Ester Kandel
El sufragio femenino logrado por la mayoría de los países después de la segunda guerra mundial, fue precedido por intensos debates.
Las proclamas de libertad, igualdad y fraternidad sostenidas en el siglo XVIII por la Revolución Francesa fueron concebidas sólo para los hombres. Esta posición continuó, iniciado el siglo XX con algunas diferencias, por ejemplo, escala de votos dentro de los mismos varones, como proponían los belgas o la posibilidad del voto para las mujeres ricas, contraponiendo con la ignorancia de las pobres.
En el movimiento socialista internacional, también fue tema de debate, aunque se incorporaban en el análisis otras categorías para la justificación: clase, nación.
Nuestra lectura de La Vanguardia, nos revela parte del debate, así como la consulta sobre el congreso de Stuttgart realizado en 1907, en el cual participó una delegación socialista de nuestro país.
La conformación del estado burgués utilizó entre otros argumentos, la subordinación de las mujeres a los hombres.
En el movimiento socialista internacional, hubo un intenso debate en el congreso realizado en 1907, en Stuttgart , sobre distintos temas. Acerca del voto de la mujer en una publicación alemana, Clara Zetkin, lo analiza en estos términos:
“Por último, también en lo referente al sufragio femenino, el riguroso punto de vista principista, de clase –que considera el voto de la mujer exclusivamente como parte orgánica del derecho de clase y de la causa de clase del proletariado- se impuso a la concepción oportunista burguesa, que confía en arrancar a las clases dominantes, mediante regateos, un sufragio femenino mutilado y restringido. (…)
Según Lenin, este punto de vista fue defendido por una inglesa de la Fabian Society (organización intelectual cuasi socialista inglesa, de criterio extremadamente oportunista).
Por otra parte, el congreso –ratificando en este aspecto la resolución de la conferencia internacional de mujeres- declaró sin rodeos que, en su lucha por el derecho electoral, los partidos socialistas deben plantear y defender las reivindicaciones principistas de la mujer con respecto al sufragio, sin admitir “consideraciones de comodidad” de tipo alguno.”
En este párrafo, hace alusión a los socialdemócratas austriácos. Con más precisiones, Lenin, comenta:
“Tanto en la conferencia socialista internacional de mujeres, como en la comisión para el problema femenino del Congreso, se desarrolló una polémica entre las socialdemócratas alemanas y las austríacas. C. Zetkin había reprochado anteriormente en la prensa socialdemócrata a las austríacas el hecho de que en la agitación por el derecho electoral habían relegados a un segundo plano la exigencia del derecho al sufragio para la mujer. Los austríacos se defendieron con escasa fortuna, y la enmienda de Víctor Adler, que introducía cautelosamente el “oportunismo austríaco en este problema, fue rechazada en la comisión por 12 votos contra”.
En otro artículo , Lenin, vuelve sobre el tema, señalando que esta corriente “por consideraciones practicistas no destacaban como reivindicación el sufragio universal, sino los derechos electorales para los hombres”. Uno de los argumentos, en el debate, era que ese planteo, “debilitaba la fuerza del movimiento de masas al no plantear con toda energía la reivindicación de los derechos electorales no sólo para los hombres, sino también para las mujeres.” El autor resalta que la resolución del congreso mencionado afirmaba “es preciso plantear la reivindicación del sufragio universal simultáneamente para los hombres y para las mujeres”.
La experiencia europea era considerada muy importante y fue difundida a través de diversos artículos la Vanguardia abordaba el tema. El debate acerca de la extensión del derecho electoral a las mujeres, entre los socialistas franceses , quienes comparten en sostener el derecho al voto tanto para la mujer que para el hombre y en la igualdad política, civil y jurídica de sexos pero disienten en la oportunidad para extender las funciones electorales. He aquí los argumentos:
“Algunos afirman que actualmente está muy sometida a la influencia de la Iglesia, no teniendo conciencia propia, y que, por el estado de de ignorancia en que se encuentra carece de nociones sobre los problemas económicos y políticos, por los cuales se da o se niega el voto a uno a otro partido y que por consiguiente el voto de las mujeres haría retroceder en su camino al socialismo.
