el sueño integrador de Bolívar.
Fue con el propósito de apagar las llamas de ese incendio que EEUU desató una conspiración como pocos se han visto en la historia sólo comparable a desencadenada contra Cuba financiando y organizando a partir del año 2000 golpes de Estado, huelgas, sabotajes petroleros y una campaña internacional de desprestigio contra el comandante, presentándolo como un peligro para las democracias de la región, y otras calumnias fabricadas en los laboratorios de la guerra sucia del Imperio.
Como todos esos intentos fracasaron, el Imperio ha vuelto hoy a insistir, propiciando la asonada cívico-militar en Honduras y buscando la legitimación de su engendro, el gobierno de Porfirio Lobo, además de la obscena intervención de sus embajadores, de la iglesia católica y de la prensa mercenaria, con el fin de evitar los triunfos de Evo en Bolivia, Ortega en Nicaragua y Correa en Ecuador.
La reactivación de la Cuarta Flota de la U.S. Navy en aguas del Caribe con miles de marines a bordo de sus naves de superficie y sumergibles, entre ellas un portaaviones nuclear con cerca de un centenar de aviones de combate armados de misiles y bombas, es también parte de la estrategia de guerra desplegada por EEUU contra los gobiernos revolucionarios del Alba, como lo son las siete nuevas bases militares que el traidor Uribe le entregó junto con la soberanía de su patria.
Pero no pasarán, porque allí están para impedirlo Fidel, Chávez, Raúl, Evo, Correa, Ortega, Lula, los Kirchner y otros gobernantes revolucionarios, quienes, junto sus pueblos, están dispuestos a evitar que triunfe la conspiración con la que se pretende legitimar al espurio régimen hondureño y así poder contar con otra punta de lanza, además de Colombia, para destruir al Alba y con ello al proceso integrador de la gran patria latinoamericana y caribeña.
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