Otros sin negar la inferioridad media de la mentalidad femenina actual, frente al promedio de la mentalidad masculina, afirman que la mujer no emancipará, ni se redimirá de la influencia clerical, ni saldrá de la sumisión en que ha estado sometida durante tantos siglos, si no se la incita a ocuparse de los problemas políticos y sociales; pero el día en la que la mujer sienta la necesidad de decidir con el voto sobre un asunto, terminará por interesarse, apasionarse, educarse (…)
A favor: el diputado socialista francés Compére Morel, intenta cambiar de óptica con la buscando un medio para que no siga “desdeñando eternamente las cuestiones políticas y sociales y este medio consiste en interesarla en todo aquello que hoy desdeña.”.
En cambio propone que participe: “Haced que la mujer disfrute de nuestros mismos derechos y deberes y veremos que, con el tiempo, será, socialmente, igual al hombre”
“Lanzarlas a la batalla política para engrosar las filas del ejército socialista”
La óptica distinta de este diputado reside que está a favor del voto para que con la información que reciba pueda influir con alguna solución y además refiriéndose a la mujer obrera, la más explotada por el capital, dominada por el hombre, martirizada por la naturaleza, comprenderá que “la apropiación individual de los medios de producción materiales humanos, el régimen capitalista perpetúa la condición de cosas por las cuales ella es tratada como un objeto de diversión, o como un utensilio doméstico al servicio de cualquier, o como una fuerza-trabajo explotable a más bajo precio que la del hombre; por esto, ella, apenas viese la posibilidad de influir con la ley en construir un mundo nuevo basado sobre la igualdad de derechos y deberes, haría todo lo posible para ejercitarla”.
En Francia se debatía si había que reconocer la doble opresión de la mujer y favorecer su participación con, crítica del sistema capitalista y con la perspectiva de transformación de la sociedad. o continuar con una visión conservadora de los roles instituidos.
Dado el interés por el voto de las mujeres se manifestaba por el seguimiento de las experiencias electorales, como de las primarias que se efectuaron en el Estado de Washington.
Una mirada histórica –una historia de desigualdades
La palabra de Augusto Bebel, dirigente del partido socialista alemán, aportaba la visión histórica desde la Revolución Francesa que “hizo entrar en escena a la mujeres, participación que fue ocultada por los historiadores.
“Desde octubre de 1789 pidieron las mujeres a la asamblea nacional que restableciese la igualdad entre el hombre y la mujer, que se les concediese la libertad del trabajo y se las llamase a las funciones para que eran aptas por sus cualidades. (…) cuando la Convención proclamó los derechos del hombre en 1793, comprendieron las mujeres perspicaces que sólo se trataba del derecho del varón. Olimpia de Gouge, Luisa Lacombe y otras le expusieron los “derechos de la mujer” contenidos en diez y siete artículos, fundándolos, el 28 de Brumario (20 de noviembre de 1973) ante el ayuntamiento de París, en la siguiente declaración: Si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también el de subir el de subir a la tribuna”.
¿Qué fundamentos tenían los diputados franceses?
Cumplir con los roles asignados, aunque considerándolos naturales: el varón a la caza, la agricultura, la política y las fatigas de toda clase y las mujeres el cuidado de los niños, el de la casa, las dulces inquietudes de la maternidad.
A los argumentos sostenidos a principio del siglo XX, Bebel al igual que otros socialistas, decía “Alegar la indiferencia que hasta hoy muestran las mujeres hacia el movimiento político, nada prueba de que las mujeres no se hayan preocupado hasta ahora de la política, no se deduce que no deban hacerlo.
Sin embargo la consigna ¡un hombre, un voto! Era lo dominante en el debate para instalar el sufragio universal puro y simple. Esta demanda la realizaban por ejemplo los trabajadores belgas en 1913 .contra el voto desigual que estaba instituido: un voto al soltero o casado, dos al padre de familia y tres al profesional o propietario. De este modo la fuerza del pueblo trabajador se veía disminuida. El análisis que se hacía desde el mapa político, destacaba que “a pesar de tener el liberalismo mayoría en las masas populares, el gobierno permanece en manos de los clericales, que benefician de la desigualdad de los derechos políticos.”
Desde la Vanguardia se acompañaba solidariamente a los belgas, contra el privilegio político, pues contribuiría al progreso social.
Este mismo año, en nuestro país, se denunciaba a los católicos pues empujaban el voto para las mujeres ricas. Partiendo de valor a las mujeres propietarias, comerciante o industrial y que posee aptitudes y títulos para hacer pesar su opinión y su criterio con los contribuyentes masculinos. Polemizando con las feministas sostenían:
“Hay evidentemente exageración en la tendencia feminista, que pretende la equiparación de la mujer al hombre en materia de derechos, negando la fundamental diferencia que entre ambos existe y subvirtiendo el equilibrio que emana de su distinta pero armónica y complementaria acción en la sociedad y en el hogar.”
El movimiento feminista en Finlandia
La experiencia finlandesa, es transmitida, situando su origen en 1835, ubicándolo en un contexto pues era un país pobre y paragolpe entre los países de Rusia y Escandinavia.
En el orden de prioridades ubica la cuestión nacional como la principal y la igualdad de derechos de las mujeres y los varones, tendrán una solución como consecuencia de la primera.
“El movimiento socialista en Finlandia, después del año 189, tomó un incremento colosal en todo el país, que sólo es explicable por la opresión creciente en Rusia. Las demandas femeninas han sido siempre para los socialistas finlandeses una aspiración constante. El autor del artículo, Aino Malmberg, refiere que “el sufragio universal, sin distinción de sexos constituyó una de las piedras angulares de su credo. Y el enorme avance del socialismo durante los años 1899 a 1905 significa, sin duda, un despertar de la mujer proletaria finlandesa a la conciencia política y a la lucha económica.
Para dar una idea de la fuerza del socialismo en Finlandia, basta citar que de 200 miembros de que se compone la dieta, 90 son socialistas. Esta es, pues, la mejor explicación del porqué la situación de la mujer es tan ventajosa en este país.
La opresión rusa tuvo un efecto revolucionario sobre todos los partidos, e hizo que todos ellos se unieran en un esfuerzo común para luchar contra el enemigo. Los efectos de la opresión rusa han servido también, principalmente para enseñar al pueblo finlandés que las mujeres son, como los hombres, absolutamente indispensables en la lucha para nuestra existencia nacional. (…)
Sin embargo el relato de las finlandesas reconocen que la subordinación de la mujer al hombre, era una relación inamovible, poniendo como ejemplo: una mujer casada puede ocupar una banca en la dieta, pero no puede obtener un pasaje para el exterior sin el consentimiento del marido. Al finalizar las reflexiones, reconocen que esas desigualdades “serán abolidas el día que consigamos el gobierno propio nacional. No existe, pues, en Finlandia el problema feminista, sólo hay un problema: la libertad de la nación.
La recuperación de estos hitos de la historia, nos parece importante para dimensionar los trayectos recorridos en la lucha por la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres, tan retaceado en el sistema capitalista.
El sufragio femenino logrado por la mayoría de los países después de la segunda guerra mundial, fue precedido por intensos debates.
Las proclamas de libertad, igualdad y fraternidad sostenidas en el siglo XVIII por la Revolución Francesa fueron concebidas sólo para los hombres. Esta posición continuó, iniciado el siglo XX con algunas diferencias, por ejemplo, escala de votos dentro de los mismos varones, como proponían los belgas o la posibilidad del voto para las mujeres ricas, contraponiendo con la ignorancia de las pobres.
En el movimiento socialista internacional, también fue tema de debate, aunque se incorporaban en el análisis otras categorías para la justificación: clase, nación.
Nuestra lectura de La Vanguardia, nos revela parte del debate, así como la consulta sobre el congreso de Stuttgart realizado en 1907, en el cual participó una delegación socialista de nuestro país.
La conformación del estado burgués utilizó entre otros argumentos, la subordinación de las mujeres a los hombres.
En el movimiento socialista internacional, hubo un intenso debate en el congreso realizado en 1907, en Stuttgart , sobre distintos temas. Acerca del voto de la mujer en una publicación alemana, Clara Zetkin, lo analiza en estos términos:
“Por último, también en lo referente al sufragio femenino, el riguroso punto de vista principista, de clase –que considera el voto de la mujer exclusivamente como parte orgánica del derecho de clase y de la causa de clase del proletariado- se impuso a la concepción oportunista burguesa, que confía en arrancar a las clases dominantes, mediante regateos, un sufragio femenino mutilado y restringido. (…)
Según Lenin, este punto de vista fue defendido por una inglesa de la Fabian Society (organización intelectual cuasi socialista inglesa, de criterio extremadamente oportunista).
Por otra parte, el congreso –ratificando en este aspecto la resolución de la conferencia internacional de mujeres- declaró sin rodeos que, en su lucha por el derecho electoral, los partidos socialistas deben plantear y defender las reivindicaciones principistas de la mujer con respecto al sufragio, sin admitir “consideraciones de comodidad” de tipo alguno.”
En este párrafo, hace alusión a los socialdemócratas austriácos. Con más precisiones, Lenin, comenta:
“Tanto en la conferencia socialista internacional de mujeres, como en la comisión para el problema femenino del Congreso, se desarrolló una polémica entre las socialdemócratas alemanas y las austríacas. C. Zetkin había reprochado anteriormente en la prensa socialdemócrata a las austríacas el hecho de que en la agitación por el derecho electoral habían relegados a un segundo plano la exigencia del derecho al sufragio para la mujer. Los austríacos se defendieron con escasa fortuna, y la enmienda de Víctor Adler, que introducía cautelosamente el “oportunismo austríaco en este problema, fue rechazada en la comisión por 12 votos contra”.
En otro artículo , Lenin, vuelve sobre el tema, señalando que esta corriente “por consideraciones practicistas no destacaban como reivindicación el sufragio universal, sino los derechos electorales para los hombres”. Uno de los argumentos, en el debate, era que ese planteo, “debilitaba la fuerza del movimiento de masas al no plantear con toda energía la reivindicación de los derechos electorales no sólo para los hombres, sino también para las mujeres.” El autor resalta que la resolución del congreso mencionado afirmaba “es preciso plantear la reivindicación del sufragio universal simultáneamente para los hombres y para las mujeres”.
La experiencia europea era considerada muy importante y fue difundida a través de diversos artículos la Vanguardia abordaba el tema. El debate acerca de la extensión del derecho electoral a las mujeres, entre los socialistas franceses , quienes comparten en sostener el derecho al voto tanto para la mujer que para el hombre y en la igualdad política, civil y jurídica de sexos pero disienten en la oportunidad para extender las funciones electorales. He aquí los argumentos:
“Algunos afirman que actualmente está muy sometida a la influencia de la Iglesia, no teniendo conciencia propia, y que, por el estado de de ignorancia en que se encuentra carece de nociones sobre los problemas económicos y políticos, por los cuales se da o se niega el voto a uno a otro partido y que por consiguiente el voto de las mujeres haría retroceder en su camino al socialismo.
Otros sin negar la inferioridad media de la mentalidad femenina actual, frente al promedio de la mentalidad masculina, afirman que la mujer no emancipará, ni se redimirá de la influencia clerical, ni saldrá de la sumisión en que ha estado sometida durante tantos siglos, si no se la incita a ocuparse de los problemas políticos y sociales; pero el día en la que la mujer sienta la necesidad de decidir con el voto sobre un asunto, terminará por interesarse, apasionarse, educarse (…)
A favor: el diputado socialista francés Compére Morel, intenta cambiar de óptica con la buscando un medio para que no siga “desdeñando eternamente las cuestiones políticas y sociales y este medio consiste en interesarla en todo aquello que hoy desdeña.”.
En cambio propone que participe: “Haced que la mujer disfrute de nuestros mismos derechos y deberes y veremos que, con el tiempo, será, socialmente, igual al hombre”
“Lanzarlas a la batalla política para engrosar las filas del ejército socialista”
La óptica distinta de este diputado reside que está a favor del voto para que con la información que reciba pueda influir con alguna solución y además refiriéndose a la mujer obrera, la más explotada por el capital, dominada por el hombre, martirizada por la naturaleza, comprenderá que “la apropiación individual de los medios de producción materiales humanos, el régimen capitalista perpetúa la condición de cosas por las cuales ella es tratada como un objeto de diversión, o como un utensilio doméstico al servicio de cualquier, o como una fuerza-trabajo explotable a más bajo precio que la del hombre; por esto, ella, apenas viese la posibilidad de influir con la ley en construir un mundo nuevo basado sobre la igualdad de derechos y deberes, haría todo lo posible para ejercitarla”.
En Francia se debatía si había que reconocer la doble opresión de la mujer y favorecer su participación con, crítica del sistema capitalista y con la perspectiva de transformación de la sociedad. o continuar con una visión conservadora de los roles instituidos.
Dado el interés por el voto de las mujeres se manifestaba por el seguimiento de las experiencias electorales, como de las primarias que se efectuaron en el Estado de Washington.
Una mirada histórica –una historia de desigualdades
La palabra de Augusto Bebel, dirigente del partido socialista alemán, aportaba la visión histórica desde la Revolución Francesa que “hizo entrar en escena a la mujeres, participación que fue ocultada por los historiadores.
“Desde octubre de 1789 pidieron las mujeres a la asamblea nacional que restableciese la igualdad entre el hombre y la mujer, que se les concediese la libertad del trabajo y se las llamase a las funciones para que eran aptas por sus cualidades. (…) cuando la Convención proclamó los derechos del hombre en 1793, comprendieron las mujeres perspicaces que sólo se trataba del derecho del varón. Olimpia de Gouge, Luisa Lacombe y otras le expusieron los “derechos de la mujer” contenidos en diez y siete artículos, fundándolos, el 28 de Brumario (20 de noviembre de 1973) ante el ayuntamiento de París, en la siguiente declaración: Si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también el de subir el de subir a la tribuna”.
¿Qué fundamentos tenían los diputados franceses?
Cumplir con los roles asignados, aunque considerándolos naturales: el varón a la caza, la agricultura, la política y las fatigas de toda clase y las mujeres el cuidado de los niños, el de la casa, las dulces inquietudes de la maternidad.
A los argumentos sostenidos a principio del siglo XX, Bebel al igual que otros socialistas, decía “Alegar la indiferencia que hasta hoy muestran las mujeres hacia el movimiento político, nada prueba de que las mujeres no se hayan preocupado hasta ahora de la política, no se deduce que no deban hacerlo.
Sin embargo la consigna ¡un hombre, un voto! Era lo dominante en el debate para instalar el sufragio universal puro y simple. Esta demanda la realizaban por ejemplo los trabajadores belgas en 1913 .contra el voto desigual que estaba instituido: un voto al soltero o casado, dos al padre de familia y tres al profesional o propietario. De este modo la fuerza del pueblo trabajador se veía disminuida. El análisis que se hacía desde el mapa político, destacaba que “a pesar de tener el liberalismo mayoría en las masas populares, el gobierno permanece en manos de los clericales, que benefician de la desigualdad de los derechos políticos.”
Desde la Vanguardia se acompañaba solidariamente a los belgas, contra el privilegio político, pues contribuiría al progreso social.
Este mismo año, en nuestro país, se denunciaba a los católicos pues empujaban el voto para las mujeres ricas. Partiendo de valor a las mujeres propietarias, comerciante o industrial y que posee aptitudes y títulos para hacer pesar su opinión y su criterio con los contribuyentes masculinos. Polemizando con las feministas sostenían:
“Hay evidentemente exageración en la tendencia feminista, que pretende la equiparación de la mujer al hombre en materia de derechos, negando la fundamental diferencia que entre ambos existe y subvirtiendo el equilibrio que emana de su distinta pero armónica y complementaria acción en la sociedad y en el hogar.”
El movimiento feminista en Finlandia
La experiencia finlandesa, es transmitida, situando su origen en 1835, ubicándolo en un contexto pues era un país pobre y paragolpe entre los países de Rusia y Escandinavia.
En el orden de prioridades ubica la cuestión nacional como la principal y la igualdad de derechos de las mujeres y los varones, tendrán una solución como consecuencia de la primera.
“El movimiento socialista en Finlandia, después del año 189, tomó un incremento colosal en todo el país, que sólo es explicable por la opresión creciente en Rusia. Las demandas femeninas han sido siempre para los socialistas finlandeses una aspiración constante. El autor del artículo, Aino Malmberg, refiere que “el sufragio universal, sin distinción de sexos constituyó una de las piedras angulares de su credo. Y el enorme avance del socialismo durante los años 1899 a 1905 significa, sin duda, un despertar de la mujer proletaria finlandesa a la conciencia política y a la lucha económica.
Para dar una idea de la fuerza del socialismo en Finlandia, basta citar que de 200 miembros de que se compone la dieta, 90 son socialistas. Esta es, pues, la mejor explicación del porqué la situación de la mujer es tan ventajosa en este país.
La opresión rusa tuvo un efecto revolucionario sobre todos los partidos, e hizo que todos ellos se unieran en un esfuerzo común para luchar contra el enemigo. Los efectos de la opresión rusa han servido también, principalmente para enseñar al pueblo finlandés que las mujeres son, como los hombres, absolutamente indispensables en la lucha para nuestra existencia nacional. (…)
Sin embargo el relato de las finlandesas reconocen que la subordinación de la mujer al hombre, era una relación inamovible, poniendo como ejemplo: una mujer casada puede ocupar una banca en la dieta, pero no puede obtener un pasaje para el exterior sin el consentimiento del marido. Al finalizar las reflexiones, reconocen que esas desigualdades “serán abolidas el día que consigamos el gobierno propio nacional. No existe, pues, en Finlandia el problema feminista, sólo hay un problema: la libertad de la nación.
La recuperación de estos hitos de la historia, nos parece importante para dimensionar los trayectos recorridos en la lucha por la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres, tan retaceado en el sistema capitalista.
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